La renuencia del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a mostrar empatía ante muy sentidos reclamos ciudadanos le ha restado seguidores.
La mente de AMLO, ¿qué secretos guarda?
Feliciano Hernández*
Algunas encuestadoras ya lo ubican muy abajo del 80 por ciento que logró sumar en sus mejores momentos de hace un año.
Entre estos casos cabe mencionar las demandas de los médicos y de los trabajadores del sector salud COMBATIENTES de la pandemia —afectados por carencia de equipamiento profesional—; también su indiferencia ante los FEMINICIDIOS, al punto de negarlos diciendo que el 90 por ciento de las llamadas de auxilio eran falsas; y antes de esto, su sordera frente los reclamos de los familiares de niños enfermos de cáncer; y su desprecio por los casos de las víctimas colaterales de la salvaje disputa territorial entre NARCOTRAFICANTES.
ASIMISMO,despierta inquietantes dudas sobre los pensamientos y sentimientos que realmente motivan el muy polémico actuar presidencial, su cuestionable actuación ante los grandes corruptos y criminales de México, expresada en una lentitud o franca oposición a investigarlos y enjuiciarlos —sobran ejemplos—; por eso postergó o negó las encuestas que harían posible el reclamo ciudadano, llegando al extremo de advertir a miembros de la Guardia Nacional que trataran con respeto a las bandas criminales, “porque también son seres humanos y tienen derechos”.
Lo dijo con todas las letras: “Borrón y cuenta nueva”, pero les siguió el juego a los demandantes de un alto a la IMPUNIDAD.
No se olvidará en mucho tiempo que AMLO, en una de sus giras, le dispensó un saludo personal a la madre del criminal más buscado, pero le negó algunos minutos a otros ciudadanos de bien.
Saltan las dudas
En situaciones de ALTA TENSIÓN o de riesgo inminente, los seres humanos reaccionamos a veces con cierta lógica que puede parecer incomprensible a los ojos de otros, porque en primer lugar respondemos a nuestros temores o necesidades —o prejuicios—. Con este enfoque se puede entender que alguien cometa “errores”, que ya libre de las presiones admita y ofrezca disculpas. No ha sido el caso con AMLO. Como que no están en su léxico esas palabras ni pensamientos o sentimientos que conducen a ese momento muy humano, de humildad, quizás porque lo interpreta como una posición VULNERABLE.
Más allá de politiquerías o de filias y fobias, el saber que un gobernante actúa con plena CORDURA siempre será motivo de tranquilidad para los gobernados. Cuando ese principio falla, es normal que salten las dudas, y este es el caso con don Andrés Manuel. Porque dígase lo que se diga y al margen de preferencias ideológicas, políticas o religiosas, es un hecho que el presidente ha tenido actitudes y expresiones totalmente negativas —inesperadas en un mandatario— ante problemas acuciantes que lo han puesto a prueba.
Porque no deja de causar desconcierto el que AMLO, ante los informes que le son adversos, responda que él tiene “otros datos”… En suma, cuando los hechos no cuadran con sus reportes, entonces es culpa de OTROS y de la maldita realidad que no se ajusta a sus deseos.
Resulta descabellado de parte de AMLO el hecho de haber lanzado a la población a la calle —el 11 de junio— en los momentos más críticos de los contagios y fallecimientos por el Coronavirus, cuando su propio vocero para el control de la crisis viral, Hugo López Gatell y la Organización Mundial de la Salud (OMS), recomendaban PERMANECER confinados.
Vuelve a surgir la pregunta: ¿Qué había en la mente presidencial que lo motivó a una decisión tan desafiante, tan contradictoria? Si sus preocupaciones fueron de orden económico —lo llegó a decir, “la gente va al día”, sin enfatizarlo— tenía que ser muy puntual, amplio y sincero, pero dio pie a una gran falla de comunicación efectiva. Seguramente habría encontrado respaldo, al menos de buena parte de la ciudadanía. En todo caso, fue la misma deficiencia de comunicación que tuvo al inicio de la pandemia en México —bajo el supuesto de que esa fuera su mayor preocupación, la del sustento económico de 70 millones de pobres, porque no queda claro a partir de sus verdaderas motivaciones que solo él conoce.
¿Se puso AMLO en los zapatos de un jefe de familia pobre, donde ante las presiones por el hambre ocurren inimaginables actos de bajeza o debilidad humana? Es el caso de la madre que vende su cuerpo o prostituye a las hijas o el del padre que las vende al mejor postor; también el de algunos miembros de esa familia que se lanzan al robo o pillaje, al tráfico de drogas, o que simplemente se desentienden de los hijos y los presionan a abandonar el seno familiar y a terminar en la calle porque no pueden mantenerlos.
Evitar incoherencias
CONSIDERANDO el marcado paternalismo que guía algunos pensamientos y acciones del presidente —que conlleva sentimientos de responsabilidad sobre las vidas de los demás—, ¿esa fue la idea muy en el fondo de la mente lopezobradorista, de que la gente saliera a ganarse la vida en medio de los contagios inminentes, porque no podía aportarles una mínima ayuda alimentaria?
Recuérdese que en las primeras semanas de los contagiosos en México, cuando ya las recomendaciones del sector salud y de su vocero eran que la gente se confinara, AMLO fue muy claro: “No se encierren, salgan, vayan a comer a los restaurantes, con la familia… yo les voy a decir cuando encerrarse”.
Ante los exhortos del mandatario para que la gente “dejara sus temores” y recuperara la calle, la OMS tuvo que lanzar un llamado al presidente mexicano y a otros de la región apresurados a reabrir; el organismo pidió enviar mensajes “COHERENTES” a la población, para el caso de México a partir de los 139 mil contagios, 16 mil muertes CONFIRMADAS, y ubicado entonces en el tercer sitio por muertes al día, así como el séptimo con más contagios a nivel mundial.
Con la crisis viral empeorando, la REALIDAD seguía muy lejos de las afirmaciones presidenciales: “Ya aplanamos la curva…ya estamos domando al virus…”, aferrado el jefe del Ejecutivo a mantenerse sobre algo INSOSTENIBLE.
En su decálogo del 13 de junio para enfrentar al virus, López Obrador volvió a contradecirse al pedir en el sexto punto que la gente buscara respirar “aire puro”, olvidando que su política energética OBSOLETA ha privilegiado el uso de combustibles fósiles —petróleo, diésel, carbón— y días antes había entrado en pugna contra empresas de energías limpias, pretextando inconveniencia de tarifas; pero es creíble que su mente estuviera pensando en su refinería de Dos Bocas y en cómo seguir dándole respiración artificial a Pemex.
Conviene subrayar que ese DECÁLOGO fue un rosario de buenas intenciones, propio de un líder religioso y no un resumen de medidas concretas que correspondería plantear a un GOBERNANTE. ¿Qué hay en el fondo de la mente del mandatario?
Distractor de otros asuntos
Los dislates del Ejecutivo mexicano se han ido sumando hasta el punto de que ya se puede elaborar una VOLUMINOSA antología. Casi no pasa un día o una semana sin que el presidente sorprenda con expresiones o ideas insólitas, como la del Bloque Opositor Amplio (BOA) que si bien pudo ser un simple lance de cualquier origen y solo para medir la temperatura, al presidente le funcionó bien como distractor ante otros asuntos candentes —en lo cual ha resultado experto.
Por eso vuelve la pregunta: ¿AMLO cree que con distraer a los gobernados, con evadir los problemas, con minimizarlos, con negarlos, con encajonarlos como jugadas políticas de sus opositores, con todo eso desaparecerán por sí solos, mientras él intenta avanzar en su propia ruta con férrea persistencia, mejor dicho OBSESIÓN?
Ya son comentarios en boca de muchos, el referirse al presidente como MEGALÓMANO, paranoico, obsesivo, mitómano y otros términos de uso psiquiátrico, quizás vertidos con ligereza, pero motivados por el desconcierto de la gente frente a las reacciones de AMLO. NO deja de llamar la atención que el presidente cuida demasiado sus expresiones, lo que lo lleva a tardar laaargos segundos en articular una frase discursiva; también su recurrencia al empleo del pronombre impersonal “SE” que gramaticalmente es considerado como evasivo de responsabilidad, en lugar de emplear el “YO”. AMLO afirma: “Se va a proceder…”, en lugar de sostener: “YO voy a proceder…”, porque eso lo libera de responsabilidad.
Y aquí cabe observar también su reciente tic de chuparse los labios al momento de sus alocuciones, que aparte de resultar de muy mal gusto, puede ser reflejo del momento incómodo que atraviese, sumado al estrés de sus prolongadas jornadas laborales, que como se sabe inician muy temprano. Aunque AMLO ha dicho que los problemas no le quitan el sueño, “porque estamos trabajando para resolveros”, su lenguaje corporal expresa preocupación.
Si fuera el caso que AMLO está sobreexplotado, en todo caso él es su propio torturador al no delegar responsabilidades en los integrantes de su gabinete. También es un dicho generalizado que tiene a varios secretarios de adorno. Columnistas le han dedicado amplios párrafos al tema y lo que observamos desde fuera es que, ciertamente, el presidente acapara todas las cámaras, dirige y corrige en público a sus subalternos.
Quizás estas presiones expliquen el afán presidencial de andar de gira permanente en su zona de confort, que son las poblaciones rurales donde solo recibe aplausos, besos y abrazos de los lugareños; donde se recicla y se crece como un titán de la oratoria y del manejo de masas, que por supuesto lo deben energizar con todas las hormonas placenteras que eso le produce; hasta que se le llega la hora en que debe volver a enfrentar la maldita realidad, llena de asesinatos, EJECUCIONES múltiples, FRAUDES viejos y nuevos, protestas y CRÍTICAS que lo vuelven a meter en su cotidianidad de NEGAR lo que lo incomoda.
Todo esto, sin embargo, sí ha tenido un impacto fuerte en el ánimo presidencial. En sus últimas apariciones en el contexto de la crisis viral, al mandatario se le vio muchas veces con el rostro mostrando una mezcla de sentimientos muy fuertes, con las pupilas dilatadas a pesar de las fuertes luces artificiales, escondiendo su tristeza, pero exhibiendo frustración, ENOJO, soledad e impotencia y sobre todo ANGUSTIA… la angustia que puede sentir cualquiera cuando se enfrenta a situaciones LÍMITE… y teme lo peor.
Inevitable, la derrota
LA PESADUMBRE que se ha instalado en el rostro presidencial pudiera ser su aceptación de que se le complica el gobierno —su malhadada expresión de “El virus nos cayó como anillo al dedo”, que pudiera ser su epitafio político, hay que leerla en sentido contrario, como la de “A mi gallo no le han quitado ni una pluma” —, también pudiera ser el reflejo de que la crisis VIRAL lo ha desbordado y le anticipa momentos peores que lo conducen hacia una derrota INEVITABLE —por lo menos moral y reversible—, muy lejos de la gran victoria que lo llevó al poder.
Andrés Manuel ya no es el mismo; sabe que su gran capital político y moral con que llegó a la Presidencia se le fuga como agua entre las manos, todavía sin lograr sus principales cambios —esa cosa hueca que llama “Cuarta Transformación” —, los que lo llevarían a las soñadas páginas de oro de la historia nacional; tal eventualidad —para su megalomanía— debe causarle un gran dolor.
Pero el coloso López Obrador —así se ve a sí mismo—, ante todos esos males y más, sigue adelante en sus planes. Bien, pero no tanto, porque insiste en lo mismo: en su agenda sexenal tal cual, refutada una y otra vez por sus PODEROSOS adversarios y cada vez más en duda por quienes le dieron votos de confianza.
¿Dónde se extravió el gran candidato López Obrador, amado con pernicioso FANATISMO para disgusto de sus detractores? ¿Hay un futuro prometedor para el Presidente y para sus gobernados sobre el camino que él tiene trazado y que parece INAMOVIBLE? ¿Es rescatable el político aquel que se mostraba más coherente, decidido y persistente en sus propuestas razonables, viables a los ojos de analistas y observadores neutrales? ¿Quién o qué lo inclinó hacia una marcada e inconveniente RELIGIOSIDAD, muy contraria hacia el juarismo justicialista que lo animó durante muchos años? ¿Qué o quién le ha impedido ceñirse a la Constitución en ejes clave de la gobernanza propios de una república federalista? ¿Dónde quedó el candidato que ofrecía combate sin cuartel a la corrupción como eje central de su pretendida TRANSFORMACIÓN histórica? ¿Es consciente AMLO de que gobierna sin rendición de cuentas y con leyes a su gusto, y que en su primer año de mandato ha sido reprobado por organismos especializados en la materia?
Como AMLO, en 2016 también Donald Trump se impuso a todos y a todo en su camino hacia la Casa Blanca. Incluso, una lista de al menos 200 especialistas en salud mental descalificó públicamente al triunfante candidato con una carta que puntualmente lo señalaba como incapacitado para fungir de presidente, pero ni eso pudo cambiar la historia. Ya se saben los problemas que el mandatario estadounidense ha causado a su país.
En México los profesionales del ramo han estado AUSENTES para emitir “recomendaciones” clínicas sobre la salud mental de don Andrés Manuel. NO necesitarían pedirle permiso en el sistema democrático que AMLO presume como el de mayor respeto a la liberta de expresión. Pero la tradición de autocensura se impone todavía en muchos, y es raro que alguien se meta en ese tema, que no sea como rumor o instrumento de guerra sucia, de los que arrojan la piedra y esconden la mano.
De inocultable angustia
FINALMENTE es un anhelo o una petición a voz en cuello que los candidatos y los gobernantes se sometan a pruebas de salud mental, principalmente; la parte física es lo de menos, con unas pastillas o con alguna operación llega el remedio.
Es deseable que el presidente AMLO se encuentre bien de todas sus facultades físicas y mentales. Apenas en año y medio ha metido a México en una confrontación pocas veces vista, por sus contradicciones y contrasentidos. Porque AMLO se desliza hacia la SOLEDAD, aunque él no lo vea. Sus 50 millones de simpatizantes y convencidos pronto no le alcanzarán para mantener la gobernabilidad.
Los empresarios —que se le sumaron, ante el peso de las evidencias inobjetables de su triunfo arrollador— lo han ido dejando solo poco a poco. AMLO y sus 50 millones de votos de pobres que en el mejor de los casos pudiera tener NO van a CONSUMAR el cambio: los pobres solos nunca han encabezado las REVOLUCIONES o si acaso no han llegado muy lejos. Son las clases medias ilustradas, conscientes, las que han abanderado los grandes cambios, y un ejemplo es el propio López Obrador, porque ahí están sus orígenes, en ese nivel socioeconómico.
Quizás por eso, porque se sabe VULNERABLE, el presidente ya no es el sonriente, proactivo y convincente EJECUTIVO entrante, que en sus inicios sumó a la gran mayoría a la causa transformadora. AMLO está asfixiándose en sus contradicciones y su angustia en su rostro ya es inocultable. Angustia porque intuye que las páginas de oro de la HISTORIA nacional pudieran cerrarse para él sin darle la acogida que soñó.
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