Los miles de migrantes centroamericanos tocando la puerta de Donald Trump, en busca de refugio y una nueva vida, son la crónica de un desenlace anunciado en todos los medios…
Caravanas de migrantes, un desafío a la nueva racionalidad
Feliciano Hernández*
UNA EXPLOSIÓN DE GRITOS y lamentos que se convertirán en un conflicto de larga duración para México y Estados Unidos, que exhibirá otra vez la disfuncionalidad de las leyes vigentes y de las autoridades locales e internacionales…Entender la nueva racionalidad es el reto de todos.
CHICAGO, ILLINOIS. Durante décadas, la impotencia y corrupción de autoridades mexicanas propiciaron que todos los migrantes sin documentos quisieran realizar su sueño americano por esta vía. Era fácil, pero los tiempos cambiaron desde antes de la llegada de Trump al poder y se complicaron a partir de los atentados terroristas a las Torres Gemelas en 2001. Las puertas no siempre iban a estar abiertas, algo que a muchos se les dificulta entender sometidos a intereses personales o a enfoques sin sustento en la realidad.
Hoy los riesgos son muchos para llegar a la tierra soñada (un espejismo, para no pocos). Desde los atentados a las Torres Gemelas, las autoridades estadounidenses se volvieron más desconfiadas y reforzaron todos sus sistemas y mecanismos de control y vigilancia aduanal y fronteriza.
El grado de mayor tensión llegó con Trump, que desde su campaña planteó la construcción de un muro y sigue empecinado en el intento, ni más ni menos que respaldado por millones de seguidores.
En territorio mexicano los carteles del narcotráfico se apoderaron de ciertas redes del tráfico de personas y comenzaron a exigirles derechos de paso a los “polleros”, a extorsionarlos o “levantarlos” para ponerlos a su servicio o exigir rescate. De suerte que el costo económico se elevó hasta en más de 500%, y pasarlos desde el lado mexicano hoy les cuesta en promedio unos 10 mil dólares por persona.
Pero nada ha detenido los sueños de dinero rápido que muchos anhelan, ni las noticias sobre los miles de muertos y desaparecidos que se registran al cruzar el territorio mexicano. La más terrible, la de San Fernando, en agosto de 2010 en Tamaulipas, donde se localizaron más de 70 cuerpos de indocumentados la mayoría centroamericanos que fueron secuestrados por narcotraficantes para exigirles rescate y luego ejecutarlos.
Manipulación y uso político
AL MARGEN DE LOS MOTIVOS legítimos que impulsan a los migrantes a tomar la difícil decisión de aventurarse entre muchos riesgos, es cierto que en el caso de las caravanas de centroamericanos registradas en octubre y noviembre del 2018 con pretensión de llegar a los Estados Unidos, sus organizadores calcularon el impacto coyuntural por el cambio de poder en México y las elecciones intermedias en Estados Unidos.
La migración hacia el norte desde Centro y Sudamérica, y desde México, ha sido intermitente desde hace muchas décadas, pero en pequeños grupos, no en caravanas de miles de personas con niños, adultos mayores y mujeres embarazadas.
Autoridades estadounidenses acusaron al gobierno de Venezuela de estar patrocinando los éxodos. Ciertamente, la prensa ha identificado a promotores con vínculos políticos, dentro y fuera de la región. Sin duda que es reprobable esa manipulación y uso faccioso que se hace de los más desprotegidos para lanzarlos a una difícil aventura sin final feliz, por lo menos en lo inmediato.
También caben en esta categoría los activistas pro migrantes que han logrado su modus vivendi apoyando y propiciando la existencia de estos nómadas del siglo XX y XXI, con finalidades poco claras más allá de las humanitarias.
“Dejar hacer, dejar pasar”
Ante las oleadas de migrantes que han usado como puente a México, en los hechos y con bajo perfil los gobiernos han aplicado la política de “dejar hacer, dejar pasar”, aunque oficialmente sostengan que aplican la ley mexicana que exige un ingreso y transito legal o correr el riesgo de ser deportados.
Y efectivamente, todos los años México deporta a miles de personas sin papeles, de todo el mundo, mayoritariamente de centroamericanos, pero es la mínima parte de los que “deja pasar” principalmente por corrupción de las autoridades migratorias.
No es noticia que entre 2016 y 20018 se establecieron en la frontera norte mexicana decenas de miles de migrantes que comenzaron a hacer vida ciudadana ordinaria ante las dificultades para poder ingresar a territorio estadounidense.
Más por imagen pública, el gobierno mexicano y los líderes de opinión han manifestado en los hechos proclividad a permitirles el paso y darles un trato digno a los migrantes, “así como les exige a las autoridades de Estados Unidos el respeto y consideración a sus connacionales”, ha sido el argumento exculpatorio de la incompetencia y la falta de ideas para enfocar el problema desde posiciones que resuelvan de raíz los éxodos forzados.
Pero en esta posición de conveniencia, el gobierno olvida su obligación de cuidar las fronteras y garantizar la seguridad de la población. No es noticia que entre los migrantes circulan delincuentes y gente sin identificaciones de ningún tipo, y no precisamente de los trasnacionales MS 13, los de mala fama integrantes de la Mara Salvatrucha.
La bienvenida que dieron a las caravanas el gobierno entrante y las autoridades de algunas ciudades y pobladores de lugares por donde fueron cruzando los migrantes sin duda que habla bien de ellos, pero eso es la cara positiva de la misma moneda. La cara negativa es el costo económico y social que representa la manutención de grupos grandes, como los de las caravanas, aunque buena parte salga de la cooperación voluntaria de gente anónima.
Sin embargo, el peor efecto es el ejemplo que ponen hacia la población en general de que con caravanas se puede forzar a los gobiernos a abrir sus fronteras. En México es un hecho, ¿lo será en Estados Unidos?
Silencio de la ONU
A pesar de los conocidos factores que expulsan a los migrantes de sus lugares de origen, nunca se oyen voces críticas hacia los gobernantes corruptos que llevan al deterioro social de amplios sectores de población en las regiones expulsoras.
Ni en lo individual ni como colectivos han protestado, tampoco desde la ONU ni de otros organismos. Se han limitado a ver los conflictos de migración pasiva y reactivamente.El silencio de la comunidad internacional es corresponsable en todo esto. Los activistas han sido buenos para andar promoviendo los “derechos” de los migrantes, pero no para organizarlos y reclamar atenciones en sus lugares de origen.
Específicamente no se conocen pronunciamientos contra los gobiernos de Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, que es de donde emigra más gente; ni contra otros países sudamericanos, desde donde también salen muchas personas mirando al norte creyendo que van a superar sus problemas.
Hay que decir con nombre y apellidos que han sido dictaduras o que son sistemas republicanos, pero corruptos, y que los malos gobernantes han propiciado la exclusión social, el rezago, la falta de oportunidades y por lo mismo, la migración… Y exigir el cambio.
Algo tiene que cambiar en la legislación internacional, respecto de las migraciones. Los éxodos masivos históricos obedecieron a otros tiempos y otras circunstancias. Hoy el mundo está muy diferente al de hace medio siglo y debe regir otra racionalidad. El momento de Trump no es el mismo de Lincoln ni el de Roosevelt. Los tiempos de aquellos requerían mano de obra. Ahora Estados Unidos vive otra problemática industrial, con pérdida de empleos por la robotización. Sus ciudades ya están densamente pobladas. Su agricultura se transformó de la producción rural y de autoconsumo a la producción industrial para exportación, con tecnología muy moderna que redujo drásticamente el empleo en las últimas décadas y eso cambia los requerimientos de mano de obra en toda la cadena.
La conflictividad internacional también ocasiona desplazamientos humanos. Las hambrunas, las epidemias o plagas y los desastres naturales como sequias u otros provocaron fuertes migraciones en la historia de la humanidad. Pero era lo que menos le preocupaba a la gente, incluso eran bienvenidas porque ayudaban a revitalizar las economías de los países de acogida.
Las soluciones duraderas
HOY SON CIRCUNSTANCIAS muy diferentes. Las migraciones tienen que supeditarse al orden internacional. Las poblaciones en riesgo de desplazamiento deben ser atendidas en sus lugares de origen siempre que eso sea posible. Y sí es posible, pero lo más fácil para muchos es pasarle el problema al vecino. Esa visión es facilona, convenenciera, anacrónica y obsoleta e inviable en el largo plazo.
La ONU tiene que plantear como inevitable el establecimiento de nuevos protocolos y convenios que incidan en las legislaciones de los países expulsores, y que busquen retener en sus comunidades a los habitantes, con diseños institucionales que en lo inmediato les resuelvan necesidades apremiantes y en el mediano y largo plazo les den oportunidades de desarrollo.
Eso es lo que tienen que exigir los migrantes y sus organizadores: desarrollo comunitario y municipal, para bien de todos, y no pretender entrar por la fuerza en otros países, como ocurrió con la #CaravanaMigrante de hondureños al ingresar a México.
Hoy las migraciones no deben quedar a capricho de nadie, ni de los desplazados ni de los afectados ni de los organizadores o promotores.
Las migraciones necesarias por motivos de trabajo deben resolverse con permisos temporales, por acuerdo de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores, para que nadie sea ilegal ni quede exento de beneficios mínimos de seguridad social y protección jurídica.
Pero hoy lo que prevalece, por lo menos en el hemisferio occidental, es la visión rancia y anacrónica que justifica los desplazamientos en hechos históricos o en falsos argumentos y en espejismos de improbable mejoría social. Entender la nueva racionalidad es un verdadero desafío para la propia ONU y para todos los activistas.
Por lo pronto, los caravaneros avanzaron en su túnel, pero todavía lejos de ver la luz al final, las promesas que les hicieron fueron falsas, y México tendrá que lidiar solo con el problema. Por suerte para ellos, el presidente AMLO dijo que eran bienvenidos y que “donde come uno comen dos”.
*Periodista mexicano, radicado en Chicago, IL. USA.
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
More articles by this author
|