-Los retos de Estados Unidos en lo interno y en lo externo a nivel global
dejan ver por dónde avanzará el nuevo gobierno y los intereses que pisará.
Chicago, Illinois.-Las elecciones en Estados Unidos siempre generan incertidumbre y temores por el impacto que llegan a tener las políticas de ese país en todo el orbe. El combate al terrorismo ideológico y religioso que ha golpeado fuertemente a los aliados occidentales solo puede anticipar momentos de alta tensión internacional.
La migración indocumentada que tiene en jaque a Europa y en parte al coloso de Norteamérica va a generar ciertas desilusiones, porque se puede esperar un mayor endurecimiento de las medidas de contención. Asimismo, el combate al narcotráfico aumentará en presupuesto y en mayores presiones contra los gobiernos de América Latina desde la óptica unilateral que ha caracterizado el enfoque estadounidense.
Todavía sin conocer el desenlace del proceso de relevo presidencial en referencia, lo importante, sin embargo, debería apuntar a dejar claro que el nuevo gobierno va a tratar de resolver sus problemas y no los de México ni los de Centroamérica y menos los de naciones más alejadas geográfica y culturalmente hablando. Como ya se ha visto, en el afán de arreglar su situación interna los gobernantes de Estados Unidos no han dudado en complicarle la vida a los que no sean sus residentes.
Prioridades de la agenda
Estados Unidos tiene hoy dos grandes prioridades: seguridad interna y crecimiento económico. Esto pasa por la revisión de los asuntos migratorios y los acuerdos comerciales; los dos grandes temas serán el marcapasos del accionar del nuevo gobierno y, como está apuntado líneas antes, cualquier consecuencia al respecto va en el sentido de arreglar los pendientes en todo lo que favorezca a los intereses de los estadounidenses.
Asombra, por lo mismo, que los gobernantes de México y Centroamérica hayan permanecido a la expectativa del resultado electoral, como si el mismo fuera el inicio de un alivio migratorio o de ayuda probable. Así lo exhibieron en los meses previos, sin ocuparse de sus problemas domésticos ni plantear propuestas de arreglo multilaterales en los dos grandes temas, como sí lo hicieron el candidato del Partido Republicano, Donald Trump y la del Partido Demócrata, Hillary Clinton, al advertir con diversos matices que revisarán los acuerdos comerciales y los asuntos migratorios.
Hillary se comprometió a retomar el planteamiento de una reforma migratoria en los primeros 100 días de su gobierno y a revisar el TLC con México y Canadá, así como el polémico acuerdo comercial transpacífico y otros que, suponen los estadounidenses, no les están reportando importantes ganancias, sino al contrario. Trump se expresó en el mismo sentido pero más radicalmente.
¿A qué puede llevar el planteamiento de estos trascendentales temas de la agenda multilateral? A que en pocos meses, el mundo estará en una fuerte disputa comercial y al endurecimiento de la regulación migratoria. Pareciera que los gobernantes de Latinoamérica no advierten los riesgos y quisieran ver en Hillary a la señora generosa y amigable que venció al malvado del cuento. Se equivocan.
La esperada reforma migratoria llegado el momento quizás ayude a una parte de los indocumentados, como lo pretendió Obama con sus medidas que fueron impugnadas ante la Corte, pero ésta iba a beneficiar sólo a la mitad de los 11.5 millones de personas sin residencia legal.
El otro muro fronterizo
Al mismo tiempo y con toda seguridad, la nueva administración estadounidense endurecerá la vigilancia fronteriza y aduanal, lo cual se traducirá en mayores costos y riesgos que deberán afrontar los inmigrantes y los gobiernos como beneficiarios indirectos de las remesas, que irán a la baja consecuentemente.
Mucho trabajo espera a los organismos promotores y vigilantes de los derechos humanos y a las autoridades migratorias de los países expulsores y del mismo Estados Unidos. Es decir, no se construirá un muro de concreto, pero lo que ocurrirá en las leyes y convenios tendrá efectos igualmente de dureza y contención de las oleadas de desplazados. ¿Están preparándose México y sus vecinos del sur?
En el ámbito del intercambio comercial es casi un hecho que los acuerdos comerciales entrarán a revisión en los rubros en que la relación está reportando pérdidas para los sectores productivos del coloso del norte. Las negociaciones requerirán altas dosis de relajantes. Hay que esperar imposiciones. Los gobernantes de Estados Unidos no han practicado una política de equidad con la comunidad internacional, sino de conveniencia.
En el marco del TLC, México ha padecido la incomprensión y los abusos de los productores y de las autoridades gringas en los rubros de transporte de carga, tomate, aguacate y atún, en los que al verse en desventaja ante sus competidores mexicanos interpusieron controversias y todo tipo de obstáculos para impedirles competir con sus manufacturas en el ancho mercado norteamericano.
En lo comercial, no hay que pecar de ingenuos ni dejarse dorar la píldora. Después de Obama y luego de haber sido arrojados a la arena del debate los temas apuntados, lo que viene es una ola de presiones contra el gobierno de Peña Nieto y el que lo suceda del partido que sea.
En el complicado y grave asunto de la migración indocumentada, es previsible un arreglo parcial, conveniente para México y las naciones de Centroamérica, según lo prometido por Hillary, pero esto implicará para estos países una serie de presiones y convenios. Como quiera que sea, para los mayores expulsores de personas con destino a Estados Unidos la pretendida reforma migratoria no resolverá sus propios problemas. Es tiempo de que los estrategas gubernamentales, los académicos y los activistas dejen de esperar soluciones de fuera y trabajen en programas concretos, primero para contener a los potenciales migrantes en sus regiones de origen —con planes de desarrollo municipal— para evitarle así problemas sociales al vecino del norte, y luego para ordenar el retorno de los deportados… porque esto será una realidad voluntaria o forzada.
Responsabilidad de la OEA y de la ONU
El problema es mayor para México porque debe aportar respuestas a sus propios migrantes, y no es poco, y en paralelo lidiar con el enorme flujo de transmigrantes de varias naciones de todos los continentes que buscan usar el territorio azteca como puente hacia su destino soñado. Y ya se sabe que el gobierno se enfrenta a una poderosa mafia internacional con aliados locales y a la corrupción de sus propias agencias que han dejado crecer el problema y las violaciones de derechos humanos que conlleva el fenómeno.
Que lo sepan todos y que el gobierno hable con claridad ante propios y extraños: México no puede seguir siendo blanco de acusaciones internacionales ni panteón multinacional de muertes indeseables por la inseguridad que espera a los migrantes; tampoco éstos pueden tener como seguro destino convertirse en relleno de fosas clandestinas. Todos toman cartas en el asunto o será responsabilidad compartida con los funcionarios de la OEA y de la ONU. Mientras la entrante administración de Estados Unidos se instala y pone las mesas para las negociaciones del nuevo orden, los desalmados criminales esperan ansiosos a sus nuevas víctimas.
*Periodista mexicano, residente en Chicago, Il. Estados Unidos.
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