El cultivo de mariguana en España aumentó en un 532% entre 2009 y 2013 y se convierte en un gran exportador de la hierba.
MADRID.-.Es bochornoso, da vergüenza y produce repulsa la “celebración” de la fiesta tradicional del Toro de la Vega, acontecimiento que esta vez dejó 50 heridos, algunos de gravedad.
La muchedumbre se echó encima de quienes consideran – consideramos – que tales actos nos retrotraen a la época en que España, con el oro de América, convirtió el país en una farándula donde los excesos se repetían, los reyes y los caciques tuvieron el derecho de pernada y los gobiernos derrochaban las fortunas en bacanales, asesinatos, libertinaje y brutalidad.
Nos ganamos muy bien el titulo de bárbaros del sur.
Los españoles que dominaban, que tenían en el poder en esas épocas, fueron atrabiliarios, apoyaron festejos salvajes y prohijaron el robo, el homicidio, y el esclavismo, tan despreciables como después lo hizo la dictadura y el fascismo.
El mester de clerecía mantuvo a la gente en la ignorancia para aprovecharse de ella al extremo de no saber dónde vivíamos ni en qué continente estábamos.
La cuna de Cervantes, Lope, Quevedo, Velázquez, Picasso, Unamuno, Benavente, Alexandre y Torredellas fue vituperada, aplastada bestialmente por los truhanes e imbéciles a los que sostenían los regímenes inhumanos y prevaricadores.
En 1478, la Inquisición hizo su entrada triunfal en esta tierra seca, de gente exuberante y charlatana, que puso grilletes a los soldados y mató a garrote vil a quienes luchaban por la libertad política y religiosa.
Rescoldos de entonces existen hoy, y muchos. En el pueblo Tordesillas, Valladolid, acorralaron a un animal en un coso taurino para tasajearlo hasta la muerte con lanzas medievales incrustadas en su piel.
Pese a ello, las autoridades de la región acordaron mantener este suplicio. Ninguna nación moderna respalda ni avala hechos tan primitivos e inhumanos.
Éste y otros actos similares se realizan en nuestro territorio. Por ejemplo, arrastrar las rodillas en peregrinaciones cruentas, despojar de sus tierras a latigazos a los campesinos, fusil y pistola en mano, y mantener los latifundios como cotos exclusivos, exentos de impuestos, con capataces al servicio de la nobleza.
La ceremonia del toro de la Vega ha sido cuestionada desde años atrás, pero se volvió a repetir esta vez.
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La irresponsabilidad de las autoridades y el fanatismo tonto de la gente rebasa el más mínimo sentimiento y carece de escrúpulos.
El instinto consustancial de los idiotas y de los que lucran con hechos similares, pone en primera fila la necesidad imperiosa de prohibirlo junto a otras tradiciones parecidas que se escenifican en muchos pueblos y que permiten alcaldes infumables.
El español está cansado y se alebresta. Nada de agachar la cabeza; hay que remediar lo que mal se hace, tirar, destruir, romper las tradiciones insanas y quedarnos con las que nos dieron lustro y presencia en el mundo.
Todavía no se logra la limpia en nuestro territorio. Pero la gente comienza a protestar con contundencia. Exige las justas reivindicaciones en lo político, económico y social. Somos la nación europea con mayores desigualdades según los organismos internacionales. Y, también, los que aún buscamos un mendrugo en los comedores públicos, como lo hicieron nuestros compatriotas durante la pos guerra cuando acudían, con las manos extendidas y la mirada suplicante, a que el falangista en turno les diese gachas y boniatos.
En el “festejo” se liaron a pedradas y en ambos bandos hubo sangre. Los gritos de los cafres defendieron: “vamos a resistir todo, que no se metan en nuestro pueblo”, gritaban. Tuvo que intervenir la policía.
El animal, un toro de cuernos impresionantes, corría de un lado a otro achuchado, sorprendido con la testuz alta. Tres lanzas se clavaron en diversas partes de su cuerpo, muy cerca de la cara, aunque antes arremetió contra sus victimarios.
Este acontecimiento indigno nos remonta a la época de la lucha entre árabes y cristianos. Llaman “identidad” a estas manifestaciones de insólita dureza. Entonces era la rivalidad entre ciudades y reinos cercanos. Ahora, un golpe al presente empobrecido y miedoso.
En nuestros pueblos persiste el odio y la venganza pueblerinos. Desde hace años, muchos años, recuerdo enfrentamientos parecidos en un pequeño pueblo en la provincia de Ávila de los que yo fui testigo.
No quería creerlo pero Tordesillas me trajo a la memoria lo que ocurría con frecuencia durante mi niñez en ese lugar.
Persisten las revanchas que suelen ser terribles; la mayoría de ellas queda impune, sus autores están cobijados por sus vecinos que los alientan a seguir destruyendo la sensatez.
No cabe duda que los españoles somos una nación de sangre caliente, por ello se burlan de nosotros y nos engañan. Practicamos nefastas tradiciones y nos olvidamos de lo importante que fuimos en la historia. Nuestros valores positivos caen al suelo pisoteados por energúmenos.
El gobierno de Prometeo debe terminar con estas costumbres tan civilizadas.
Más no caerá esa breva.
RDR
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