SUEÑO GUAJIRO
¡“Eso”! que llaman democracia
“Venceréis
pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para
persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y
derecho en la lucha”. Miguel de Unamuno
Entre
muchas opciones, nomás para empezar por algo, citamos:
“El gobierno de
México -monopolio del poder desde hace siete décadas-, no puede seguir indefinidamente
en manos del mismo partido ni sujeto al arreglo político que le dio origen. Este régimen ya agotó su cometido.
“La sociedad cambió
dramáticamente y es mucho más compleja que en los años veinte. En cambio, las
prácticas autoritarias y no democráticas
de su gobierno permanecen intactas.
“La nueva sociedad
mexicana exige vivir en una república libre y soberana en la cual prevalezca el Estado de Derecho, la efectiva división
de poderes, un auténtico pacto federal, contrapesos al ejercicio de la autoridad,
verdadera rendición de cuentas de los gobernantes y una alternancia efectiva
del poder”.
Las bellas líneas anteriores están tomadas del manifiesto
suscrito por la Alianza por la República, lanzado
a la rosa de los vientos el 6 de enero de 1997. Se cumplieron, pues, 16 años de
esa fascinante proclama que firmó una pléyade variopinta de postulantes que en
aquel momento urgieron: El tiempo apremia. ¡México está en riesgo!¡
No perdamos el tiempo!
De los abajofirmantes
-que lo fueron también después del Grupo San Ángel y contertulios en El
Alcázar del Castillo de Chapultepec y otros amables recintos- no pocos
murieron. Al menos dos se apoltronaron más tarde en el gabinete presidencial,
uno pasó ya por la gobernación de Guerrero y otro ejerce la de Morelos. Peor
aún, uno de ellos se coló a las mismísimas cabañitas de Los Pinos: Vicente Fox Quesada.
Siglo XXI, el de
las luces
democráticas
Dice aquel manifiesto: La Alianza por la República “debe
tener la magnitud, la pluralidad, la visión y la solidez indispensables para
conducir a la sociedad mexicana a un siglo XXI de efectivo desarrollo,
bienestar y democracia…”.
Tan gloriosa epopeya se puso entonces bajo la
responsabilidad del Partido de la Revolución Democrática
(PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN), a quienes se incitó a buscar una
victoria en las urnas, “que asegure una definitiva transición democrática”.
Y el promisorio siglo XXI se asomó: En las elecciones
intermedias de 1997 -diez años después del Golpe de Estado técnico de 1988,
según lo codificó el constitucionalista y entonces diputado por el PRI, don
Antonio Martínez Báez-, se modificó sustancialmente la correlación de fuerzas
en la Cámara
de Diputados federal y la gobernación del Distrito Federal, históricamente
asignada al PRI, se endosó a Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano. Del PRD.
Fue tan desbordado el entusiasmo antipriista por ese
acontecimiento, que algunos de los abajofirmantes
del documento comentado empezaron incluso a hablar, ya no tanto de
transición democrática, sino de metapolítica.
Dice mi mamá que
siempre no
Tres años después, Fox Quesada se instaló en Los Pinos.
El 1 de septiembre de 2001, en su primer informe de gobierno, Fox Quesada
-proclamado por el tribunal mediático héroe único de la hazaña del 2 de julio
de 2000- se empezó a corvear: Estamos
en el mismo barco, descubrió ante los de la oposición; “la transición no puede
reducirse a la alternancia… la transición política verdadera implica un empeño
colectivo de reconstrucción nacional”.
Calderón: El jinete de la tormenta y su barco de gran calado.
Sentía el guanajuatense la impotencia, la incapacidad
para dirigir un gobierno dividido y desviaba sus baterías contra los partidos y
el Congreso de la Unión,
en cuya cámara baja Felipe Calderón Hinojosa coordinaba a la bancada azul. Éste
en la tribuna: México no quiere volver al pasado ni apostarle al despeñadero. Calderón Hinojosa -haiga sido como haiga sido- sucedió en
Los Pinos a Fox Quesada en 2006.
Los saldos de la Docena trágica
Alternancia en Los Pinos: Fox Quesada recibió de Ernesto
Zedillo Ponce de León una economía situada en la novena posición del mapa
mundial. Calderón Hinojosa se la entregó a Enrique Peña Nieto en el sitio 14.
Fox Quesada le entregó a Calderón Hinojosa un México
colocado en el lugar 75 en percepción de la corrupción. Calderón Hinojosa se lo
entregó a Peña Nieto en el lugar 106.
Fox: El sexenio de los empresarios y para los empresarios.
A punto de terminar el sexenio de Fox Quesada, el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo emitió su Índice de
Desarrollo Humano Municipal. Ningún municipio de Guanajuato figuraba entre los
primeros 100 de México con mayor desarrollo humano.
San Francisco del Rincón, municipio sede del rancho San
Cristóbal, propiedad de los Fox Sahagún, aparecía en el sitio 296 en desarrollo
humano. La gestión presidencial de Fox Quesada fue regresiva hasta en su
estado. Ahora, el ex presidente promueve el negocio de las drogas prohibidas y
puja por una rebanada petrolera.
Al entregar el mandato a Peña Nieto, Calderón Hinojosa le
entregó Michoacán, su lar nativo, en un enervado estado de guerra.
Y eso que el tercer objetivo planteado en la Alianza por la Republica -suscrita
por Fox Quesada- debía ser: Iniciar con reglas claras, sin revanchismo, el
combate organizado y sistemático contra la corrupción y el saneamiento de
la administración pública. (Je je je.)
El huevo de la
serpiente neonazi
Durante el año de
la primera usurpación presidencial
contemporánea -1988-, observamos, en el Palacio
Legislativo de San Lázaro, escenas que, a bote pronto, podríamos definir
simplemente como grotescas, si la memoria no nos remitiera a la trágica
experiencia europea, preparatoria de la II
Guerra Mundial. (Vimos por cierto en esos días, a Carlos Monsiváis, bragado en la tensión
callejera desde sus mocedades henriquistas
en los años cincuenta, desvanecido sobre las alfombras del salón de plenos. Así
de caldeada estaba la escena.)
Durante el desarrollo de los Colegios Electorales de la Cámara baja -para la
autocalificación de diputados y para la dictaminación de Presidente electo-,
grupos de la oposición panista, encabezados por Abel Vicencio Tovar, y brigadas
parlamentrarias del Frente Democrático Nacional (FDN) enfrentaron violentamente
a la partida militar que custodiaba los paquetes electorales de la elección del
2 de julio.
En esa LIV Legislatura federal, en el salón de plenos, a
cada votación ganada, la precaria mayoría de diputados del PRI, encabezada por
Guillermo Jiménez Morales, se ponía de pie y -brazo derecho extendido hacia lo alto y
puño cerrado- coreaba estentóreamente: ¡Mé-xi-co! ¡Mé-xi-co! ¡Mé-xi-co! (La roqueseñal por la aprobación del IVA,
cuatro legislaturas después, fue apenas una ocurrencia de párvulos). El 5 de
mayo de 1989, al Palacio Legislativo de San Lázaro se le metió fuego.
En diciembre de 2013 -un cuarto de siglo después-, al
conocerse el resultado de la votación de la reforma energética, en el salón de
plenos de San Lázaro, la bancada priista, ahora encabezada por el diputado
sonorense y aspirante presidencial Manlio Fabio Beltrones Rivera, repetía aquel
espectáculo espeluznante.
En el recinto alterno de San Lázaro -en el que se refugió
la huidiza Legislatura en diciembre pasado- ocupaba la presidencia de la
directiva un skinhead, según se
identifica a los cabezas rapadas de tendencias neonazis.
La metamorfosis
de los demócratas
Hagamos un breve corte, para expropiarle la palabra a Roberto
Michels -Los partidos políticos:
“Las corrientes democráticas de la historia se parecen a
olas sucesivas. Siempre rompen en la misma costa. Siempre se renuevan. Este
permanente espectáculo alienta y deprime a la vez.
“Cuando las democracias han alcanzado cierto grado de
desarrollo, experimentan una transformación gradual y adoptan el espíritu
aristocrático, y en muchos casos las formas aristocráticas, contra las cuales
había luchado antes con tanta fiereza.
“Surgen entonces nuevos acusadores para
denunciar a los traidores. Después de una era de gloriosos combates y de un
poder sin gloria, acaban por fusionarse
con la vieja clase dominante.
“Después de lo cual, otra vez y en su turno,
son atacados por nuevos oponentes recientes que invocan el nombre de la
democracia. ¡Es probable que este juego continúe eternamente!”.
Expectativas
decrecientes de la democracia
Hace apenas tres meses, Latinobarómetro -una confiable organización civil chilena- difundió
su reporte, instituido desde 1995, sobre el estado de la democracia en 18
países de América Latina encuestados. La organización asocia la vocación
democrática con el grado de educación. De
México, los resultados de su encuesta son los siguientes:
- Desde
1996 a
2013, el apoyo a la democracia promedió 49 por ciento. En 2013, ese apoyó
se desplomó a 37 por ciento. Venezuela reportó 87 por ciento.
- De
los encuestados, 45 por ciento considera que puede haber democracia sin partidos políticos. 38 por
ciento estima que puede haber democracia sin Congreso legislativo.
- Sólo
21 por ciento de los mexicanos
se encuentra satisfecho con su modelo de democracia. Únicamente 30 por ciento de los mexicanos
tiene interés en los temas políticos.
- Diez
por ciento de los mexicanos consideran que la situación económica es muy
buena; 46 por ciento considera que es muy
mala.
A más
potenciales electores, mayor ausencia
en las urnas
De nuestro seguimiento periodístico, retomamos los
siguientes datos:
Después de la usurpación presidencial de 1988, en 1990 la
antigua Comisión Federal Electoral -presidida por el secretario de Gobernación
en turno- fue sustituida por el Instituto Federal Electoral (IFE), también
presidido por el responsable de la política interior hasta 1996: Fernando
Gutiérrez Barrios, Patrocinio González Garrido, Jorge Carpizo McGregor, Esteban
Moctezuma y Emilio Chayffet Chemor.
Cuatro años después de creado el IFE, en 1994 -año del
asesinato del candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio, que impuso el
voto
del miedo-, la participación electoral alcanzó 77.16 por ciento. En
2000, en que el PRI fue echado de Los Pinos, la participación alcanzó 63.97 por
ciento. Más de 14 puntos porcentuales menos, respecto de las elecciones
generales de 1994. En 2006, año de la
segunda usurpación presidencial contemporánea, la participación fue de sólo
58.97 por ciento.
Estampa de la desolación nacional.
En sólo doce años, pues, la participación electoral
descendió casi 19 puntos porcentuales. En cuanto a la votación para el Presidente
designado ahora por el Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación, en tanto que en el mismo periodo el
candidato suplente Ernesto Zedillo se alzó con 48.69 por ciento de los
sufragios, Felipe Calderón Hinojosa quedó en 2006 por debajo de 36 por ciento
(35.89 por ciento), apenas una diferencia de 0.56 por ciento respecto de Andrés Manuel López Obrador. De ahí
vino la frase para los bronces del michoacano: Haiga sido como haiga sido.
De 2012, todavía se hacen cuentas de birlibirloque para cuadrar los datos reales de participación. En
vías de mientras, del listado del Registro Federal de Electores, que se
estableció en 78 millones 322 mil 813 credencializados,
el Tribunal Electoral federal asignó a Enrique Peña Nieto 19 millones 158 mil 592 votos. Casi 60 millones de ciudadanos se dispersaron entre la abstención y la
oposición.
Policracia y
despotismo de las mayorías
Don Jesús Reyes Heroles, ex presidente nacional del PRI,
y como secretario de Gobernación impulsor de una auténtica y promisoria Reforma
Política (con mayúsculas), advertía contra tres amenazas para la democracia:
La policracia
(concurrencia y galope de pretendidos variados poderes, definición que
ahora acomoda a los poderes fácticos que atentan contra los poderes
constitucionales), el despotismo de las mayorías (que
aplasta de manera implacable a las minorías políticas) y la tecnocracia
(encarnada por arrogantes administrativistas neoliberales que avasallan
a la clase política y anulan al Poder Legislativo).
El lecho de Procusto
A partir del triunfo de la Revolución mexicana y
la promulgación de la
Constitución de 1917, que legitimó el régimen
presidencialista (cuyos excesos denunciaba el constitucionalista Jorge Carpizo
McGregor, tipificándolos como facultades metaconstitucionales),
el jefe del Ejecutivo, con mayor o menor éxito, ha operado la política como El
lecho de Procusto.
Procusto (“El estirador), es un personaje mítico, cuyo
nombre “real” sería Damastes, un posadero que hacía asignaba a sus huéspedes una
cama de hierro que adaptaba a su antojo: Cuando al huésped le sobraba estatura
al tamaño del camastro, le serraba los pies. Si le faltaba estatura, le
estiraba las piernas.
Alonso Aguiló asume esa metáfora como expresión
proverbial a quienes pretenden ajustar siempre la realidad la estrechez de sus
intereses o a su particular visión de las cosas. Cuando se les hace una objeción
acerca de sus rígidos planteamientos, se molestan y suelen seguir adelante sin
inmutarse, convencidos de tener siempre la razón. Son “los
que hablan de diversidad y tolerancia, pero llevan fatal que no se piense
exactamente como ellos”. Nos parece un retrato hablado del actual tecnóburócrata.
Y así se
legitimó “la elección de Estado”
La eterna denuncia de fraude electoral esgrimida por las
oposiciones partidistas -y sus bocas de ganso entre la intelectualidad
antipriista-, se condensó siempre en el genérico “elección de Estado”. Lo eran,
en efecto, puesto que el gobierno administraba el proceso electoral. Se
demandaba, entonces, una curiosa y ambigua: Democracia ciudadana. “Ciudadanizar”, se exigía, los órganos electorales.
Los detractores del
sistema se declararon complacidos cuando, después del Golpe de Estado técnico de 1988, se reformó la Constitución para
crear el Instituto Federal Electoral. De magistrados electorales se habló
primero; de consejeros ciudadanos se habló después, hasta que aparecieron por
separado los consejeros y magistrados electorales.
Paradoja. Tanta reforma “política” a lo largo de tres
décadas, devino en lo que se trató de desterrar: La Elección de Estado, así se hable de autonomía
de los órganos electorales, aunque la retórica no ha logrado exorcizar el
fraude electoral.
Hablemos del IFE, por ejemplo, “para ilustrar nuestro
optimismo” (Monsiváis dixit). Cuando
se propuso ciudadanizar el control
del proceso electoral, con independencia de sus méritos en el dominio en la
materia, una condición básica para postular a los consejeros fue su apartidismo.
Los impolutos
consejeros electorales
Citemos cronológicamente a algunos consejeros: Santiago Creel Miranda (1994-1996).
Después de su gestión como consejero ciudadano terminó identificado con el PAN:
Secretario de Gobernación, senador, consejero nacional y precandidato
presidencial por este partido.
Alonso José Lujambio Irazábal (1997-2003).
Consejero electoral, terminó sirviendo al Ejecutivo federal de extracción
panista como secretario de Educación Pública y senador por el PAN. Se le llegó
a nombrar como precandidato presidencial.
Emilio Zebadúa
González (1997-2000).
Consejero electoral, terminó comprometido con el PRD, del que fue diputado
federal, pasó como candidato a la gobernación de Chiapas por el Partido Nueva
Alianza, para terminar adscrito a la burocracia priista.
Juan Francisco
Molinar Horcasitas (1997-2000).
Consejero electoral, acabó afiliado al PAN, del que fue funcionario en la Secretaría de
Gobernación, en la dirección general del IMSS (implicado en el todavía impune
homicidio infantil de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora) y secretario de
Comunicaciones y Transporte. Activo con la representación del partido ante el
Pacto por México.
Córdova: Vota a favor de lo que ayer acusó.
Gastón Luken
Garza (2000-2003).
Consejero electoral, terminó al servicio del PAN como diputado federal y
directivo en diversos niveles de la estructura del partido…
Botones de muestra, nada más. El artículo 41 de la Constitución
caracteriza la organización de las elecciones federales como una función de
Estado, cuyos principios rectores, entre otros, impone la imparcialidad. ¿La imparcialidad de Creel, Lujambio, Zebadúa,
Molinar y Luken quedó libre de sospecha cuando terminaron comprometidos al
régimen interno de los partidos?
Pemexgate y Amigos de Fox
El quiebre de la hegemonía priista se produjo en 2000,
con la alternancia en Los Pinos. Ésta, sin embargo, culminó enfangada en los
escándalos del Pemexgate y de la facción filopanista Amigos de Fox, ambos
pasados por los filtros del Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la federación, con derivaciones en tribunales judiciales.
Protagonistas del Pemexgate han logrado su
resurrección en el Poder Legislativo y en altos cargos en la Administración
Pública federal. De los Amigos de Fox, unos de sus
operarios, Lino Korrodi, escribió su versión y sigue rumiando su desencanto por
la suerte que corrió la “transición democrática”.
El IFE esconde
la mugre bajo las uñas
El Pemexgate y Amigos de Fox fueron
materia que sirvió al académico Lorenzo
Córdova Vianello para
documentar un ensayo sobre el financiamiento ilícito de las campañas
electorales y advertir la corrupción de la política. Ahora, Córdova Vianello es
consejero presidente del IFE, donde su voto sobre controvertidos asuntos
remanentes de las pasadas elecciones generales de 2012, llevados a la mesa del
Consejo General, no hacen congruencia con lo que antes denunció. El año pasado,
el contralor interno de ese órgano denunció que el IFE esconde la mugre bajo las
uñas.
El IFE, cuya estructura constitucional de consejeros se establece
en nueve, está baldado. Despacha sólo con cuatro, que a partir de noviembre se
rotan la presidencia.
Según diversas cuantificaciones dinerarias, durante las
más de dos décadas de existencia del IFE y los años correspondientes a la
operación del Tribunal Electoral federal, el costo de los procesos electorales
federales ha alcanzado más de 300 mil millones de pesos, sin contar con los
financiamientos ilegales de las campañas, cuyos responsables -partidos o
candidatos- han gozado de impunidad o, en caso de sanciones, éstas corren a
cargo del subsidio público.
Se ha promulgado la reforma constitucional que da soporte
a una “nueva” reforma electoral. Es el responso en los funerales del IFE, que
deja su oneroso y cuestionado sitio a una nueva Arcadia “democrática”: El Instituto Nacional Electoral, cuyo
centralismo cancela los principios del Pacto Federal. La misma gata, pendiente
de los afeites secundarios.
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