ARNOLDO MARTÍNEZ VERDUGO
Muere un irreductible
combatiente de la izquierda
PROTAGONISTA DURANTE CASI siete décadas en las incesantes
luchas de la izquierda mexicana, el 24 de mayo, a los 88 años murió el
combatiente por el socialismo Arnoldo Martínez Verdugo, obrero sinaloense
(Pericos, Mocorito), que emigró a la
Ciudad de México para iniciarse en las artes en la escuela La
Esmeralda.
Llegará el momento en que los pueblos emprenderán “una
nueva ofensiva que ponga fin al periodo de dominación de la propiedad privada,
que hoy se presenta como fatalidad histórica”. Apenas el 10 de enero pasado,
cuando una prolongada enfermedad menguaba su salud física -pero no mellaba sus
convicciones doctrinarias-, Martínez Verdugo recibió un homenaje de sus
camaradas a los que dejó a manera de testamento ideológico aquella esperanzada
profecía.
Hijo de una época en que aún no se sellaban las pugnas
posrevolucionarias (nació en 1925), Martínez Verdugo vivió sus mocedades en un
ambiente en el que la juventud sinaloense, al calor de la gran transformación
cardenista, abría nuevos senderos a la educación superior convirtiendo el
Colegio Civil Rosales en primera Universidad Socialista del Noroeste (1937).
Siempre al lado
de la clase trabajadora
Con aquel equipaje de experiencias, frisando los veinte
años de edad, Martínez Verdugo recibió en 1946 su primer carnet como militante
del Partido Comunista Mexicano (PCM), a cuyo secretariado colectivo sería
incorporado en 1959, tiempo en que, distante ya el periodo de Lázaro Cárdenas,
maestros, ferrocarrileros y luchadores agraristas relanzaban los grandes
movimientos de reivindicación social con el acento puesto en los derechos de la
clase trabajadora.
Hace precisamente medio siglo, finalizando ya el sexenio
de Adolfo López Mateos, Martínez Verdugo fue encargado de la secretaría general
del Comité Central del PCM. Su visión internacionalista le había permitido
observar el pugnaz choque entre los Estados Unidos y la Unión Soviética que devino
Guerra Fría.
Su resistencia a la ley del hierro del estalinismo le generó a Martínez Verdugo no pocas tensiones con la línea
intransigente en el interior del PCM, que porfiaba en mantener la subordinación
a Moscú. A los cinco años de su secretariado enfrentó una doble prueba del 68:
En el teatro internacional, el aplastamiento de la Primavera de Praga, que el izquierdista
sinaloense reprobó. En el escenario interno, la rebelión estudiantil, primada por la denominada crisis generacional que empujó a segmentos de la Juventud Comunista
a la lucha armada.
El fenómeno insurreccional dio pie a que las derechas
mexicanas desempolvaran su añosa exigencia de proscripción expresa del PCM,
pretensión a la que como secretario de Gobernación y en la Presidencia de México
se había negado Adolfo Ruiz Cortines cuando en 1949 se proclamó la República Popular de China, que
implicó la consolidación del bloque comunista. Razonó el grave político
veracruzano: “Nada nos han hecho los
soviets. Los agravios nos vienen de ahí, del norte”, refiriéndose a los
Estados Unidos.
De la
clandestinidad a la institucionalidad
Aun sin proscripción expresa, bajo la dirección de
Martínez Verdugo, el “partido de los rojos” vivió una dura década literalmente
en la clandestinidad hasta que, con la Reforma Política 1977-78,
impulsada por otro veracruzano, Jesús Reyes Heroles, los partidos de izquierda optaron por la
institucionalidad, privilegiando la opción electoral.
La primera experiencia electoral con registro oficial, la
acometió el PCM en alianza con el Partido del Pueblo Mexicano, el Partido
Socialista Revolucionario y el Movimiento de Acción y Unidad Socialista. 18
diputaciones federales acreditó el bloque con una votación de 705 mil votos.
Apenas tres años antes, como candidato no registrado, el comunista Valentín
Campa había contendido por la
Presidencia de la República, como una década antes, contra la
candidatura de Gustavo Díaz Ordaz, lo había hecho el sonorense Ramón Danzós
Palomino, nominado independiente por el Frente Electoral del Pueblo. Ambos,
Campa y Danzós, fueron diputados postulados por el PCM a la primera legislatura
(LI) en la que esas izquierdas tuvieron representación. Esa bancada fue
coordinada por Martínez Verdugo.
Transformado el PCM en Partido Socialista Unificado de
México (PSUM) -fin de una época-, nuevamente Martínez Verdugo volvió al Poder
Legislativo. Fue en julio de 1985 -latentes los residuos de la guerra sucia-
cuando el inquebrantable combatiente fue víctima de secuestro. El gobierno de
Miguel de la Madrid
pagó el rescate.
El terremoto
político de 1988
Con vistas la sucesión presidencial de 1988, el PSUM
abanderó la candidatura de Heberto Castillo Martínez. Horas de la gran ruptura
en el interior del PRI, Castillo Martínez declinó a su nominación a favor de
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abanderado del Frente Democrático Nacional
contra Carlos Salinas de Gortari, suceso estremecedor que el ex presidente De la Madrid describiría como terremoto
político para la hegemonía priista. La experiencia fue partera del
Partido de la Revolución Mexicana
(PRD), del que el propio Martínez Verdugo fue diputado a la LVI Legislatura federal.
Durante su última década, Martínez Verdugo fue implacable
crítico del proceso de privatizaciones -sector energético y banca,
primordialmente- y defensor de las instituciones culturales mexicanas.
“Nuestro proyecto tiene que ir más allá de la
política. Debemos confirmar nuestro liderazgo ideológico y promover una
profunda transformación de la sociedad”, convocó en enero Martínez
Verdugo, a un mes del retorno del PRI al poder presidencial. Cesa el relámpago,
pero el trueno aún se escucha.