LA ESPINGARDA
Alberto ESPINOSA RUIZ
“EL LENGUAJE POLÍTICO ESTÁ DISEÑADO PARA HACER QUE LAS MENTIRAS SUENEN VERDADERAS”. GEORGE ORWELL
- La sociedad mexicana, gracias a los dos sexenios panistas, ha pasado de Foxilandia a Calderonia.
- Mientras el país se despedaza en medio de una aguda crisis político-social y económica, los medios masivos de comunicación nos saturan de fútbol, telenovelas e intrascendentes programas “de variedad”.
- Para viajar en el metro capitalino se necesita un poco de gracia, valor, paciencia y otra cosita.
Hoy estamos de buen humor, nos levantamos con gran ánimo (cosa muy rara entre los que vivimos la cotidianeidad viajando de nuestro municipio dormitorio a la gran capirucha azteca). Es por ello que haremos algunos comentarios-reflexión sencillitos y hasta con un poco de güeva, pero que al fin y al cabo son inquietudes que nos regurgitan en el seso.
Y como dijera el famoso feminicida, Jack El Destripador: “vayamos por partes”: De entrada comentaremos el tema más recurrente y hasta obligado, el del pobre presidente del empleo, don Felipe Calderón, quien cada vez está más de atar y como para internarlo en la casa de la risa, en el famoso Maniquiur; para nadie es ya un secreto ni tema de observador especializado, el que el buen presidente de México no dé una y esté cerrando sexenio peor que su antecesor don Chente.
Y es que si bien es cierto que el desgobierno de Vicente Fox fue un soberano fracaso en todos los aspectos, el de Calderón Hinojosa es todo un desastre por donde se le mire. Por ejemplo, al igual que su antecedente blanquiazul que se aventó la puntada de crear Foxilandia o el México de ensueño que sólo existió en su imaginación, el actual presidente, “sentado en palacio a chaleco por sus patrocinadores y socios”, ha creado de su chompeta una espacie de nación llamada Calderonia, una forma de Serendipia en donde todo marcha bien, las cosas no son tan malas como parecen en la realidad, y lo que es mejor, las cifras son tan flexibles que impactan por lo exitosas en los aspectos económico, político, social, cultural y de seguridad pública.
En el México calderoniano podemos soñar despiertos, hay más empleos, estabilidad económica, atractivos incentivos para la inversión extranjera, victoria tras victoria frente al narcotráfico y la delincuencia organizada, que ya las hubiera querido Mussolini cuando controló temporalmente a la mafia italiana; Los números son alegres, los cálculos inequívocos y las predicciones tan alentadoras como nunca lo soñó Nostradamus. Es más, hay tanta apertura democrática y libertades ciudadanas en Calderonia, que nuestro ínclito y epónimo ejecutivo federal humildemente mandó preguntar por Internet y mediante encuestas oficiales diseñadas por sus sesudos asesores acerca de “si sería bueno o vería con buenos ojos el pueblo que el fuera al Mundial futbolero de Sudáfrica para apoyar a nuestros ratoncitos verdes y poderles insuflar ánimo con su presencia y poderles gritar desde la tribuna, al estilo del “Perrito” Bermúdez: ¡Vamos Muchachos!”, estudio de opinión que a fin de cuentas fue silenciado y terminó en un clásico y burocrático “nadie sabe, nadie supo”.
¡OH TELEVISIÓN, CUÁNTOS CRIMENES SE COMETEN EN TU NOMBRE!
Nos guste o no, somos unos teleadictos empedernidos como lo son millones de televidentes en este país y el resto de la canica terrestre, por ello me molesta sobremanera, me calienta el buche que los dueños de las cadenas televisoras mexicanas y sus ejércitos de incondicionales (obligados y voluntarios), estén haciendo de la siempre criticada caja idiota, un verdadero telecáncer, un instrumento del poder y la forma más perfecta de enajenación masiva.
Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre lo bueno, lo malo y lo feo de la televisión como fenómeno social, como instrumento político, arma psicológica, herramienta social, campo de la cultura y otros rollos, sin embargo, la tele es la presencia hogareña más importante y un arma de dos filos. Bueno, no hemos descubierto el hilo negro, ni como se hace le pozole, ni el por qué hierve el agua, lo que nos revienta es que entre tantas cadenas televisivas, tantas opciones que ofrece el menú televisivo en sus sistemas abierto o de paga, finalmente tengamos una programación pobre, criticable y sospechosamente mediocre como la que producen y presentan empresas monopólicas disfrazadas (léase Televisa y Tele Azteca), dedicadas hasta la saciedad, con intencionada asiduidad y un mercantilismo enfermizo, a retacar al auditorio de fútbol, noticieros de líneas tendenciosas, programas de concurso para hacer cera y pabilo de la dignidad humana, emisiones chatísimas dizque de humorismo, telenovelas que hoy combinan la tradicional cursilería ramplona con el erotismo hipócrita y la apología de la violencia que ganan ratings, así como programas “de variedad”, emisiones intrascendentes hechas con los pies y con contenidos de chile, de manteca y de dulce y los tan en boga programas “de crítica periodística” dentro de los espectáculos, un verdadero monumento a la ñoñeria
Y como sucede en cada mundial futbolero (admito que también soy pambolero), los teleaztecos y los televisos nos están tundiendo bien y bonito con verdaderos atracones de fútbol soccer a toda hora y en todas las formas posibles. Y también, como siempre, nuestros ratoncitos verdes se la pasan haciendo promocionales y comerciales para llevarse otros cuantos miles de billetitos a sus bolsillos, pos a fin de cuentas saben que el papelón que van a hacer a Sudáfrica está asegurado y las rechiflas con tentativas de pamba les esperarán de regreso al suelo patrio (ojala me equivoque y tenga que rectificar mi predicción sobre el seleccionado verde en este mundial y hasta tenga que ponerme de pie como dijera el inolvidable gritón Ángel Fernández).
EL CADILLAC NARANJA
Quienes tenemos la imperiosa como inevitable necesidad de utilizar los servicios del transporte público que une la capital mexicana con la llamada zona metropolitana, estamos viviendo intensamente esa relación de usuario-prestador de servicio que es sadomasoquista y de gran colorido para las crónicas. Un ejemplo vasto en situaciones es el del SCT-Metro, esa inmensa red que como cicatriz cruza a lo largo y ancho del D.F. y parte del vecino Estado de México.
A fuer de viajar durante años y años en los convoyes del metro, hemos terminado por amarlo y odiarlo, al grado de bautizarlo con cariño como nuestro “Cadillac naranja”. Sin embargo el metro es mucho más que un simple medio de transporte, es una forma de vida para muchos, desde los famosos “vagoneros” que expenden tantas cosas que es como una versión de Wall-Mart sobre ruedas, hasta los ladrones y tentones metemano, pasando por el gran ejército “artístico” y de pedigüeños que atosigan a todas horas y en todas las líneas.
Por cierto, el servicio del mero es cada día más malo, los vagones son sucios, destartalados, las taquilleras prepotentes (actúan como si nos hicieran el favor de vender boletos o cargas de tarjeta); los polis actúan más con el hígado que con el reglamento y el sentido de servicio, etc., pero eso si, aumentaron un pesito el costo del boleto y se tomaron la molestia de “aclararnos” con carteles en cada taquilla de la red, que el servicio de transporte en realidad cuesta nueve pesos, pero como un servicio (léase favor) nos lo cobran tan sólo en tres. ¡Gracias, muchas gracias hijos del gran Ebrard!
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