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Edición 304
Escrito por Abraham García Ibarra   
Miércoles, 29 de Mayo de 2013 18:10


ARNOLDO MARTÍNEZ VERDUGO

 

Muere un irreductible

combatiente de la izquierda

 

PROTAGONISTA DURANTE CASI siete décadas en las incesantes luchas de la izquierda mexicana, el 24 de mayo, a los 88 años murió el combatiente por el socialismo Arnoldo Martínez Verdugo, obrero sinaloense (Pericos, Mocorito), que emigró a la Ciudad de México para iniciarse en las artes en la escuela La Esmeralda. 



Llegará el momento en que los pueblos emprenderán “una nueva ofensiva que ponga fin al periodo de dominación de la propiedad privada, que hoy se presenta como fatalidad histórica”. Apenas el 10 de enero pasado, cuando una prolongada enfermedad menguaba su salud física -pero no mellaba sus convicciones doctrinarias-, Martínez Verdugo recibió un homenaje de sus camaradas a los que dejó a manera de testamento ideológico aquella esperanzada profecía. 

Hijo de una época en que aún no se sellaban las pugnas posrevolucionarias (nació en 1925), Martínez Verdugo vivió sus mocedades en un ambiente en el que la juventud sinaloense, al calor de la gran transformación cardenista, abría nuevos senderos a la educación superior convirtiendo el Colegio Civil Rosales en primera Universidad Socialista del Noroeste (1937). 

Siempre al lado de la clase trabajadora 

Con aquel equipaje de experiencias, frisando los veinte años de edad, Martínez Verdugo recibió en 1946 su primer carnet como militante del Partido Comunista Mexicano (PCM), a cuyo secretariado colectivo sería incorporado en 1959, tiempo en que, distante ya el periodo de Lázaro Cárdenas, maestros, ferrocarrileros y luchadores agraristas relanzaban los grandes movimientos de reivindicación social con el acento puesto en los derechos de la clase trabajadora. 

Hace precisamente medio siglo, finalizando ya el sexenio de Adolfo López Mateos, Martínez Verdugo fue encargado de la secretaría general del Comité Central del PCM. Su visión internacionalista le había permitido observar el pugnaz choque entre los Estados Unidos y la Unión Soviética que devino Guerra Fría. 

Su resistencia a la ley del hierro del estalinismo le generó a Martínez Verdugo no pocas tensiones con la línea intransigente en el interior del PCM, que porfiaba en mantener la subordinación a Moscú. A los cinco años de su secretariado enfrentó una doble prueba del 68: En el teatro internacional, el aplastamiento de la Primavera de Praga, que el izquierdista sinaloense reprobó. En el escenario interno, la rebelión estudiantil,  primada por la denominada crisis generacional que empujó a segmentos de la Juventud Comunista a la lucha armada. 

El fenómeno insurreccional dio pie a que las derechas mexicanas desempolvaran su añosa exigencia de proscripción expresa del PCM, pretensión a la que como secretario de Gobernación y en la Presidencia de México se había negado Adolfo Ruiz Cortines cuando en 1949 se proclamó la República Popular de China, que implicó la consolidación del bloque comunista. Razonó el grave político veracruzano: “Nada nos han hecho los soviets. Los agravios nos vienen de ahí, del norte”, refiriéndose a los Estados Unidos. 

De la clandestinidad a la institucionalidad 

Aun sin proscripción expresa, bajo la dirección de Martínez Verdugo, el “partido de los rojos” vivió una dura década literalmente en la clandestinidad hasta que, con la Reforma Política 1977-78, impulsada por otro veracruzano, Jesús Reyes Heroles,  los partidos de izquierda optaron por la institucionalidad, privilegiando la opción electoral. 

La primera experiencia electoral con registro oficial, la acometió el PCM en alianza con el Partido del Pueblo Mexicano, el Partido Socialista Revolucionario y el Movimiento de Acción y Unidad Socialista. 18 diputaciones federales acreditó el bloque con una votación de 705 mil votos. Apenas tres años antes, como candidato no registrado, el comunista Valentín Campa había contendido por la Presidencia de la República, como una década antes, contra la candidatura de Gustavo Díaz Ordaz, lo había hecho el sonorense Ramón Danzós Palomino, nominado independiente por el Frente Electoral del Pueblo. Ambos, Campa y Danzós, fueron diputados postulados por el PCM a la primera legislatura (LI) en la que esas izquierdas tuvieron representación. Esa bancada fue coordinada por Martínez Verdugo. 

Transformado el PCM en Partido Socialista Unificado de México (PSUM) -fin de una época-, nuevamente Martínez Verdugo volvió al Poder Legislativo. Fue en julio de 1985 -latentes los residuos de la guerra sucia- cuando el inquebrantable combatiente fue víctima de secuestro. El gobierno de Miguel de la Madrid pagó el rescate. 

El terremoto político de 1988 

Con vistas la sucesión presidencial de 1988, el PSUM abanderó la candidatura de Heberto Castillo Martínez. Horas de la gran ruptura en el interior del PRI, Castillo Martínez declinó a su nominación a favor de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, abanderado del Frente Democrático Nacional contra Carlos Salinas de Gortari, suceso estremecedor que el ex presidente De la Madrid describiría como terremoto político para la hegemonía priista. La experiencia fue partera del Partido de la Revolución Mexicana (PRD), del que el propio Martínez Verdugo fue diputado a la LVI Legislatura federal. 

Durante su última década, Martínez Verdugo fue implacable crítico del proceso de privatizaciones -sector energético y banca, primordialmente- y defensor de las instituciones culturales mexicanas. 

Nuestro proyecto tiene que ir más allá de la política. Debemos confirmar nuestro liderazgo ideológico y promover una profunda transformación de la sociedad”, convocó en enero Martínez Verdugo, a un mes del retorno del PRI al poder presidencial. Cesa el relámpago, pero el trueno aún se escucha. 



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