A finales de julio pasado, se dio a conocer una “triste noticia”; secuestraron a dos reporteros y dos camarógrafos de importantes medios de comunicación; de inmediato, tal hecho se consideró como un atentado contra la libertad de expresión; en lo personal no entendí ¿qué ganaban quienes habían privado de la libertad a cuatro periodistas?
Sin embargo, tiempo después, de manera sorprendente, como por arte de magia, los dos locutores fueron liberados. ¡Qué raptores tan humanos¡ o quizá “les dio miedo”; pero eso no fue todo[R21]. A los dos días, la “eficaz”, “patriota” y “valiente” policía federal, en un “golpe ejemplar” rescató un par de camarógrafos.
Un mostrenco jefe de la policía federal, junto con sus colaboradores, dio cuenta a la opinión pública del “éxito” obtenido; esto es, poner a salvo a los trabajadores de la lente; aunque casualmente ¡no hubo detenidos!. ¡Vaya con el sujeto! ¿A quién quieren tomarle el pelo?; los impresentables funcionarios de la policía federal, creen que la sociedad mexicana se chupa el dedo.
Si algo caracteriza a los malos gobernantes, es su afán por querer pasarse de vivos, sentirse superiores menospreciando el intelecto del pueblo; lo del secuestro fue una pésima obra teatral, cuyo único fin era darle crédito al negado mandamás de la policía federal. Una cosa es segura, hoy más que nunca, los mal llamados agentes del orden se encuentran en el desprestigio total, los abusos que cometen son permanentes e indignos; por desgracia, buenos policías son asesinados debido al odio provocado por esos aciagos elementos y sus altos mandos, carentes de ética y capacidad.
Por cierto, también participaron en la farsa algunos dirigentes de los medios de comunicación, quienes con bombo y platillo felicitaron a la policía.
En similar tenor, usando como pantalla el “teatrito” ya narrado, el primer mandatario azteca aprovechó para asegurar que lucharía por mantener la libertad de expresión; bien sabemos, ello no existe, los medios de comunicación están en manos de unos cuantos; por supuesto, sólo dan a conocer lo que les conviene; al final prevalecen los intereses creados.
Veamos, la televisión en México tiene dos dueños, laboran ahí sólo los que ellos quieren, el informante dice lo que le dicta el patrón; se unen pretendiendo engañar a la población. Recientemente, dándose aires de pureza, inventaron un concurso para encontrar a los mexicanos más destacados; obviamente, al triunfador le otorgarán un premio ridículo, mientras ellos se llevarán ganancias estratosféricas.
Por su parte, la radio está en manos de tres o cuatro familias, auténticos monopolios donde también se manipula con descaro la información, y los excesos, amén de múltiples arbitrariedades, son la constante.
Sucede lo mismo en materia de prensa. Obviamente, se imponen criterios. Un alpargatero y su hermano, manejan la mayoría de los diarios nacionales; otro pillín de análogo perfil, se ha hecho del periódico de los anuncios; en fin, ¿a eso se le puede llamar libertad de prensa?.
En realidad, lo que menos interesa a los zares de los medios de comunicación son sus empleados, sólo les usan y explotan con sueldos miserables, sus vidas, sobra apuntar, les importan un bledo.
En resumen: Es innegable, el secuestro de los periodistas lo realizó la policía federal para “taparle el ojo al macho”, pretendiendo exhibir ante la ciudadanía una falsa eficacia.
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