Banca del Estado: ¿ahora sí?
La reinvención total foxista
El relanzamiento de EPN
AHORA QUE EL INQUILINO de Los Pinos anuncia el relanzamiento de la banca de
desarrollo -propiedad del Estado mexicano- es justo calificar de verdadero
milagro que las instituciones que la conforman hayan sobrevivido cuatro arteros
gobiernos -especialmente los panistas- que no cejaron en su empeño de acabar
con ella, sobre todo con el Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext.)
Justo
al arranque del nuevo gobierno, en este espacio comentamos que hostigada,
despojada y ninguneada a lo largo de cuatro sexenios al hilo, pero con especial
agresividad durante la docena trágica
blanquiazul, la banca del Estado mexicano recibiría un tanque de oxígeno con la
llegada de la nueva administración, luego de que a duras penas soportó la feroz
arremetida del propio gobierno federal, es decir, del mismo que legalmente es
responsable de fortalecerla y promoverla para impulsar el crecimiento económico
y el desarrollo nacionales.
Recordamos
que del sexenio de la solidaridad hasta aquel que a los mexicanos prometió vivir mejor (pero con especial sadismo
por parte de Fox y Calderón), la banca de desarrollo vivió los peores momentos
de su existencia y el mayor de los ataques, pues desde Los Pinos fue despojada
y se le ordenó ponerse al servicio del capital financiero y salvaguardar
-mediante rescates y salvamentos- los intereses de los barones mexicanos.
Cuatro gobiernos consecutivos transformaron la banca de desarrollo en simple
agente del gran capital y en resumidero de negocios igual de privados que de
fallidos, a costillas del erario.
A
mediados de 2004, el entonces inquilino de Los Pinos, Vicente Fox, anunció el
proceso de reinvención total de la banca de desarrollo en México, que no fue
otra cosa más que fusionar Bancomext a Nacional Financiera, y para lograrlo le
entregó la batuta a uno de los cachorros del gran capital de Monterrey, Mario
Laborín. Llegó Calderón y siguió con eso de la reinvención, y decidió que
Héctor Rangel Domene, otro banquero al servicio de los barones regios, era el
indicado para enterrar la institución.
Fox,
Calderón, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens, Ernesto Cordero y los citados
Laborín y Rangel Domene muy cerca estuvieron de cumplir con su cometido. En el
caso del Bancomext, por ejemplo, en 2008 y 2009, por instrucciones de Los
Pinos, sus famélicas arcas fueron utilizadas para atender las urgencias
financieras de los grandes corporativos nacionales (Vitro, Cemex y Comercial Mexicana, entre otros) y para
justificar tal acción el gobierno federal la disfrazó de “programa de apoyo a
Pymes. Poco más adelante destinó alrededor de mil millones de pesos para
financiar a Gastón Azcárraga en su depredación de Mexicana de Aviación.
En
tiempos de Salinas y de Zedillo, el Bancomext salvó y rescató a un buen número
de empresas de los amigos del régimen: constructoras como Gutsa, de Juan Diego Gutiérrez Cortina -el de la E$tela de Luz-, concesionarios
de carreteras, tiendas de autoservicio, telefónicas, líneas aéreas y muchas
más, práctica que continuó con Fox y Calderón. Por si fuera poco, le redujeron
el personal a su mínima expresión, cerraron oficinas fuera del país y como un
intento de puntilla en el calderonato se creó Proméxico, un enorme elefante
blanco.
La
arremetida contra Bancomext -para seguir con el ejemplo- se tradujo en lo
siguiente: De 1994 a
2010 el crédito otorgado por esta institución se desplomó 60 por ciento, y la
plantilla de personal 42 por ciento. En el sexenio foxista se aplicaron cuatro
recortes, se cerraron consejerías, módulos comerciales y centros de operación,
debilitándose el capital humano y la infraestructura de apoyo integral a la
cadena producción-exportación.
Eso
y muchísimo más hicieron cuatro administraciones al hilo en contra de la banca
de desarrollo, con el fin de fortalecer a la gran banca trasnacional que opera
en el país, la cual se ha convertido en un jugosísimo negocio para los pocos
que la controlan, pero ni de lejos ha respondido a las necesidades económicas y
sociales del país. De hecho, ayer el Banco de México reconoció que el crédito
que otorga la banca comercial al campo se redujo a la mitad en poco más de una
década y el canalizado al sector industrial anda por el suelo, mientras el
destinado al consumo se multiplicó por seis (La Jornada,
Roberto González Amador). Lo anterior, desde luego, apenas es una muestra del
profundo daño provocado a la banca de desarrollo por el propio gobierno federal
en los últimos cuatro sexenios.
Aun
así, que sirva de ayuda de memoria al anuncio hecho ayer por el secretario de
Hacienda, Luis Videgaray, de que dichas instituciones contarán con un nuevo
marco normativo. Dijo el susodicho: “La banca de Estado parte de una convicción
de política pública, en la que se reconoce que el mercado de crédito privado,
el que otorga la banca comercial, el mercado bursátil, por sí mismo no es
suficiente para lograr los objetivos de desarrollo y de otorgamiento de crédito
en una economía como la mexicana”.
En
una economía donde la penetración financiera sigue siendo baja, donde el saldo
del crédito al sector privado como porcentaje del PIB es uno de los más bajos
de América Latina, la banca de desarrollo tiene un papel que jugar. Debe ser un
instrumento de innovación, una banca creativa, que trabaje con los
intermediarios del sector privado, que abra mercados donde no los hay, que
induzca la competencia y colabore con los intermediarios financieros de todo
tipo, para lograr el objetivo fundamental: que el crédito se convierta en un
instrumento accesible, barato, que potencie el desarrollo, o lo que es lo mismo
que cumpla con la ley que le dio vida a esa banca de desarrollo.
Las rebanadas del pastel
De
la lectoría sobre Grupo Modelo en Zacatecas: Su planta se instaló en época del
gobernador Genaro Borrego. Por el consumo del corporativo los pozos agrícolas
de Calera abatieron su nivel de mantos freáticos, y el resto de la zona se
encuentra vedada para usos agrícolas. Los campesinos o pequeños propietarios no
pueden abrir ningún pozo más, y los que tenían quedaron prácticamente fuera de
servicio. Se expropiaron tierras ejidales para instalar allí la planta (que
acaparó el agua). ¿Qué se pagó por ello y qué se vende efectivamente ahora? El
agua como materia prima y la cebada, que también se obtiene en la zona. El
mismo despojo se hizo de la tierra con las concesiones mineras, entre ellas las
afectas a la explotación del oro (Gilberto Herrera Medina,
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