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Edición 263

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En pleno reciclaje nazifascista

El “socialista” José Bono humilla a

mártires de la República española

REGINO DÍAZ REDONDO
(Exclusivo para Voces del Periodista)

 

 

Madrid.- El 18 de julio de 1936 el nazifascismo lanzó sus primeras bocanadas de muerte en España.

 

Hoy, 75 años después de la sublevación, José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, socialista por más señas, manipuló un discurso de Manuel Azaña dicho en 1937 para adaptarlo a sus intereses particulares y convertirse en adalid de la política nacional.

 

El texto del presidente de la Segunda República, en 1937, y dirigido a los defensores de Madrid, dice que hay que rendir tributo “a los que se mueven en defensa de sus ideales y cuyo sacrificio sirve también para desterrar el odio y la intolerancia de nuestras vidas”.

 REGINO
Don Manuel Azaña.

Sacando ese concepto de contexto, Bono se burló de los miles y miles de españoles que murieron durante la refriega bélica y puso en la misma balanza a los que dieron el golpe de Estado y a la democracia elegida libremente en los urnas.

 

Este personaje -me refiero al castellano manchego- resumió en menos de una cuartilla los acontecimientos de la peor conflagración nacional ocurrida en el siglo pasado por culpa de los enemigos de la libertad.

 

Puedo decirles que sus palabras fueron aplaudidas alegremente por el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Popular (conservador) y Convergencia i Unió (CiU) de Jordi Pujol, el de las dos aceras.

 

El documento quedará en los archivos parlamentarios como testimonio fiel de que la dictadura vive y actúa a pesar de que el caudillo murió en 1975.

 

¡Otro gran ejemplo de nuestros políticos para el mundo!

 

Las manifestaciones que se hacen o hicieron a favor de Hitler y Mussolini son castigadas por la ley en Alemania e Italia. Los tribunales castigan penalmente a quienes intentan revivir aquellos momentos aciagos.

 

REGINO
José Bono.

 

Tan sólo les pondré un ejemplo: Acaban de sacar de su tumba a Rudolf Hess, lo incineraron y lanzaron sus cenizas al mar para evitar cualquier peregrinación nazi. ¡Igualito que en España!

 

Ruborizado, lleno de vergüenza, irritado, sorprendido -perdonen tantos adjetivos- les diré que en España y concretamente en esta Comunidad, subsisten estatuas del generalísimo y calles de los fascistas y se rinde homenaje a los Caídos de la División Azul en una amplísima avenida de la capital.

 

Cuántos, sin tener ellos directamente la culpa, mataron a estadunidenses, franceses e ingleses en aquel campo de batalla. Unos fueron voluntarios, otros obligados y muchos sin saber exactamente a qué iban. Pero bien que los aprovechó la falange.

 

Vayamos por partes: quiere don Pepe cerrar las heridas. ¿Cómo puede cerrarse una herida que tiene pus dentro? Lo lógico sería, creo yo, sacarla para que la cicatrización no moleste. Ó sea, que hay que ocultar el mal pero no destruirlo, por si resucita.

 

En nuestro fatigado pero todavía vigoroso país, queda claro que una cosa son los políticos y otra las personas que lo habitan y sufren y trabajan y se desesperan y aguantan el torbellino que nos envuelve.

 

Oiga don Pepiño, ¿cree usted que con su tupé y la dermoestética que utiliza desaparecerán sus arrugas desideologizadas?

 

Parece usted un señoritingo de los de siempre. Estoy seguro que no sólo quiere cerrar heridas sino también que los descendientes de la guerra no busquen  a sus familiares en las fosas comunes que aún hay en todo el territorio nacional.

 

Para lograr la Transición, hubo hombres de uno y otro lado, que se portaron con grandeza. Ahora, varias décadas después, muchos como don José intentan convertirse en prohombre de la conciliación nacional sin olvidar que ésta no puede llegar antes de limpiar perfectamente la cara y las conciencias de los participantes.

 

Iconoclasta el señor, se comió en su parrafada los asesinatos ordenados por el dictador, los crímenes de la posguerra; no culpó a los que “en nombre de Dios” condenaron a garrote vil a cientos de españoles, se olvidó que España estuvo fuera del mapa durante casi 40 años y que Franco y Hitler se dieron la mano en Hendaya.

 

Engañó usted a los diputados. Les prometió condenar el atentado contra la República. Y, solito, solito solito, elaboró tan desafortunado mensaje.

 

Pero no queda todo ahí: Desechó, con el apoyo de su partido y de los neoliberales o titubeantes, una petición para que no prescribieran los delitos de lesa patria y los genocidios cometidos por los alzados. Consiguió su propósito: Eso es prehistoria, un incidente, olvidemos las infamias, dijo.

 

Los partidos de la falange son legales en España. Los sindicatos verticales como Manos Limpias, entre otros, también. ¡Gloria a usted, señor social-nacionalista!

 

Aún me queda algo con que rendir tributo a tan insigne personaje político al que me refiero: acaba de recriminar públicamente al Ministro del Trabajo, Miguel Sebastián, porque acudió al congreso sin corbata. El suavecito con dialéctica prosopopéyica le echó en cara que no fuese vestido dignamente como corresponde a la alta jerarquía gubernamental.

 

Sebastián, perplejo, sensato, prefirió dar la callada por respuesta.

 

El neosocialista se acomodó en su amplio sillón, orondo y satisfecho, por su llamada a la elegancia.

 

Los diputados no dijeron ni oxte ni moxte y cayeron en un oxímoron. Perdón don José, para no molestarlo en acudir al diccionario, le diré que la palabra existe y significa “silencio atronador”, es decir, que así se manifestaron el resto de sus señorías.

 

Ansiosos estamos que llegue septiembre para seguir escuchándolo.

 

Aunque desgraciadamente le quedan pocos meses y la verdad es que, por lo que a mí respecta, estoy profundamente acongojado.

 

¡Ah, qué feliz estaría don Pablo Iglesias si levantara la cabeza¡

 

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