YA EN EL APOGEO DEL RÉGIMEN NAZI, fue dada a conocer una fotografía en la que se mostraba a Adolf Hitler alborozado en medio de una multitud muniquesa, durante el anuncio de la declaración de guerra a Inglaterra, Francia y aliados.
ESTA FOTO fue tomada el 2 de agosto de 1914, en el Odeonsplatz en Múnich y se nota la reacción alegre de una multitud alemana en la plaza durante el anuncio del inicio de la Primera Guerra Mundial, porque para el pensamiento de los alemanes de entonces no había forma de que algo pudiese ir mal para ellos.
Dentro de ese grupo feliz y optimista, hay un sutil toque del terror que le esperaría al país en unos años más, después de la derrota alemana de 1918. Se trata del hombre enmarcado por un círculo. Seguramente el lector ya lo habrá reconocido. Exacto, se trata de Adolf Hitler.
La foto fue obra de Heinrich Hoffmann, quién llegaría a convertirse en el fotógrafo personal de Hitler. Según la historia “oficial” En 1932, el futuro Führer visitó el laboratorio fotográfico de Hoffmann, quien solía sacar fotos para el partido nazi y mencionó que él estaba en el 1914 entre la multitud en el Odeonsplatz, Hoffmann miró en los negativos y por supuesto encontró una cara conocida que sólo podía pertenecer al futuro Führer.
Ese hallazgo convirtió al fotógrafo en favorito de Hitler, amén de que había sido aquel mismo quien le presentó a una bonita jovencita de 17 años que trabajaba para él, ella era fraulein —mujercita—, Eva Braun… pero esa es otra historia.
Todo el asunto, en realidad, es un engaño… la foto fue retocada y de una manera bastante burda. El hombre que en ella aparece tiene rasgos como los de Adolf… 15 años después y el famoso bigote no fue adoptado por el austriaco hasta después de la guerra, al inicio de su carrera política, en aquellos años —1914— al igual que muchos alemanes usaba bigotes un tanto a la Kaiser.
Los especialistas alemanes pusieron en duda desde el principio la autenticidad de la foto, afirmando que Hoffmann pudo haberla falsificado para que se callaran los críticos que cuestionaron el patriotismo de su jefe, pero como Hitler la aceptó, les fue más sano mantener las bocas cerradas.
El burdo retoque ha llegado hasta nuestros días.
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