México y el mundo tienen que sacar lo mejor de cada sociedad para ganar esta guerra y vivir para contarlo. A varios meses de que brotara en China el temible Coronavirus, reclasificado Covid-19, el saldo mundial es desastroso.
El Presidente, bajo alta tensión
Feliciano Hernández
No ha sido el camino de la inteligencia lo que más ha brillado en varios países, cuyos errores en esta era de globalización han perjudicado a todo el planeta. En el balance público de no pocos observadores y especialistas, ya tienen su lugar apartado en esta historia de pesadilla el presidente Donald Trump; el mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro; y el mexicano Andrés Manuel López Obrador. Juntos suman instantes que deberán integrar la antología de dislates más imperdonables.
LA HISTORIA objetiva se encargará de ubicarlos en su verdadera dimensión, por lo pronto han dicho más que suficiente para la polémica internacional. Pero no todo está perdido, ni mucho menos. En medio de la incertidumbre, la desconfianza y el temor, tiene que haber lugar para la inteligencia, la reconciliación y el control de daños.
CD. DE MÉXICO.-Mientras los investigadores y científicos se desvelan en sus laboratorios, en México y el mundo el mortal virus ha exhibido todas las flaquezas sistemáticas, prejuicios e incompetencias de las autoridades que en apenas pocos meses provocaron más de dos millones y medio de contagios confirmados y más de 150 mil muertes.
TAMPOCO PUSO mucho de su parte la sociedad para enfrentar al enemigo invisible con menos bajas. En lo inmediato y cuando se acumulan junto a los errores cientos de miles de caídos en batalla, aunque el enemigo viral se replegara en cualquier momento, solo podrá hablarse de una derrota aplastante para la humanidad.
ESTE EPISODIO es diferente a otros muy letales que siglos antes vivió la humanidad, porque con muchos más avances en ciencia y tecnología, los gobiernos se vieron impotentes y desesperados ante la pandemia y se dedicaron a CONTAR MUERTOS y contagiados.
QUE NADIE se equivoque. Este no es un caso únicamente para los científicos. Es un caso para los ESTRATEGAS de todo orden y procedencia. Es una gran guerra contra un enemigo poderosísimo, inimaginable en las películas más descabelladas, que ha hecho verse pequeños a los gobernantes más poderosos y a los científicos más avanzados. Nunca antes el mundo tuvo un reto tan enorme. Es una gran misión que debe convocar toda la sapiencia e imaginación de todos. Y es una guerra que se va a ganar con INTELIGENCIA.
EL MALDITO VIRUS NO puede superar ni vencer al cerebro humano, pero es con humildad de los gobernantes y de los científicos como se triunfará; es con espíritu incluyente y convocando a todos a realizar propuestas como se controlará al enemigo presente y eventualmente lograr su erradicación. Sin embargo, lo que se ha cruzado en esta misión es lo peor de toda sociedad: mezquindad, fanatismo, ignorancia y soberbia. Porque los que están al frente, en lo político, no están ahí por ser los mejores, sino porque lo pidieron y lo pelearon pensando en lo bueno para ellos, sin maginar lo malo que les vendría. En tales circunstancias, pronto han dejado ver todas sus limitaciones.
Ojala que AMLO tenga éxito en sus cálculos aun bajo un entorno de alta tensión social… y mucha suerte, porque si continúa sumando fracasos, lo que se avizora sobre México y sobre él son escenarios más que preocupantes.
Fase 3, en espera de lo peor
COMO RESULTADO de las incompetencias, al iniciar la letal fase 3, en el país gobernado por López Obrador, la cifra en aumento —“en espera de lo peor”, repitieron como loros algunos funcionarios— ya alcanzaba los 12 mil contagios confirmados y al menos 1,200 fallecidos; además de las presumiblemente muy elevadas cifras obscuras que por fallas técnicas o intenciones políticas quedaron fuera de las estadísticas, pero calculadas en 100 mil contagios al cierre de esta edición.
Lo que mueve al enojo popular es que México se convirtió justamente en la crónica de una muerte anunciada, parafraseando al escritor colombiano, porque el gobierno de López Obrador tuvo muchas semanas de advertencia sobre la peligrosidad del enemigo —que paralizaba a Europa y avanzaba rápido sobre Estados Unidos— y se dedicó a negar la amenaza en el horizonte: “Salgan, salgan, vayan a los restaurantes, yo les voy a decir cuando se encierren”. Se entiende que no quisiera paralizar la economía previendo mayores daños —y en esa creencia, había argumentos sólidos, lo diría semanas después el empresario Ricardo Salinas Pliego—, pero nunca supo explicarlo.
En el análisis hacia el balance y el posible replanteamiento de la estrategia oficial —ante la inminente rendición de cuentas que habrán de entregar los funcionarios—, lo que duele más desde cierta perspectiva es ver el empecinamiento del mandatario en negar la peligrosidad del virus y la creciente lista de errores cometidos por su equipo de colaboradores; sumados a los de gobernadores y presidentes municipales, que durante valiosas semanas se empeñaron en dar palos de ciego, comenzando porque los responsables de enfrentar el embate, bajo las órdenes del comandante Andrés Manuel, negaron una y otra vez la gravedad de la crisis que se anticipaba por todos los medios y estos fueron incluso acusados de alarmistas y “conservadores”, y etiquetados por las huestes de Pejelovers como empeñados en desestabilizar y “derrocar” al presidente.
Negar la amenaza, la “estrategia” de AMLO
Fueron dos o tres meses para que los funcionarios del gabinete federal pudieran prepararse en todos los aspectos y NO lo hicieron, por motivos recriminables, y en la peor de las actitudes se empeñaron en ENGAÑAR con los datos de víctimas; de equipo médico existente y faltante; de hospitales disponibles; de recursos financieros a la mano para enfrentar al virus; de compras tramposas, como de material inservible; mientras la fuerza arrolladora del invasor microscópico seguía multiplicándose a toda velocidad.
Todos los días los noticiarios dieron reportes de mayores contagios y escasez de clínicas y personal médico, y hasta muy avanzado el problema todos los días los funcionarios salieron a desmentir y atacar a los medios y a los periodistas.
Ante el avance del enemigo invisible, las respuestas de las autoridades mexicanas dejaron mucho qué desear de inteligencia, y lo que se percibió fueron vergonzantes actitudes de muchos burócratas: simulaciones de ayudas, incapacidad de reconocer errores, reacciones tardías o negativas ante las críticas ciudadanas, de afectados y de líderes partidistas —el problema no fue que estos quisieran beneficiarse políticamente, como lo fue, sino que con sus errores las autoridades les estaban poniendo el banquete en charola de plata.
Ejemplo de peligrosas SIMULACIONES de los responsables fue la exigencia de ENCIERRO a la población, que en la etapa inicial descuidaron y luego promovieron sin ofrecer ayudas de DESPENSA o monetaria a millones de personas que legítimamente se negaron a encerrarse ante la carencia de lo indispensable, porque sobreviven de lo que pescan cada día en la calle (oportunamente, y por iniciativa del firmante de estas líneas, AMLO recibió en sus cuentas de “las benditas redes” las peticiones solicitadas para aquellos con más vulnerabilidad; no dio respuesta concreta, sino puras generalidades y promesas fantasiosas: “Dos millones de empleos…Tres millones de microcréditos”).
Otro ejemplo de SIMULACION oficial: el uso de millones de cubrebocas marca “Patito”. Primero negaron su utilidad y lo dejaron al criterio de la gente; después lo exigieron, ignorando su agotamiento en farmacias y tiendas, y permitieron que la gente los improvisara con telas de dudosa calidad y solo para cumplir el requisito, sin atender a la utilidad clínica del material. Como medida preventiva y para dar certificación a la misma, AMLO debió ordenar al Ejercito la fabricación de cubrebocas y gel antibacterial, y repartirlos gratuitamente en todos los puntos de mayor contacto. Ya entrada la fase 3 de contagios masivos NO lo había hecho. Poco antes la Jefa de Gobierno de Cd. de México, ordenó algo similar en una estación del metro, durante pocos días, cuando esa debió ser una medida permanente y generalizada.
Un ejemplo más de ENGAÑO al público: la carencia de recursos o su retraso en la entrega. El presidente anunció, como para calmar los ánimos, desde antes de que se complicara el problema y en varias ocasiones, que México tenía mucho dinero, literal, para atender a las víctimas del virus. Mencionó que contaba con varios fondos, pero pasaron las semanas y lo único que se escuchaba en las noticias era que faltaban médicos, enfermeras y equipo material. La realidad era que AMLO no podía disponer de esos recursos a su antojo. Como sucedió con Banxico al que solicitó la entrega anticipada de una millonaria y apetecible cantidad que la institución entrega al gobierno como margen de utilidad por operaciones, pero el fondo está reglamentado y su disposición no queda a capricho del Ejecutivo. AMLO salió de esa reunión con las manos vacías.
Luego pidió al Congreso cambios en la ley del presupuesto para lograr un manejo de los recursos acorde a la coyuntura de URGENCIA que atraviesa el país. Lo único que fue dejando claro López Obrador es que andaba desesperado por conseguir recursos, hasta debajo de las piedras. Incluso ordeno recuperar varios fideicomisos millonarios.
Imagen presidencial, cuestionada
ES ENTENDIBLE el proceder presidencial ante un problema tan grave, que demanda del Ejecutivo mucho DINERO para intentar controlar la crisis y ayudar a la población más vulnerable —70 millones de pobres— durante las semanas más críticas del ataque viral, algo que nadie debiera regatearle. Lo que no es aceptable es que el gobierno se maneje con ENGAÑOS o medias verdades. Su falta de sinceridad ha lastimado su credibilidad y millones de mexicanos, según las más recientes encuestas le han retirado su apoyo.
En medio de la gran crisis nacional y mundial, López Obrador ha preferido cuidar su imagen de autosuficiencia, la que tuvo como candidato presidencial invencible, que solo enamoraba multitudes; la de ganso incansable sobrado de peso por tanto amor que capturaba de sus millones de seguidores; la de “a mi gallo no le han quitado ni una pluma”.
Todo México vio en estas semanas críticas a un presidente soberbio, aferrado en negar la realidad —no le hicieron mayor impacto las fuertes críticas que recibió por el mal manejo que tuvo ante las protestas feministas a nivel nacional, apenas días antes de la gran invasión viral que vive el país—; siempre dispuesto a confrontar a la prensa ante la menor critica, en lugar de aceptar con humildad sus limitaciones de todo orden ante los grandes retos que atraviesa el país, y que para colmo de él —y del país— se le juntaron todos los males mayores en un solo año: los efectos de la recesión en su primer año de gobierno; las protestas de alcance nacional contra los feminicidios; la crisis del coronavirus y el desplome histórico del petróleo. Mucho para un solo hombre, solo porque —con alguna excepción— su gabinete brilla por su mediocridad. Solo para que nadie le robe cámara, solo para que todo el mérito fuera de él.
En medio de esas complicaciones de su gobierno, los líderes mafiosos le lanzaron al presidente el reto de llenar el vacío de asistencia social por el ENCIERRO al repartir despensas entre gente marginada.
Pese a todos los enormes desafíos, en su plan para enfrentar la invasión viral y relanzar a México, López Obrador decidió ser él mismo y seguir con su ruta previa, casi inalterable: cumplir con sus programas sociales de impacto electoral; avanzar en sus cuestionados megaproyectos económicos; seguir descalificando a sus críticos de la prensa; negarse a contratar más DEUDA internacional para invertir en la reactivación económica; mantener a Pemex con respiración artificial; y querer resolver las mayores exigencias ciudadanas con presupuestos raquíticos, con RECORTES burocráticos inimaginables y con más AUSTERIDAD.
Ojalá que AMLO tenga éxito en sus cálculos, aun bajo un entorno de alta tensión social…y mucha suerte, porque si continúa sumando fracasos, lo que se avizora sobre México y sobre él son escenarios más que preocupantes.
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