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Edición 298
Escrito por Abraham García Ibarra   
Jueves, 31 de Enero de 2013 18:26

PAPELES AL VIENTO
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
(Exclusivo para Voces del Periodista)


No hay delito que perseguir…

 

EN ÚLTIMA LECTURA, ¿para qué ha servido -de veras-  la Ley de Transparencia con la que, a la primera provocación, se les llena la boca a nuestros próceres hechos burócratas? La Ley de Transparencia ha servido para transparentar el cinismo del Ejecutivo, el cinismo de los legisladores, el cinismo de los transgresores y el cinismo de los jueces, o sus equivalentes.

“Planchando” consensos
“Planchando” consensos

Suman millones las solicitudes de información requerida al sector público que han sido arrojadas al cesto de la basura. Se pierde la cuenta de cuántos requerimientos han sido contestados sumariamente: Información inexistente. Y, sin embargo, los casos de corrupción más vergonzosos inundan el dominio público, sin que autoridad alguna proceda contra los corruptos. La corrupción es ya un deporte nacional. Transparencia Internacional nos da anualmente el reporte del tema.

Érase una vez Gerardo Medina

En el principio de las cosas, la narrativa la podemos iniciar con este expediente. Desde que la oposición partidista apenas era representada por los diputados de partido, era frecuente que en sesiones de la Cámara de Diputados legisladores del PAN, elección tras elección, denunciaran fraude.

Recordamos al vitriólico diputado Gerardo Medina Valdez, siempre voz cantante del PAN para esos casos, cuando, al responder a una burla de un priista que socarronamente espetaba a los denunciantes azules: Lo que pasa es que los panistas fueron por lana, y salieron trasquilados. Medina Valdez volvía a la tribuna para revirar enardecido: Y lo que pasa, es que los priistas van por lana y salen…  con mucha lana. Hastiados, los priistas concluían: Esta tribuna no es barandilla policiaca. Si tienen pruebas, preséntenlas al Ministerio Público. Terco, Medina Valdez atacaba de nuevo: Los estamos acusando de rateros, no de estúpidos. Claro que ustedes procuran ocultar las huellas. De eso se trata la cuestión: De money-Monex.

Medio siglo después de reformas políticas a granel; de Ley Federal Electoral, pasando por la LOPPE hasta el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), y de leyes de transparencia y rendición de cuentas, el libreto del espectáculo es el mismo, sólo que ahora las inconformidades pasan por las manos de consejeros del Instituto Federal Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con los mismos deprimentes resultados: No hay verdadera justicia Electoral.

Sedicentes democratizadores

Volvamos, otra vez., al principio: Cada ocasión en que se convoca a la poda de consejeros o magistrados electorales, los nuevos postulantes forman legiones con sus hojas de vida profesional. Sus comparecencias ante amodorrados sinodales, son una explosión de conocimiento y sabiduría, de experiencias y de entusiasmo por salvar la democracia. Constitución, códigos y leyes aleatorias son memorizadas y repetidas al dedillo. Ahora sí: ¡Ahí viene la democracia! ¡Nunca más la burla del voto popular!

Alfredo Cristalinas
Alfredo Cristalinas

Ya están en sus catitillos de la pureza los tejedores de milagros democráticos, cuyo primer acto es ponerse ipso facto al corriente de sus ansiadas prestaciones económicas y sociales, prebendas adicionales y placeres vicarios anexos. Su segundo acto es presentar sus flamantes credenciales ante las tesorerías respectivas con sus correspondientes registros del contribuyente y números de cuentas bancarias. Ya tienen nuevas residencias familiares, automóviles último modelo para la esposa y los hijos, y las guías del buen gourmet. Algunos, no todos, buscarán las revistas del corazón para anunciar su nuevo estatus socioeconómico. No más las penurias de la academia.

Entre sus previsiones, está -no faltaba más-, la compra de lujosos juegos de maletas para los viajes a la rosa de los vientos con la envidiable, pero  instranferible misión  de hablar en el extranjero de los perfectos procesos electorales que sólo en el México lindo pueden experimentarse.

La coartada de Pilatos

Cuando, finalmente, se ponen a talachar con sus cohortes de asesores, asistentes y bellas secretarias ejecutivas, a la hora de los dictámenes y sentencias recuerdan -¡Carambas!- algo que se les olvidó recordar cuando presentaban sus exámenes ante sus sinodales: Que la Constitución y las leyes que de ella emanan y que juraron aplicar escrupulosamente para implantar el imperio de la democracia, son deficientes, insuficientes; laguneras o agujeradas; que fueron escritas con las patas y firmadas sobre las rodillas por esos imprevisores gañanes del Poder Ejecutivo.

Una vez adoptada la coartada de Pilatos, la confesión inverecunda: Lo único que encontramos y podemos sancionar de las denuncias y los recursos de impugnación -privilegio exclusivo de los partidos, no de los ciudadanos, que no son más que meros cruzadores de boletas electorales y luego se vuelven sombras  etéreas- son faltas administrativas. Si alguien ve en éstas, delitos, pues que vuelen, pero ya, con su monserga a las instancias de competencia, ¡váyanse con su música a otra parte! A la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales de la PGR le encanta esa sinfonía telúrica.

Y el enfadado y desenfadado consejo final a los empedernidos impugnadores de cada elección: Díganles a sus legisladores que no manchen; que hagan la ley verdadera; que se dejen de andar urdiendo la lex simulata. Que revisen el manual del buen legislador. Y se quedan tan campantes los señores consejeros y magistrados.

Lorenzo Córdova
Lorenzo Córdova

No hay delito que perseguir. Sólo “faltas administrativas” que se castigan con una multa. Es el momento en que los transgresores sueltan la carcajada al hacer la ecuación costo-beneficio de sus marranadas: Así ocurrió en 2000 con Amigos de Fox y el Pemexgate, de los que tan bonito escribió el académico y ahora consejero Lorenzo Córdova. Así ocurrió en 2006, data de la célebre celebración democrática calderoniana del haiga sido como haiga sido. Así sigue ocurriendo en 2013.

Agradecemos infinitamente la involuntaria pero magistral contribución a esta entrega del inefable director de la Unidad de Fiscalización del IFE, Alfredo Cristalinas (qué apellido tan alegórico para la transparencia), abnegado y exhaustivo ejecutor de más de 600 diligencias indagatorias del Caso Monex, después de las cuales remitió a los inconformes con el difunto Renato Leduc:… Como dice el refrán/ dar tiempo al tiempo/ que de dolor y amor/ alivia el tiempo. Los tiempos de la fiscalización y sus coartadas no son los tiempos de las sentencias del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y sus coartadas. Palo dado ni Dios lo quita. Y alénguenle al ampayer.



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