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El miedo es el mensaje
Ni un loco más
en Los Pinos
No tiene la culpa el indio,
sino el que lo hace compadre.
Denuesto racista
El profeta canadiense Marshall McLuhan acuñó desde los años sesenta una expresión que con el tiempo se tomó a título de fe: El medio es el mensaje. En el espeluznante clima de guerra que vive actualmente México, gobierno y medios han modificado aquella proposición. Ahora se sabe que El miedo es el mensaje: En menos de 72 horas, durante las cuales Felipe Calderón fue huésped obligatorio de Chihuahua, se computaron 68 crímenes vinculados al crimen organizado. En la suma aparecen 26, sólo entre los estados de Jalisco y Zacatecas. Aparte se contabilizan 14 víctimas en el penal de Apodaca, Nuevo León. La hipótesis es que se trata de presos que fueron ejecutados y luego quemados en un incendio provocado. Entre corchetes queda el asesinato en Naucalpan, Estado de México, del general de división Jorge Juárez Loera, cuya hoja de vida lo identifica como ex inspector y contralor del Ejército mexicano y ex comandante de la 11 Región Militar; hasta causar retiro este año, era oficial mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Atrapados sin salida.
En sus crispadas horas en Chihuahua, Calderón Hinojosa hizo una confesión extraña, dada su arrogancia: No se puede, dijo, enfrentar el delito de las fuerzas de la delincuencia organizada ni tampoco enfrentar el crimen organizado, con un Estado desorganizado. Vamos por partes: En 1988, el Partido Acción Nacional se alió al usurpador Carlos Salinas de Gortari, quien asumió como misión personal demoler fundamentos y estructuras del Estado mexicano. En años recientes, en el Senado se pretendió impulsar una Reforma del Estado. Según sus convocantes, el presidente Calderón Hinojosa fue remiso y omiso ante ese llamado. En 2006, desde su soledad en Los Pinos, sin consultar a los componentes del Estado, declaró su guerra contra el narco. ¿Por qué hasta ahora reconoce que la presidencia sola no puede con un enemigo de la magnitud del narco? ¿Convocará por fin, al menos a los otros dos poderes de la Unión, a un pacto de salvación nacional?
Muerto el rey ¡Viva el rey!
Contaban amigos de don Adolfo El joven López Mateos que, al terminar su mandato (1958-1964), éste hacia una recapitulación de su sexenio y decía que, en los primeros dos años, era repugnante el asedio de los devotos de la empleomanía en busca de chamba, aun de aquellos que no habían simpatizado con su candidatura presidencial. (Después se volvería clásica la máxima de César El Tlacuache Garizurieta, de que vivir fuera del presupuesto es un error). Hasta el tercer año -diría López Mateos- era posible para un Presidente, desembarazado ya de los zánganos, acometer a fondo los compromisos de un programa de gobierno. El tercer tercio, afirmaría, era de desbandada -hasta de los amigos- al acoso de un nuevo príncipe. Sería, éste, el tercio de la tranquilidad en Palacio Nacional. Según esos testimonios, ese balance personal lo daba López Mateos sin perder la ecuanimidad; sin asomo de amargura o de reproche, no obstante los dolorosos estragos del aneurisma cerebral.
En retrospectiva -también relato de El toluco-, don Adolfo El viejo Ruiz Cortines había llamado a su despacho en Palacio Nacional a su joven secretario del Trabajo. No eran tiempos fáciles para el desempeño de este encargo. La adrenalina aceleró el pulso del invitado. El austero veracruzano lo colocó parsimoniosamente frente a un enorme mapa de la República. Potenciando en voz alta la escala de la gráfica territorial: ¿Qué emoción le provoca? Silencio: Es la Patria que dentro de algunos meses quedará bajo su custodia. Prepárese para el cambio de guardia. Nada qué ver el ritual privado con la escenografía que días después montaría el Partido Revolucionario Institucional, según sus usos y costumbres.
Unos ocho años antes, la escena política nacional se había erizado con los rumores, no infundados, sobre la tentativa reeleccionista de Miguel Alemán Valdés. Doce años después, sus malquerientes divulgarían la supuesta intención de Luis Echeverría de asestarse un autogolpe de Estado. Son tales las circunstancias, atrapadas como pálidas alegorías, que gravitan sobre el ejercicio del poder presidencial en México. En realidad, Echeverría cultivaba la tentación de convertirse en secretario general de la ONU, como después Carlos Salinas de Gortari aspiraría a la nominación a la Organización Mundial de Comercio. Salinas de Gortari, que arribó al poder desde la ilegitimidad electoral -golpe de Estado técnico, le llamó el constituyente y entonces diputado priista don Antonio Martínez Báez- y hacia 1991 lanzó un globo de sonda reeleccionista, culminó su sexenio con la aparición guerrillera del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas y los asesinatos del cardenal Juan José Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio -el candidato priista idóneo- y Francisco Ruiz Massieu. Ni José López Portillo, ni Miguel de la Madrid o Ernesto Zedillo pretendieron continuismo personal transexenal e incluso el primero denunció pretensiones de minimaximato de su antecesor y el segundo no puso reparo a la caída del sistema -que, según sus propias palabras, devino terremoto político entre la dirigencia priista- para hacer llegar a Salinas de Gortari.
La aventura en pos
del poder presidencial
La aventura en pos del poder presidencial -si bien caracterizada por la ambición personal- se desarrollaba en el marco del acerado control del huésped de Palacio sobre su gabinete y sobre su partido, del que era reconocido jefe nato; indisputable. Se volverían clásicas las figuras del sobre lacrado, la legión de tapados y la estampida de los búfalos siempre sujetas a los guiños y el manotazo del mandatario en turno, y siempre ceñidas a la disciplina partidista, apenas violentada, sin resultados mayores, por los generales Juan Andrew Almazán (1939-PRM) y Miguel Henríquez Guzmán (1950-51-PRI) y, con sordina, por Javier García Paniagua en la sucesión de López Portillo (1981-PRI).
Es cierto que las fintas reeleccionistas de Alemán Valdés -después exploradas por Carlos Salinas de Gortari luego de las elecciones intermedias de 1991- y la vocación autoritaria de Gustavo Díaz Ordaz (¡2 de octubre no se olvida!) ensombrecieron el calendario sucesorio, pero el proceso, siempre conducido formalmente por “el partido casi único” e inducido siempre desde el Palacio de Covián -del que en la época civilista hasta la irrupción de la tecnoburocracia surgieron al menos cuatro candidatos- se desenvolvía y concluía con alto grado de racionalidad basado en las reglas no escritas de la política a la mexicana, depositada ésta largo tiempo en la autoridad de la familia revolucionaria, la de los generales en activo o en retiro. Racionalidad, decimos, porque al final de la jornada los aspirantes derrotados asumían su reacomodo con la esperanza de una segunda oportunidad. Retar la autoridad del Presidente en funciones equivalía al suicidio político, según lo supieron en su momento Andrew Almazán y Henríquez Guzmán, después tipificados por sus panegiristas como mártires de la democracia. A ninguno de los dos, sin embargo, se les endilgó el sambenito de locos.
Candidatos a la
camisa de fuerza
El hiriente pseudo diagnóstico siquiátrico se le endosó a Ernesto Zedillo, primero cuando declaró su sana distancia del partido que lo encumbró como presidente suplente, cuando reconoció después que su elección no fue equitativa y, finalmente, cuando entregó dócilmente la banda presidencial a Vicente Fox. Pero esos eran rasgos del estilo personal de gobernar de quien declaró que le tenía sin cuidado el juicio de la historia. Sólo el homicida infantil, Salinas de Gortari, se atrevió a asegurar que Zedillo no había logrado superar “sus traumas infantiles”. Él tampoco ha dado pruebas de que los haya remontado.
Vicente Fox, identificado por los salinistas con el remoquete nada original de alto vacío por sus actitudes excéntricas como diputado a la LIV Legislatura federal (1988-1991), aún antes de asumir la gobernación del estado de Guanajuato era señalado por sus paisanos por sus arrebatos demenciales que, al terminar su sexenio en Molino del Rey, fueron confirmados por el Tribunal de la Sacra Rota de Roma. No obstante, en el ejercicio de su mandato, ya se había ganado el dictamen popular sobre su desquiciamiento cuando empezó a operar la candidatura de su pareja Marta Sahagún para sucederlo en el cargo. Ya de regreso a la vida civil, confirmó la sospecha al reconocer jactanciosamente que se había entrometido en la campaña presidencial 2005-2006, atribuyéndose dos triunfos sucesivos: El propio en 2000 y el de Calderón Hinojosa seis años después. Es ahora del dominio público que todavía -nostálgico de un poder sin autoridad- exige se le dé el trato de presidente, “como en los Estados Unidos”.
El de Guanajuato.
Quizá el caso de Fox explique a posteriori la actitud de ciertos segmentos del sector privado que, hacia el inicio de la década de los ochenta, empezaron a preocuparse por el estado emocional de los mandatarios mexicanos para prevenir sus implicaciones en el ejercicio del poder. La Fundación Banamex, por ejemplo, solicitó a especialistas una suerte de fiosiognómica de Miguel de la Madrid, con base en la lectura de su biorritmo y algunos tests indirectos, etcétera. Casi dos décadas después, cuando hizo públicas revelaciones de que Salinas de Gortari estuvo relacionado con el narcotráfico, hasta sus ex colaboradores y sedicentes amigos le imputaron locura senil, por decir lo menos.
De hijo desobediente
a jinete en la tormenta
Estos escarceos editoriales tienen como propósito explorar qué está pasando con y por la mente de Felipe Calderón Hinojosa cuando se aproxima la hora de la pérdida del poder. Aun desatada la guerra contra el narco (por la cual algún empresario lo motejó de Borras), al michoacano se le reconocía una intemperancia cuerda, reflejo de su carácter duro, inflexible. Y no faltaba aquél que le festejaba sus chascarrillos de mal gusto con los que pretendía difundir la sensación de temple ante la crisis, presentándose ora como el hijo desobediente ora como jinete en la tormenta. En las últimas semanas, sin embargo, hay deslices verborréicos que no embonan en la imagen que se espera de un estadista centrado y concentrado.
Para empezar -quién sabe si por el nuevo modelo de lentes que porta-, Calderón Hinojosa parece no darse cuenta de la visible actitud de hastío que provoca en las asambleas adultas a las que dirige sus mensajes. O, por darse cuenta, le ha dado por hacerse de público infantil cautivo. Así lo hizo cuando anunció subsidios a la educación privada, acto en el que aparecían niños resistiendo desesperadamente el sueño; y semanas después, en la celebración de el Día del Niño. En las pantallas televisivas aparecieron Calderón Hinojosa y su esposa cargando infantes de entre uno y dos años. Ahí, Calderón Hinojosa asestó un discurso a su indefensa audiencia: “Estamos trabajando por las niñas y niños de México. Estamos trabajando por la seguridad, combatiendo a los malos, combatiendo a los delincuentes, porque queremos que ustedes, niñas y niños puedan vivir en un México en paz, en libertad, que puedan ir a la escuela, que puedan crecer, que puedan salir a la calle sin miedo” (¡!). Qué didáctico. Uno recuerda la ira del PAN cuando a los presidentes priistas se les montaban escenografías sacando a los niños de las escuelas.
El de Michoacán.
En las semifinales del torneo de fútbol comercial, en Morelia (cuna del presidente designado), el partido entre Monarcas (TV-Azteca) y Cruz Azul terminó en una vergonzosa y criminal tremolina en la cancha anfitriona.. En vez de condenar la violencia antideportiva en su estado, el Presidente fue a Tres Valles, Veracruz, a expresar “su deseo” de que la Tierra “se caliente poquito, no más de dos grados, porque si se calienta más va a pasar como los últimos minutos del juego entre Cruz Azul y Morelia, que se calentaron de más y todo fue un desastre”. ¿En qué frecuencia anda el michoacano que pierde el tacto y las proporciones en el planteamiento de un problema que amenaza la existencia del planeta?
En reciente visita a Washington, en el contexto de una crítica pública al modo de vida estadunidense, primado por la permisividad hacia el consumo de drogas, Calderón Hinojosa apeló a un humor negro -infantilóide dicho con más propiedad- asegurando que él está combatiendo y venciendo a criminales en Apatzingán, (pero) “no sólo voy a combatir criminales en Apatzingán, sino también de Afganistán, Pakistán y de todo el mundo”. La baladronada presidencial podría leerse como una burla al fracaso de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en aquellos territorios -habitado por criminales, según se colige de su decir-, si no fuera porque su gobierno (el calderoniano) ha estado apremiando el auxilio de El Pentágono en su guerra contra el narco. Pero la “broma”, censurada por el embajador mexicano Arturo Sarukhan, de acuerdo con el propio dicho de Calderón Hinojosa, no mereció ni la obligada sonrisa de sus subordinados, cuando el pueblo norteamericano entraba en esas horas en sicosis colectiva a consecuencia del asesinato de Osama bin Laden.
Ya de regreso en México y ante cientos de delegados federales en el país, Calderón Hinojosa continuó con su obsesión recurrente: La guerra contra el crimen organizado, para equipararse con Winston Churchill. El Primer Ministro británico, dijo, fue acosado y señalado en medio de titubeos (críticas) que le aconsejaban ignorar el avance de los nazis, e incluso someterse a ellos. Como Churchill, vencedor en la Segunda Guerra Mundial, proclamó Calderón Hinojosa, él alcanzará la victoria. Vale que Calderón Hinojosa tenga como modelo prototípico al más grande y admirado inglés del siglo pasado, pero -en el elogio- su aligerado subconsciente lo indujo a aceptar que el supuesto combate por la seguridad de los mexicanos es en realidad una guerra de la que todavía espera salir victorioso. No pueden disociarse esos insanos desplantes exclamatorios del brutal espectáculo que vivió la humanidad por aquel siniestro acontecimiento. Menos mal para los mexicanos que fueron los Estados Unidos y no el Reino Unido los que lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Por lo demás, considerar que el triunfo de los aliados contra el nazifascismo fue un triunfo personal de Churchill, como que suena a ignorancia de la historia. Más aún, cuando la historia fundacional del Partido Acción Nacional se relacionan con la admiración de algunos de sus más conspicuos militantes a Benito Mussolini y Adolfo Hitler.
La violencia, sólo
mera “percepción”
Ya encarrilado en su frenético ambulantaje, Calderón Hinojosa retornó a los Estados Unidos. Ahora a Las Vegas, Nevada, a la llamada Cumbre Mundial de Viajes y Turismo. Fue el único mandatario del mundo que aceptó la invitación y, al parecer, es el primero que asiste a ese evento en toda su historia. Desde el santuario de los juegos de apuesta y de otras fascinantes disipaciones, creado por las mafias estadunidenses (el PAN solía festinar el descubrimiento de priistas y perredistas agarrados infraganti haciendo tiradero de millones dólares malhabidos en aquellos casinos. Ahí están los famosos videos de Carlos Ahumada), el michoacano pintó el cuadro apacible en el que se desenvuelve la vida de los mexicanos. Los únicos shots (tiros, disparos) que reciben los turistas en Quintana Roo, afirmó, “son los que reciben los springbreakers y son de tequila. Nada pasó”. ¿Cómo Calderón Hinojosa no va a ver el paisaje apacible, si cada vez que va a su isla preferida, Cozumel -y lo hace con frecuencia-, ésta isla es sitiada por el Estado Mayor Presidencial para que su jefe pueda pedalear su bicicleta y bucear escoltado por buzos habilitados de militares.
Desde los años ochenta, la Secretaría de Turismo mexicana y el gobierno del estado convirtieron las playas de Quintana Roo en zona de tolerancia para arrebatarle a Florida el mercado de los springbreakers, una población de unos 100 mil adolescentes y jóvenes norteamericanos bien prendidos que, desde el punto de vista de la economía turística, dejan en realidad pocos dividendos; sus consumos más socorridos son el alcohol y la droga. Sólo en 2010 se denunciaron 997 ataques sexuales. Antes de terminar febrero de 2011 ya se habían reportado otras 45 agresiones sexuales. Este mismo mes, el Departamento de Estado (USA) emitió una alerta en la que, previniendo sobre el clima de violencia en México, advierte que Cancún, Playa del Carmen y Cozumel son zonas de cuidado. “Conócelos antes de ir”. Si bien, dice el boletín de Hillary Clinton, la mayoría disfruta sus vacaciones sin incidentes, se presentan situaciones desagradables y peligrosas. Varios pueden morir.
En su chistoso discurso en Las Vegas, Calderón Hinojosa les asestó a sus anfitriones su muletilla favorita: Les aseguró que el problema de la violencia en México “es de percepción”. Y, a todo esto, ¿qué es lo que el michoacano entiende por percepción? Cualquier estudiante de primer semestre de sicología sabe que percepción es la función sicológica que permite al organismo, al través de los órganos de los sentidos, conocer el ambiente externo y las diversas modificaciones que en él se producen. A lo que parece, Calderón Hinojosa pretende que lo que los órganos de los sentidos les informan a los mexicanos sobre la situación de su entorno físico y social es mera imaginería: Un supuesto de la realidad. No a cualquiera se le dan las metáforas o los retruécanos. La palabra, solía decir Ortega y Gasset, es un sacramento de delicada administración.
Los “juguetes”
de la muerte
Aparecen en esas formas de comportamiento público de Calderón Hinojosa signos de involución; una especie de regresión a la infancia que se condensan en aquellas quebradizas autoafirmaciones como el hijo desobediente o el jinete en la tormenta. En noviembre pasado, en entrevista para la cadena televisora CBS, el mandatario, al alardear el Comando Central de Inteligencia -el gran complejo tecnológico concebido como rector de la guerra contra el narco-, se expresó así: “Yo quisiera todos esos juguetes; todo eso, todos esos instrumentos necesarios para superar a los criminales”. La cuestión es que, todos esos sofisticados juguetes, están a su alcance como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, pero éstas continúan operando con artefactos y métodos tan rudimentarios que los daños colaterales siguen siendo el santo y seña de todos los días del combate a la delincuencia. Con tales métodos y técnicas -resulta obvio-, hasta hoy no se ha logrado “superar a los criminales”. De lo que se deduce que el “yo quisiera” podría ser una secreta pero acusada manifestación de impotencia.
Dado el ambiente de esquizofrenia que señorea la vida pública de México, en alguna edición anterior de Voces del Periodista sugerimos si no es llegada la hora en que se acepte que -habiéndose abandonado en los programas educativos básicos la enseñanza de civismo y ética, y en las instituciones de educación superior se incluyan casi como mero registro curricular materias como Teoría del Estado y, en general, las ciencias políticas y sociales, para favorecer en cambio la formación de cuadros tecnocráticos-, a los políticos mexicanos se les observe y codifique según las ciencias relacionadas con la sicología y la siquiatría.
Disparejo reparto
de materia gris
Semanas después (el pasado 6 de abril), con procedencia de Washington, la agencia AFP divulgó en México los resultados preliminares de una investigación auspiciada la University College London, cuyas conclusiones fueron publicadas originalmente por la revista especializada Current Biology. Se trata de un estudio sobre 90 adultos jóvenes voluntarios que previamente confesaron sus tendencias políticas. “Los liberales”, revela la prueba, “tienen más materia gris en una zona del cerebro asociada con la comprensión de la complejidad, mientras que el cerebro de los conservadores es más grande en la sección (la amígdala cerebral derecha) relacionada con el miedo”.
Explica el estudio citado: “La gente con una amígdala cerebral grande (los conservadores) es más sensible al disgusto y tiende a responder a situaciones amenazantes con mayor agresividad. Los liberales están vinculados a una circunvolución del cíngulo anterior de la corteza cerebral; una región que controla la incertidumbre y los conflictos”.
Gustavo Díaz Ordaz.
Los necios con
opinión de sabios
No sería ocioso que los consejeros del Instituto Federal Electoral y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación -además de conocer de la A a la Z el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales- bucearan en ese tipo de investigaciones científicas a la hora de determinar en que cabeza depositan el poder presidencial en México. Que los aspirantes a conducir los destinos de la República tengan su propia y legítima vocación ideológica, no los exenta del imperativo de poseer un cerebro capaz de controlar sus instintos y pulsiones, habida cuenta que sus actos no afectan sólo a su particular personalidad, sino la suerte de más de 100 millones de personas expuestas -sobre todo las que no tuvieron la oportunidad del voto- a una sola voluntad individual. quién sabe qué tan lúcida y ecuánime. No es asimilable a cualquier mentalidad el antiguo consejo de que -particularmente en política- se debe actuar con el corazón caliente y la nuca fría. De lejos viene el eco de la advertencia de Huarte de San Juan: “No hay cosa más perjudicial para la República que un necio con opinión de sabio; mayormente si tiene mando y gobierno…”. (Sobre el perfil psicológico del gobernante.)
De la Madrid y su obra.
El silabario de la locura
(Por sus síndromes los conoceréis)
Adrenalina) Hormona del grupo de las catecolaminas. Su producción en el organismo dispara los estados de excitación, ansiedad y temor.
Afectación) Comportamiento que se manifiesta en los esquizofrénicos y que se pone en relieve al través actitudes, mímicas, discursos y gestos artificiosos y disonantes.
Agresividad) Comportamiento tendente a agredir a alguien o a dominar o imponerse. Ante todo, representa la reacción a un estado de frustración.
Alcoholismo) Estado patológico causado por la absorción excesiva y prolongada en el tiempo de bebidas alcohólicas.
Alucinación) Experiencia sensorial ilusoria; o sea: vivida en ausencia de los correspondientes estímulos externos.
Bobarismo) De Madame Bobary. Designa una actitud veleidosa e insatisfecha, dominada por un concepto mítico e irreal, en el que no se distinguen los límites entre sueño y realidad.
Cleptomanía) Impulso irrefrenable que mueve a robar.
Compensación) Forma de mecanismo inconsciente de defensa que mueve a un individuo a reaccionar ante una condición suya de inferioridad, imaginaria o real, con la intención de restablecer un equilibrio favorable a él.
Delirio) Trastorno patológico de la personalidad que se manifiesta a través de una percepción alterada de la realidad. El sujeto delirante rechaza cualquier intento de hacerle reconocer lo infundado de sus convicciones.
Desadaptación social) Desarmonía de comportamiento entre un individuo y su ambiente social, fuente de disgusto tanto para el propio individuo como para los demás.
Desorientación) Alteración de la noción de espacio, de tiempo y de identidad.
Dipsomanía) Impulso irresistible, periódicamente recurrente, que conduce a la ingestión de bebidas alcohólicas.
Disyección) Desdoblamiento de la personalidad, como ocurre en los sueños.
Egocentrismo) Tendencia psicológica a situar la propia personalidad en el centro del mundo. Constituye una actitud natural del niño, en tanto que su persistencia en el adulto denota inmadurez.
Eretismo) Excitabilidad excesiva de tipo patológico, a menudo asociada a la imbecilidad.
Esquizofrenia hebefrénica) Esquizofrenia con graves formas de desorganización de la personalidad. El paciente pierde por completo la relación con la realidad y presenta manías.
Exaltación) Modificación característica del tono afectivo, con predominio de euforia y petulante seguridad.
Fabulación) Mientras en el niño dotado de fantasía, ésta circunstancia resulta normal, en el adulto delata debilidad mental.
Fanatismo) Actitud de ciega dedicación a una determinada causa o idea, a menudo acompañada por una carga de pasión e intolerancia que asume valores antisociales.
Frustración) Condición que se manifiesta cuando surge un obstáculo que impide la satisfacción, consciente o inconsciente, de una tendencia caracterizada por un elevado valor afectivo.
Impulsividad) Peculiaridad del carácter que mueve a realizar acciones inmediatas y espontáneas sin medir las consecuencias.
Instinto de muerte) Según Freud, tendencia a la autodestrucción.
Logorrea) Locuacidad excesiva; puede observarse tanto en sujetos normales, en los que indica un estado de inseguridad, como en pacientes caracterizados por desorganización de funciones asociativas.
Manía de grandeza) Convicción de ser persona absolutamente excepcional.
Megalomanía) Sentimiento patológico de poder y superioridad, no justificado por un motivo real. Además de aquellos casos en los que la megalomanía se asocia a formas decididamente delirantes, existen también personalidad megalómanas, mas allá de las normas que tiende a asumir funciones o iniciativas desproporcionada respecto de sus posibilidades.
Narcisismo) Tendencia a alabar excesivamente sus propias acciones.
Pantofobia) Estado de miedo generalizado frente a cualquier cosa o situación.
Paranoia) Grave enfermedad en la que a menudo se presentan manías de grandeza.
Puerilismo) Comportamiento típicamente infantil o adolescente en personas ya adultas.
Sentimiento de culpabilidad) Sentimiento muy penoso derivado del conocimiento de haber infringido códigos de comportamiento o valores éticos y sociales.
Sociópata) Individuo que presenta tendencias antisociales relacionadas con factores socioculturales, así como constitucionales.
Taquifemia) Fluencia incontrolada de palabras incomprensible y precipitada, Llamada también tumultos sermones.
Trance) Paso de un estado psíquico particular, caracterizado por limitación de la conciencia.
Etcétera.
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