Lecturas no apropiadas para los tecnoburócratas ¡… viva Porfirio Díaz!
Expectoró la Noche del Grito en Londres el Embajador de México Diego Gómez Pickering
Porfirio Díaz Mori, quien repetía la frase: Entre México y los Estados Unidos, el desierto, otorgó al empresario ferroviario inglés Weetman Dickinson Pearson, concesiones petroleras cuyos rendimientos le merecieron el título de Lord. Su Compañía “Mexicana” de Petróleo El Águila fue más tarde feroz beligerante contra la Expropiación Petrolera dictada el 18 de marzo de 1938 por el general Lázaro Cárdenas. Seguramente, el subconsciente apátrida del embajador de Enrique Peña Nieto ante el Reino Unido le dictó el vitoreo al dictador.
Por esas mismas horas, la revista Petroleum Economist le entregó al secretario de Energía “mexicano” Pedro Joaquín Coldwell el título de Ministro del Año 2015 en mérito de su participación en la contrarreforma petrolera.
¡Dos noticias dos!: El robo de identidad abre las puertas por la que ingresan delincuentes para controlar productos financieros a nombre de personas que no se enteran. Sirve también para el lavado de dinero. De 2011 a 2014, el robo de identidad se incrementó en 233 por ciento.
2) El nuevo secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño anunció que, con la incorporación del idioma inglés en la educación “nacional”, en 10 o 20 años México será un país bilingüe. Hasta ahí las “buenas nuevas”.
De lo que se colige que la identidad personal y la identidad nacional, en México quedan reducidas a simples mercancías expuestas al libre mercado.
“Por mí se va hacia la raza condenada”
En el frontispicio del Infierno de Dante, dice éste en La Divina Comedia, están grabadas las siguientes palabras: “Por mi se va a la ciudad del Orto. Por mi se va hacia la raza condenada…”
Y caemos en la primera inquisición: ¿Cuál es la raza condenada?
Carta de navegación en mano, con la sonda activada intentaremos explorar una o muchas rutas para arribar a la respuesta que nos conduzca al encuentro de la Patria nuestra que, si el sentido borgiano es correcto -“naturaleza madre”- y si el uso del filósofo Edgar Morín es acertado, adoptaremos como sujeto sustantivo Matria.
Acaso prefiramos al final del recorrido a Miguel de Unamuno y Matria como vocación e imperativo de nacionalidad. Entremos al huerto de las metáforas y cortemos algún fruto literario: Guadalupe está reconocida como virgen de Extremadura (España), dama que, con Pilar, son identificadas, además, como Patronas de todas las tierras de habla hispana y, más concretamente, como Patronas de la Hispanidad.
En la versión mexicana de Guadalupe se nos informa que La Morenita del Tepeyac, al encontrarse con el ahora célebre indio, le dijo dulcemente: “Hijo mío, Juanito, el más pequeño de mis hijos…”. Ahora, a Juan Diego lo arropa la Santa Sede romana.
Más tarde aparece la otra leyenda: La india burlada que todavía, en versiones cinematográficas y telenoveleras, ambula por el territorio mexicano clamando angustiada: “¡Ay, mis hijos!”. Y éstos permanecen agazapados en una especie de nebulosa para confirmar, nomás, que hay seres que no tienen madre. De Nacionalidad habló Unamuno. Sobre identidad nacional es la reflexión a que convoca el que, en el México de antaño, se reconocía como Mes de la Patria. Casualmente, al calor de algunos recientes cambios burocráticos en la Secretaría de Gobernación, se relanzó el tema de la Cédula Única de Identidad (CUI, que ahora, en el reino de las siglas, se identifica como CURP.)
No deja de enchinar la piel ese proyecto de darnos “identidad única” que, por irresistible asociación de ideas, se vincula a la pretensión de asestarnos el pensamiento único, al que son adictos los regímenes totalitarios.
La elección de los medios electrónicos
Cambio de página: Entramos a la redacción de estas notas el 11 de septiembre de 2015. Por mera compulsión matinal, el despertar nos coloca a la escucha de los medios electrónicos.
Los locutores dedican la mayor parte del tiempo de sus barras matutinas al 11 de septiembre de Nueva York, para hacer exultante exégesis de la doctrina y la praxis del imperial combate al terrorismo, que durante más de una década ha puesto en vilo la existencia de la Humanidad toda, cuando está a punto de una yema el botón nuclear.
La misma mañana, en algunas de esas barras electrónicas, se emplea el lenguaje más soez para satanizar el régimen bolivariano de Venezuela, por la sentencia judicial a uno de “los combatientes por la libertad” -título acuñado por Ronald Reagan para sonsacar la contrarrevolución en América Central-, condenado por diversos delitos políticos.
He ahí, dos tablas y dos medidas para juzgar a dos regímenes políticos: El de Washington, ovacionado entusiastamente; el de Caracas, acusado implacablemente.
Sólo como mera efemérides se mencionó en las barras escuchadas, otro 11 de septiembre: El de 1973, en Santiago de Chile, en que el humanista doctor Salvador Allende sucumbió ante la vesania de los primates uniformados, comandados por el sanguinario general Augusto Pinochet.
No está por demás puntualizarlo: Pinochet, con otros gorilas de su generación en el Cono Sur, fueron elevados a los pedestales por los Padres del Neoliberalismo, con la bendición papal triangulada por el Opus Dei; dícese, “Obra de Dios”.
No se puede hacer abstracción de que los medios electrónicos mexicanos expresan una política editorial insinuada o dictada expresamente por agentes del Estado, y que los conductores de este Estado, rendida su soberanía, velan más por los intereses del norte contra los de los pueblos al sur del Río Bravo.
Entre Los virginianos y Bolívar y Mina
Mes en México dedicado antes a Los Héroes que nos dieron Patria, éste septiembre de 2015 nos plantea una interrogante que va más allá de lo existencial: ¿En qué momento y por qué causas los responsables del rumbo de la República mexicana optaron por la paternidad de Los virginianos George Washington, Richard Henry Lee, John Adams, Thomas Jefferson, Benjamín Franklin, etcétera, y su Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776, desplazando a El Libertador Simón Bolívar, fundador de Colombia y Bolivia, y factótum de la Independencia Nacional de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela?
(Aquí ya, para el gobierno de la República, pasa inadvertido el 20 de agosto de 1847 en que, en la Iglesia de Santa María, en Churubusco, Ciudad de México, soldados irlandeses de credo católico integrantes del Batallón de San Patricio, se pasaron al lado de los defensores mexicanos comandados por el general Pedro María Anaya: Si hubiera parque usted no estuviera aquí, fue su irritado desafío al jefe de las tropas invasoras.)
Sin hacer disimulo del macabro ultraje (necrofagia) que infligió Felipe Calderón en 2010 a la memoria de los Padres de la Independencia en el Bicentenario de la Insurgencia mexicana, demos paso a la segunda interrogante, no sin antes sospechar que en la profanación del Monumento, acaso el michoacano buscaba el cofre que 100 años depositó en la base de esa monumental escultura el dictador Díaz, con monedas que seguramente no eran los ahora tan devaluados pesos: ¿A título de qué, los ahora súbditos de la globalización neoliberal prefirieron acogerse al libreto del carolino Joel Robert Poinsett y no a la solidaridad fraternal de Francisco Xavier Mina, el independentista español que, inspirado por Fray Servando Teresa de Mier, combatió en nuestros lares por la liberación de la Nueva España? (“Mexicanos: Permitidme participar de nuestras gloriosas tareas, aceptad los servicios que os ofrezco en favor de vuestra sublime empresa y contadme entre vuestros compatriotas. ¡Ojalá acierte yo a merecer este título, haciendo vuestra que vuestra libertad señoree o sacrificando mi propia existencia! Entonces, en recompensa, decid a vuestros hijos: ‘Esta tierra fue dos veces inundada en sangre por españoles serviles, vasallos abyectos de un rey; pero hubo también españoles liberales y patriotas que sacrificaron su reposo y su vida por nuestro bien’”. Proclama de Francisco Xavier Mina al desembarcar en el Nuevo Santander (hoy Tamaulipas), Soto la Marina 25-IV-1817.)
El agente especial de James Monroe
Recordar nomás: Poinsett fue el emisario de James Monroe (1822) para persuadir al emperador de opereta, Agustín de Iturbide, a fin de que cediera a los nacientes Estados Unidos los territorios septentrionales que fueron de la Nueva España y eran ya constitutivos del México independiente.
Dos décadas bastaron para que el voraz Coloso se anexara esos vastos y promisorios territorios en una guerra que el entonces representante Abraham Lincoln calificara de injusta.
En esas dos décadas, el ex ministro-espía de los Estados Unidos en México, Poinsett, despachó como secretario de Guerra de la Unión Americana, desde donde emprendió el exterminio de los Amerindios al oeste del Misisipi. Recordar más: James Monroe fue uno de los más conspicuos operadores y pretendidamente justificadores del Destino manifiesto del norteño imperio que dos siglos después se ha alzado en México con el santo y la limosna.
(“Destino manifiesto”, plagiado de la literatura inglesa, amerengada tres siglos antes por audaces cortesanos de rodillas ante la Corona.) Aquí pasamos de la metáfora a la parábola en un tránsito secular que da cuenta de la traición a las cuatro revoluciones en las que se fincó la frágil soberanía de México: La Insurgencia, la Reforma, la Revolución Mexicana de 1910 y la tentativa de Independencia Económica con la Expropiación Petrolera de 1938. Mes de la Patria, insistimos, retomamos dos ideas-fuerza de los primeros párrafos de esta entrega: Los conceptos de identidad nacional y, primordialmente, el de Nacionalidad.
De la España Católica, hace 500 años conocimos la sífilis y otras pestes. De la Inglaterra protestante, la piratería, el corsarismo y el tabaquismo. En el siglo XIX, la victoriana Guerra del opio. De ambas, el adulterio, el incesto de la realeza, el ¡Mátenlos en caliente”, la alcahuetería papal y la Inquisición. De ambas, el insaciable saqueo que aún no termina.
La deuda que reclamó el cacique Guaicaípuro Cuauhtémoc
Del cacique Guaicaípuro Cuauhtémoc, en los 500 años del Encuentro de dos Mundos, lo que escrito está: Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace sólo quinientos años. El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para descubrir a los que me descubrieron.
El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo y también puedo reclamar intereses.
Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano! ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Petri, que afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos.
Yo, Guaicaípuro Cuauhtémoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fue más que el inicio de un plan Marshalltesuma, para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Dejemos hasta aquí esa constancia.
Lo que nos reveló el maestro Rodolfo Puiggrós
En 1973 (gobierno de dictadura militar, en turno Alejandro Lanusse), tuvimos la suerte de estar en Buenos Aires e hicimos contacto clandestino con el doctor Rodolfo Puiggrós, recién regresado de su exilio en México.
En secreto encuentro, Puiggrós nos obsequió un ejemplar de su investigación La España que conquistó el Nuevo Mundo. Antes de que pudiéramos leer el libro en el que retoma 300 años de historia española, Puiggrós, que llegaría ser rector de la Universidad de Buenos Aires, nos platica coloquialmente ciertos pormenores del contenido de su obra.
El autor nos recuerda el desenfrenado saqueo de las riquezas americanas durante la Conquista por España y cómo ese inmenso caudal fue trasegado desde la península hacia Europa para abonar a préstamos contratados por la Corona -con usureros judíos, muchas veces extorsionados bajo la amenaza de la Inquisición- para financiar, primero, la culminación de la expulsión de los moros y, simultáneamente o más tarde, costear las guerras religiosas (papistas), derivadas de La Reforma luterana, revisada por Calvino.
En economía de espacio, diremos que Puiggrós encuentra en los conflictos religiosos en la Europa de aquella época, un fondo clasista orientado “a la defensas del feudalismo, amenazado por la nueva economía mercantil”.
Desde esa interpretación, nuestro informante afirma que la revolución burguesa española fue desviada y a la larga el oro de América fue perjudicial para el desarrollo capitalista de España; significada -esa revolución- por la sustitución de los mercaderes mediterráneos por los hidalgos de Castilla, tesis vista a la luz de las contradicciones de clase entre la protoburguesía española y los nobles castellanos asociados a la reina Isabel La Católica en la defensa del antiguo régimen.
La Conquista, en suma, fue financiada por los burgueses, mientras que la colonización por los nobles, “que luego se sentaron a gozar del oro, destruyendo la producción manufacturera española”. Es tesis del autor citado.
Lo que es hoy de España y México
Cinco siglos después, según The World Factbook, reporte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, para 2013 España amaneció en el sitio 14 entre las economías mundiales, seis sitios debajo de su posición en 2007.
Al entrar al segundo semestre de 2015, nos informa otra fuente, España tiene encharcado el 97.70 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) en deuda pública: 1, 052, 837 millones de euros. Por otra vía diferente a la de Grecia, el gobierno del neofranquista Partido Popular con Mariano Rajoy y José María Aznar, caerán antes de que termine el año.
México, que al arrancar el siglo XXI rascaba ya el octavo lugar en la tabla mundial, (Nos faltan unos cuantos dólares, proclamó Vicente Fox), sería ubicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2015 en el sitio 13/14. Su deuda pública es de casi ocho billones de pesos y compromete ya 51.4 por ciento de su estancado, sino que regresivo, PIB.
Ambos países contienden por medallas en materia de corrupción, pero en España se combate la peste; en México, no. El cálculo mexicano se basaba, sin embargo, en las expectativas de crecimiento generadas por las megarreformas del Peñismo, que reventaron como burbuja de jabón. Ahí están los retortijones tecnocráticos para intentar cuadrar los Criterios Generales Política Económica 2016 al cataclismo provocado por la debacle petrolera que hizo astillas, o al menos pospuso para plazo incierto, las esperanzas de inversión extranjera en el sector energético.
Los “líderes mexicanos” ¿presas de su impotencia?
Retomamos la retrospectiva histórica a que nos da pie el mes de la Patria, con base en la siguiente cuestión: ¿Cómo México perdió su vocación soberana en el corto periodo de apenas cuatro décadas?
La cuestión se plantea desde cierto cuadrante cursi: En 2015 parece haber quedado en sueños el principio (o valor) de Mexicanidad, según su sentido patriótico. Entre las culturas hispanista y la anglosajona, México, sus arrogantes conductores, dicho con más propiedad, optaron por el improductivo anclaje en el hibridismo.
O, peor aún: En la impotencia para conciliar virtuosamente ambas vertientes culturales en el cauce nacionalista. El grupo dominante se quedó colgado del péndulo de un reloj cuyas manecillas operan al revés: Hacia atrás. Y hacia atrás se arrastra el destino congelado de los mexicanos. La preocupación por ese fenómeno regresivo de la elección pro yanqui de ciertos segmentos de la sociedad mexicana, sobre todo los que han usurpado la conducción de México, no es nueva. Involuntaria quién sabe.
No duelen prendas ceder la palabra a alguien que apostó a su credo hispánico el destino de México, el humanista don Efraín González Luna, una de cuyas expresiones pasó a la tinta en 1930 con matices antimperialista de factura anti anglosajona. Por supuesto, anti protestante. En escasas dos páginas escritas brillantemente, don Efraín da constancia de sus lecturas de Sinclair Lewis y John dos Passos.
Citamos un párrafo propio del jalisciense fundador del PAN: A la sensación de que el bosque no deja ver los árboles, sucede la más hondamente dramática de que en esta exuberancia de selva el hombre no puede encontrarse a sí mismo. Es un vértigo en el que se pierden los destinos, se borra la identidad personal y la superación específicamente espiritual naufraga.
Es una forma de vida social asentada sobre normas inflexibles y mediocres -rendimiento, confort, standarización- de esencia burguesa y resultados depresivos para el valor humano.
Segundo embate retórico: La abundancia desbordante fracasa en el intento de producir una calidad superior, médula de la cultura. Se palpa la nostalgia del ascendimiento, de la libertad y la aventura. El hombre vulgar empieza a sentir la náusea de la vulgaridad y aspira a una forma de vida que sería la negación del ideal americano. Necesita evadirse; pero todavía no es capaz de una verdadera huida.
Reflexiones como las anteriores permiten reconocer que el postulado de humanismo político, que en sus primeros años inspiró la doctrina de las derechas católicas, algo tenía de autenticidad… Hasta que el PAN se hizo gobierno y transitó vertiginosamente de la moral al relativismo moral hasta la inmoralidad plena. Al cinismo puro, como el de todo apóstata.
A Duhamel (Escenas de la Vida Futura) se remite don Efraín y dice que dista mucho de ser la voz del europeo hostil. Corresponde a un estado de espíritu que empieza a abrirse paso dentro de los mismos Estados Unidos y que tal vez será la primera palabra de un capítulo nuevo de la historia americana. Vanos votos, los de don Efraín.
Lo que diagnostica Zhigniew Brzenzinki
Siete décadas después, Zhigniew Brzenzinki (ZB), consejero que fue del presidente Jimmy Cárter en materia de Seguridad Nacional y creador de la Comisión Trilateral, declaró (Fin de Siglo, 1995): Lo que más me preocupa… es que nuestra propia auto-corrupción cultural podría socavar la capacidad de los Estados Unidos para sostener no sólo su posición como dirigente político en el mundo, sino con el tiempo incluso su modelo sistémico para otros…
(Sobre una “sociedad que emerge inexorablemente de una republica procesal engastada en la cultura consumista”). ZB: Definitivamente, es el caso de hoy en día, y los medios de comunicación masiva juegan un importante papel, particularmente la televisión, que ha sustituido a la familia, la escuela y la Iglesia, en ese orden, como los instrumentos principales para la socialización y la trasmisión de valores.
Al sustituir a esas tres grandes instituciones decisivas en la transferencia de valores y continuidad, la televisión se ha visto impulsada por su equivalente de La Ley de Gresham: La mala programación saca a la buena programación ya que, en su sentido más amplio, apela no a lo más noble en el hombre, sino a sus intereses lascivos más bajos… Así pues, la televisión se ha convertido en un instrumento para la diseminación de valores corruptivos, desmoralizadores y destructivos.
Son, precisamente, los valores que a lo largo de toda la historia civilizada han sido considerados como destructivos y disgregativos por todas las sociedades y todas las religiones: La avaricia, el libertinaje, la auto-gratificación sin límites, la ausencia de recato moral, los que se alimentan rodeados de encanto a nuestros niños. (Hasta ahí ZB).
A principios de año, desde lo más alto de la pirámide burocrática se declaró a Televisa “el orgullo de México”. Superada esa acotación, vayamos a un poema indígena ya trascrito aquí sobre el momento más definitorio de la artera acción de los conquistadores españoles:
“Nuestra herencia: Una red llena de agujeros”
“Y todo pasó con nosotros. Nosotros lo vimos. Nosotros lo admiramos. “Con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros.
“Gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están los sesos. Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre. Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red llena de agujeros. “Con los escudos fue su resguardo. Pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad. Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, Tierra en polvo, gusanos. Comimos la carne apenas sobre el fuego estaba puesta.
“Cuando estaba cocida la carne de allí la arrebataban, en el fuego mismo, la comían. ¡El agua se ha acedado. Se acabó la comida! Esto es lo que ha hecho el dador de la Vida en Tlatelolco. ¡Llorad, amigos míos. Tened entendido que, con estos hechos, hemos perdido la Nación Mexicatl! Es la voz de los vencidos. Una crónica descriptiva en la que no tiene lugar el odio. El contrapunto circula, ahora mismo, por las novísimas redes sociales con crédito a un tal Fray Nelson, quien dice inspirarse en el testimonio del capitán Andrés Tapia, según esto, escolta de Hernán Cortés.
“La vergonzosa caída de Huichilobos”
Nelson-Tapia ponen en boca de Cortés algunas expectoraciones: “¡Oh Dios! ¿Por qué consientes que tan grandemente el diablo sea honrado en esta tierra? Dios hizo el cielo y la tierra… y si fuéramos buenos nos llevará al cielo, y si no, iremos al infierno. Y yo quiero que aquí donde tenéis estos ídolos esté la imagen de Dios y de su Madre bendita”. (La madre bendita, para el efecto, sería la virgen de Extremadura). “Mucho me holgaré yo de pelear por mi Dios contra vuestros dioses, que son nonada…”. (Nonada: Poca cosa).
Cortés acompañaría la palabra con la acción: Delirante (“saltaba sobrenatural”) y armado de una barra de hierro dio cuenta de los ídolos de pedrería (máscaras de oro caían en los pisos del Gran Teocali), golpeándolos en lo más alto de los ojos. Los ídolos fueron descendidos “de buena manera” (¡!); enseguida se lavó la sangre de aquel matadero de hombres, se construyeron dos altares “y se pusieron en uno la imagen de Nuestra Señora y en otro la de Sant Cristóbal, porque no había entonces otras imágenes…”.
Es, la anterior, la crónica de una muerte anunciada. La vergonzosa caída de Huichilobos, es la “cabeza” de esa crónica resumida que firma el tal Fray Nelson, quien destila odiosa insidia: Fue como una victoria religiosa: los fortísimos guerreros aztecas hubieron podido comerse -literalmente- a los españoles. Pero, “El corazón de Moctezuma y de su pueblo había quedado yerto y sin valor cuando se vio desasistido por sus dioses humillados…”.
Hasta la fecha, Huichilobos es el marbete colgado al pecho de cualquier mexicano (si es hombre de gobierno con más razón), por sedicentes humanistas europeos, que fingen alarmarse con el estado de barbarie en nuestro país.
Pero Huichilobos es una deformación de Huitzilopochotli (Sol), deidad benefactora venerada por los mexicas, cuyo culto los conquistadores pretendieron semejar a las prácticas idolátricas (“herejes”) de algunas sectas europeas que la Inquisición pasó por leña verde, el hacha y la soga. Después de todo, el Gran Teocali era santuario para ofrecer sacrificios humanos a los dioses por los antiguos mexicanos. Una excepción ritual, no una regla cultural. Cortés, seguido luego por Nuño Beltrán de Guzmán, se dieron vuelo destruyendo esculturas, centros ceremoniales y hasta productos agrícolas relacionados con la deidad. Don Nuño aplicó al rey purépecha Calzontzin su personal y cruel interpretación del Santo Oficio.
La destrucción de una cultura social y política vernácula
Hay algo más que decir de aquellos momentos seminales de la Historia de América. De acuerdo con Alfredo Chavero, los cronistas de la Conquista no comprendieron ni podían comprender la naturaleza cultural de los pueblos originarios, ni los matices que diferenciaban la organización de los diversos señoríos, vistos con los ojos conquistadores, anclados sin embargo en el sistema feudal que predominaba en Europa. De ahí que, por la ley del menor esfuerzo, se tipificara al antiguo Anáhuac como un Imperio.
Aunque el grueso de los contingentes de la Conquista lo formaba carne de presidio, sus capitanes y capellanes no ignoraban las rachas victoriosas de los soldados españoles enfrentados a poderosos ejércitos del resto del Viejo Continente, comparables o superiores a los de España.
Dada la baja estima a los indígenas -vistos, más que como infieles, como bestias-, dictada por prejuicios religiosos y raciales, antes que la Cruz y el Evangelio, los conquistadores prefirieron asestar la espada sobre los conquistados, y nos dejaron de herencia “una red llena de agujeros”.
Todo es según el cristal con que se mira: Digámoslo en estudio de Adolfo F. Bandelier (On the Social Organization and Mode of Government): “Los mexicanos no habían llegado a constituir todavía una sociedad política, sino que ofrecían apenas el espectáculo de una agrupación de clanes ligados por lazos familiares y regidos por un gobierno puramente democrático y concejil… su papel era de mero órgano ejecutor de la voluntad colectiva, el del mero instrumento del sentir popular”. ¿Generosidad de un extranjero solidario? No: Aproximación al rigor científico.
Sería recomendable ahora para los consejeros y magistrados electorales de nuestra “posmodernidad”, leer más en los signos de la Historia, que en los signos de pesos en cheques emitidos por la Tesorería de la Federación.
¿Barbarie? Ya quisieran el modelo Azteca los anglosajones
Porqué si, de Federación hablamos, habría que remitirse a la orgánica que formaron nuestras naciones originarias con base en la división Militar, sacerdotal, de mercaderes y el común del pueblo, que comprendía desde los agricultores hasta los esclavos. Basada menos en el sacrificio humano, y más en la racionalidad cultural.
Otra inútil recomendación a nuestros sabios e impolutos consejeros y magistrados de la novísima “democracia mexicana”: Consultar, si la pereza intelectual y la molicie se los permitieran, La Organización Política y Social de los Aztecas, tesis de investigador mexicano Manuel M. Moreno, sancionada por el eminente arqueólogo don Alfonso Caso, nada menos éste integrante de la generación de Los siete sabios mexicanos, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y fundador de la Academia Mexicana de la Historia. Redescubrió la ciudad de Monte Albán, Oaxaca. ¿Se puede pedir más?
Retomemos la causal de estas notas: Hacia los años sesenta del siglo XX se conoció en México la traducción de un ensayo de H. Mundorf Jones: Este extraño Nuevo Mundo. Sólo nos referiremos a una de sus conclusiones: “Los Estados Unidos no descendieron directamente del Edén”. Remitámonos a un cuadrante: Al periodo del Renacimiento (siglos XV-XVI) en que la invención de la imprenta y el grabado permitieron el relanzamiento de la cultura clásica y, sobre todo, la impresión y la lectura masivas de La Biblia y rompieron los moldes del acceso e interpretación del catolicismo romano, herido de muerte por Lutero y zangoloteado por Calvino, padre del individualismo materialista en el nombre de Dios.
A lomo de esos dos siglos gobernaron la Península Ibérica e Inglaterra Isabela Católica y Enrique VIII, respectivamente. La primera, obsesiva papista; el segundo, tentado por La Reforma y alentador de la Iglesia Unificada de corte anglicano, cuestionador de la autoridad del Papa. El choque de concepciones religiosas no impidió, sin embargo, que los intereses crematísticos y políticos de ambos reinos se vieran vinculados al final del día por la parentela convencional encarnada por María La Sanguinaria, finalmente consagrada reina de Inglaterra.
El recetario doctrinario de M. Edward Hayes
El fantasma de Creso enervó la pugna entre ambas potencias por la supremacía económica a raíz del descubrimiento de América. Cualquier estudiante del primer semestre de la carrera de Historia sabe qué llegó después de las carabelas de Cristóbal Colón.
Menos se habla de Sir Humprey Gilbert y su expedición a Terranova (Newfoundiand), isla de América del Norte, desde donde los ingleses acometieron el tendido de una cabeza de playa al macizo continental en el territorio de lo que ahora es el estado de Virginia, USA (en honor a Isabel la Reina Virgen. Victoria de Inglaterra.)
Del mismo modo que a Cortés se le asignaron religiosos en función de cronistas de la Conquista, Gilbert tuvo como relator a M. Edward Hayes. Citamos a Hayes por una razón de no poca monta. Hermeneuta de La Biblia (con otros ingleses, conocedor de “las Relaciones” de Bartolomé de Las Casas a la Corona española), encontró en el Antiguo testamento el modo de justificar la competencia de Inglaterra a España y su expresión extrema.
De los textos de Hayes se subraya un concepto que le quita a las Sagradas Escritura todo misterio: Calling o, traduce don Juan A. Ortega y Medina, “el llamado con que Dios, el anglicano por supuesto, favorecía a sus elegidos”. (A tal efecto, los parlamentos de Jehová con Abraham, entre otros, pretenden darle verosimilitud a esa elección.)
Esa apropiación de la predestinación arrancada de La Biblia, facultaría a los conquistadores ingleses (so pretexto de difundir el Evangelio) a someter a los paganos pieles rojas, con todo y su patrimonio originario. Calling (“vocación del hombre para el cumplimentar un alto y fundamental destino”), deviene patente, y de ahí nos vamos a la institución inspiradora: El destino manifiesto, que recicló tres siglos después James Monroe.
Y aquí estamos los mexicanos al Grito de Guerra con la pólvora mojada. Si hubiera parque, usted no estuviera aquí, dicen que dijo, el general Anaya. Dios mediante, nos proponemos una segunda vuelta al tema. En vías de mientras, es muy recomendable la lectura de Destino Manifiesto/ Sus razones históricas y su raíz teológica, de don Juan A. Ortega y Medina. Lo nuestro no es más que un ejercicio periodístico. Es cuanto.
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