Chatarra para el hambre
Las compras de Diconsa
POR LO VISTO, la estrategia gubernamental para combatir el hambre en el país no va
más allá de llenar con productos chatarra
el estómago de los mexicanos famélicos, para que éstos, medianamente, se
mantengan en funcionamiento.
Por ejemplo, un litro de refresco (¡sonríe, Pepsi
está contigo!) aporta algo así como 25 por ciento de las calorías
diarias requeridas por el cuerpo humano, y si se agregan un par de bolsas de Sabritas
(mucha sal y grasa) y dos gansitos Marinela (más grasa y azúcar), la cuota está cubierta, independientemente
de que lo único que fomentan este tipo de productos es la obesidad y no la
alimentación. La tesis es llénenlos, no aliméntelos.
Mucho
ruido se ha producido por la firma del convenio de colaboración entre la Sedeso y Pepsico
(otras chispeantes trasnacionales esperan turno) para combatir el hambre en el
país, pero en realidad la práctica de atiborrar a los mexicanos con productos
chatarra es añeja. Millones y millones de litros de burbujeantes bebidas
engordantes se venden cotidianamente a lo largo y ancho de la República. No habrá
leche en las comunidades más alejadas, pero qué tal Pepsi, Coca-Cola
o demás productos pro obesidad. Y no sólo se expenden en los comercios
privados, sino en la institución pública que se honra en contribuir a la sana
alimentación de los mexicanos.
La
Jornada
(Angélica Enciso) nos ilustra: las tiendas Diconsa de la Secretaría de
Desarrollo Social, incluidas en la Cruzada Nacional contra el Hambre, no ofrecen en
la canasta alimentaria básica alimentos frescos, pero sí venden botanas y
frituras, así como refrescos embotellados, de los cuales México ocupa el primer
lugar mundial en consumo per cápita. Una familia de escasos recursos destina
hasta 7.5 por ciento de sus ingresos totales a comprar refrescos, y la
frecuencia en el consumo de éstos supera a alimentos básicos como leche, huevo,
carne, frutas y verduras, indica el Instituto Nacional de Salud Pública.
Ubicada en zonas de alta y muy alta marginación, la red de tiendas Diconsa
expende frituras y refrescos, aunque el gobierno está obligado por la Constitución a
garantizar el derecho a una alimentación suficiente, nutritiva y de calidad.
La
información referida subraya que incluso el relator de Naciones Unidas para el
Derecho a la Alimentación,
Olivier de Schutter, recomendó el año pasado al gobierno mexicano que estudie
la posibilidad de aplicar impuestos para desalentar las dietas ricas en energía,
en particular el consumo de refrescos, y de conceder subvenciones a las
comunidades pobres para que puedan acceder al agua, las frutas y las verduras,
y tenga en cuenta el efecto de las políticas agrarias y comerciales en las
dietas de la población. En los hechos, el gobierno calderonista ni siquiera se
animó (como se comprometió) a sacar la chatarra de las escuelas.
Diconsa
se autodefine como una empresa de participación estatal mayoritaria que
pertenece al sector Desarrollo Social. Tiene el propósito de contribuir a la
superación de la pobreza alimentaria, mediante el abasto de productos básicos y
complementarios a localidades rurales de alta y muy alta marginación, con base
en la organización y la participación comunitaria. Atiende a 25 mil 468 tiendas
en todo el país y para cumplir con su objetivo cuenta con más de 300 almacenes
rurales y centrales, 3 mil 691 mil unidades asignadas a sucursales que cada día
recorren miles de kilómetros de carreteras y terracerías completarían un viaje
de ida y vuelta a la Luna.
Por
si fuera poco, somos la red de abasto social más grande del país, que trabaja
para garantizar la distribución de alimentos con alto contenido nutricional y
económicamente accesibles para la población en condiciones de marginación. Una
de sus principales funciones, según presume, es hacer negociaciones para la
adquisición de los principales productos básicos que los mexicanos consumen en
zonas rurales tales como maíz, frijol, arroz, azúcar, leche, café, harina de
maíz, harina de trigo, sal de mesa, aceite, chocolate, chile, atún, sardina,
galletas, pasta para sopa, abarrotes y mercancías en general, y su meta es
mejorar la nutrición de los mexicanos que viven en comunidades rurales, para
impulsar el desarrollo de sus familias. Lleva productos básicos y
complementarios de calidad y bajo precio a las localidades que más los
necesitan, de forma eficiente y oportuna.
En
ningún momento menciona que para mejorar la nutrición de los mexicanos
comercializa refrescos y otros productos chatarra. No lo dice, pero sí utiliza
recursos públicos al por mayor para tal fin. Por ejemplo, entre noviembre de
2011 y diciembre de 2012 (información vía Ifai), Diconsa reconoce 3 mil 298
adquisiciones (todas por adjudicación directa y por un monto multimillonario) a
la
Comercializadora Pepsico México, por medio de las cuales
garantiza el abasto de los productos de esa trasnacional a los rincones más
apartados de la República.
De
igual forma, también por adjudicación directa destinó cuantiosos recursos
públicos (478 pedidos) para que Barcel, subsidiaria de Bimbo, le surtiera de
productos engordantes y así distribuirlos por la famélica geografía nacional,
por medio de la red de abasto social, y alimentar a los mexicanos hambrientos,
quienes a la mano siempre tienen refrescos embotellados y, por si fuera poco,
refrescos en polvo.
No
son las únicas chatarreras que gozan del presupuesto público, desde luego, pero
queda claro que si esa enorme red de abasto social no ofrece alimentos frescos
en su canasta alimentaria, se aplica para distribuir todo tipo de productos
engordantes y nada alimenticios, incluidas las galletas de animalitos. Si con
eso el gobierno pretende combatir el hambre, entonces los mexicanos famélicos
están fritos. Y si a ello se añaden pensiones de 17 pesos con 50 centavos por
día, peor.
Las rebanadas del pastel
Como
bien advierte el director de la asociación civil El Poder del Consumidor,
Alejandro Calvillo, un factor determinante para el incremento de la obesidad en
México ha sido el alto consumo de bebidas azucaradas. Somos el país que más
litros de refresco consume al año, 163 por persona, superando a Estados Unidos.
El absurdo es que Diconsa, que es un organismo del Estado y que lleva alimentos
a la población en pobreza, subsidie la comida chatarra. Se ha señalado que el
alto consumo de alimentos chatarra en el país no sólo tiene que ver con
sobrepeso y obesidad, sino con anemia y desnutrición; lo hemos comprobado con
encuestas y estudios. Pero allí están, y con adjudicaciones directas.
*La Jornada
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla