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Edición 311


Se fue Alemán


FERNANDO DÍEZ DE URDANIVIA



Compañero  de trabajo, jefe, pero sobre todo amigo, Antonio Sáenz de Miera tenía la vocación de impulsar al gremio de los periodistas. Lo recuerdo en su oficina de la calle Ayuntamiento, pero sobre todo echando una mano desde la Presidencia  para el sostenimiento de la Unión Mexicana de Cronistas de Teatro y Música, que me tocó dirigir durante ocho años.


Eran tiempos de trajinar por el primer cuadro, y más todavía desde que, si la memoria no me falla, el presidente López Mateos puso en manos del Club de Periodistas de México la casa señorial que hoy es su sede, en la calle Filomeno Mata 8.

Algunos pusieron allí mismo su oficina; otros frecuentamos actividades diversas en el acogedor patio, con el que fui apoyado para varias presentaciones personales. Pero sobre todo concurríamos para echarnos un trago y platicar las simplezas del día, que considerábamos siempre importantes. Nunca faltaba Alemán. Serio, atento, callado. Como una especie de convidado de piedra, siempre usaba las orejas mucho más que la boca.

Si en las correrías urbanas se acercaba uno a Tacuba o a Cinco de Mayo, de pronto, por detrás, llegaba un manotazo cariñoso que era aviso de una entrañable presencia: Alemán. Siempre apresurado; siempre con buen tambache de Voces del Periodista, que repartía por todos los puestos de periódicos.

En caso de ser uno quien lo descubría en la banqueta, caminando con aires de navío que surca el mar, si había la nada fácil capacidad de darle alcance, trataba de corresponder el afecto de la palmada con la misma energía de la recibida quién sabe cuántas semanas o meses antes. Alemán se asomaba por encima del hombro. El palmeador estaba sobándose una mano que le había dolido mucho más, que al palmeado el omóplato.

Hay seres que, mortales como somos, cuando nos llega el momento, simplemente dejamos el mundo. Los hay que, perteneciendo a un gremio escogido y que han ido sembrando cariños en los corazones, cuando se van, se convierten en leyenda. Alemán sembró, toda su vida, muchos afectos.



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