RETOBOS EMPLUMADOS PINO PÁEZ (Exclusivo para Voces del Periodista)
Terciariocronicar del senote sagrado
DE LA MÍTICA ABUNDANCIA DE SABRINA, a los suéteres mágicamente enmontañados de Jane Mansfield y Fany Cano, transitando por la pequeñez magnífica de Pina Pellicer y BrigitteBardot… en pechos de mujer se combinan en un pálpito la hermosura y el milagro.Patriarcas de la “estética” y la mercadotecnia, empero, dictan dictaduras de empechada monumentalidad, imponen la exuberancia pectoral como norma que atraiga legión de sitibundos, amotinados bebedoresen catedrales horizontales que cirujanos instalan en el umbral del corazón, a fin de que de una sola corazonada… galanes en tumulto se aproximen sumisos con la súbita ofrenda de su sed.
Crónica primaria: Pétreo latir
Petra Camargo Morales, en cuanto los calendarios le maduraron la existencia, sentíase satisfecha con sus redondeos sin cambio… pero con miríficas protuberancias de mujer: caderas suculentas donde los faunos anhelan sujetarse en el naufragio; piel apiñonada y frutal como para eternizar homenajes en el ritual del besuqueo;cuelloelegante y apetecible para draculear lo afrodisiaco de una dentellada; senitos bellamente diminutos en símil de tunita lista a ser consumida en una canción.
Petra, sin embargo, pasó a ser rehén de “infomerciales” en que féminas de busto reducido dejan de ser sujeto para devenir objeto de ironía. Conocidas suyas, operadas, que de lindos limoncitos hicieron espectaculares toronjotas… se burlaban de aquélla que aún no acudía al quirófano de los toráxicos incrementos, a la cual motejaron “Gioconda” porque, a risotadas aclaraban, se trataba de una minúscula “mona lisa”.
Camargo se sintió devastada por la crueldad de sus “amigas”, por los anunciantes de catedralicias vanguardias, por la venta de sostenes que sostienen el alud de una cordillera… mientras ella se colocaba de brasier un antifaz.
Morales temía muchísimo a los operadores del implante. Su obsesión y su miedo conjugados, la orillaron a colocarse bajo la blusa dos piedras enormes que lapidarían amás de un bebedor.
Petra Camargo Morales es ahora la temida: le temen los apóstatas locutores del senote sagrado, a quienes apedrea desde el arsenal de los latidos. Le temen sus “amigas” por las pedradas sin habladas con que las tiene advertidas, si vuelven a giocondizarla. letemen sedientos en celo que a sorbos de pasión manále extraen de las piedras. Petra Pétrea abrió para todas una cantera alternativa superior al bisturí.
Crónica secundaria: gigantismo en hermandad
Charly Carla Méndez Astudillo se dedicó al travestismo teatral desde su adolescencia. Nunca le interesó emascularse para lucir una hermosa herida de mujer. Lo que deseaba más ardiente que una hoguera… era tener de izquierda a derecha y viceversa un seno bendito y mayúsculo, un senote sagrado sin connotación al sacrilegio.
Charly, sin recurrir a depilaciones extremas, adquirió un cutis casi femenino, sin rastro de patillas que le bosquejaran breñales a lo largo del perfil, exento del mostacho tan desagradable en que se atoran los tributos del catarro.
Carla tenía un pendiente, no arete que de eso poseía un arsenal, sino una incumplida ilusión: senos, senos tan prolíficos que del pecho a tierra hicieran un instantáneo sembradío de volcanes.
Méndez no recurrió al quirófano sino a la química, apastillotas más gordas que lágrimas de farsante. De las liliputienses tetillas, irrumpió una dualidad de artísticos aguacatitos, elegantes y sensuales que desde el hostal de una blusita ajustada… despuntaban una especie de disparos a mansalva de hermosura.
Astudillo personificó el júbilo con su tronco poblado de dos bellezas; ya no imitaba en el teatro a vedetes afamadas, se descubría el torso y, ante la luz reveladora de un reflectorcito, el respetable aullaba de sed, más que El lobo estepario de Hesse, más que la envidiosa Loba de Chimalhuacán, más que la putativa mamá de Rómulo y Remo. ¡Auuu! coyoteabanlos comensales reclamando su derecho a la hidropesía.
Charly Carla Méndez Astudillo gozaba la hermanada perfección de sus protuberancias. Su alegría pronto perdería hasta el amaranto, pues pese a que ya no tomaba las pildorotas aquéllas, las hermanitas no cesaban de crecer: de los aguacatitos, a los melones, de los melones a balas de cañonería antiaérea, de balas de cañonería antiaérea, a cola de dragón…
Charly intentó el cercenamiento, pero más vigorosas y grandotas renacían las cuatitas. Carla se cubría el tronco con abrigotes de centinela y aun así a la vista los volovanes todo tumoraban. Méndez vio que embarnecían ¡dos serpientes! más grandes y rollizas que una boa. Astudillo ahora labora en un circo, muestra sus víboras e invita a los sedientos a que se zampen el fin de un solo trago apasionado.
Crónica terciaria: de bufanda casi el corazón
Teresita Jiménez Ruiz es una devota que jamás extravía las cuentas del rosario; sumisa nunca falla a su misa, a su misión en doble redundancia de absoluta sumisión.
Teresita, empero, padece un pesar, un auténtico y literal peso pesaroso: ¡unas descomunales glándulas mamarias que le acompañan el latir en penitencia!, pechos imposibles de despechar que la doblegan y le acarrean depravados fisgoneos en enjambre.
Jiménez, en un principio, recluía a las grandulonas en ataduras de chal y de rebozo. Todo en vano, impasible permanecía el dúo de regordetasgelatinándole sismos al caminar. Y los ojos, los ojos múltiples de platón, en absoluto platónicos,sóloemplatonadose imparpadeablescurioseos de pecador, sin diálogos pero con pornográficay mirona filosofía sin pestañear.
Ruiz asumió la posesión de su parejota de rollizas, más que en castigo, como pruebaa la fidelidad de su estoicismo;nada de serruchar grosores… ni esconderfratelas en armadura. Cesó el enrebozamiento contra las carnalitas, las indultó, liberándolas de chal y copas carcelarias. En los horarios del frío con ellas se tapa libertaria; las inseparables la protegen de la escarcha, le sirven de gran gazné, y se coloca de bufanda casi el corazón.
Teresita Jiménez Ruiz ya no sufrió en agravio el recrudecido ojear de los degenerados, conmiseración le causaban las miradas manifestaciones de la sed. Teresita, en altruismo inmarcesible, les da de beber la paz… en la liberada y bondadosa gemelez de sus cantarotes. Jiménez aplaca pecaminosas deshidrataciones enla fraternidad de sus congénitas fontanotas. Ruiz musita coros gregorianos al unísono que redime peregrinos que hacen fila frente a las parientas que jamás agotan su ablución ni su absolución.
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