MEMORIAS PARA EL MUSEO DEL HORROR
“Vivir la vida peligrosamente”
* Mensajes desde el más allá de Mussolini a Felippine
ABRAHAM GARCÍA IBARRA (Exclusivo para Voces del Periodista)
“Los muertos están tapados. Sólo se ven sus manos rígidas, ennegrecidas por el fango de las trincheras. Los zappatori tienden a los muertos en camillas de ramas y sacos… Nosotros seguimos charlando. Nos ponemos a silbar y cantar. En el camino de las mulas hay un rastro de sangre y sesos. En lo alto (de la loma) hay todavía unos diez cadáveres… uno está decapitado”. Benito Mussolini
“Nosotros también hemos sido muy favorecidos. Se necesitaba un hombre como el que la Divina Providencia ha puesto en nuestro camino” Benito Mussolini.
Cardenal Achille Ratti, convertido en Pío XI. Como Arzobispo de Milán, había permitido a los fascistasentrar a la catedral con su atuendo guerrero, con sus banderas y estandartes desplegados. La cabra siempre tira al monte
El fascismo mussoliniano se “institucionalizó” en el Club para la Defensa de los Intereses Industriales y Comerciales, de Milán, en el antiguo Palazzo Caetani. Los capitalistas italianos daban la bienvenida -y, obviamente, dinero- al Partido Fascista, seguros de la protección armada que Benito Mussolini les garantizaba. No es casual que Mussolini, al esbozar su modelo de partido y de Estado, optara por el término totalitario. “Totalitaria” era el uso que las sociedades anónimas capitalistas empleaban para considerar como válidas las asambleas de accionistas que acreditaban el quórum requerido para dar por legales sus decisiones.
Veinte años después, en nuestro país, el Partido Acción Nacional (PAN) se incubó en los exquisitos salones del Banco de Londres y México. Esta institución se fundó en México, con 500 mil libras esterlinas de capital exhibido, como filial de The London Bank of México and South American LTD, en 1864, durante el fallido imperio de Maximiliano de Habsburgo.
En febrero de 1929, el papa Pío XI y El Duce firmaron el Tratado de Letrán, con el que aparentemente quedó zanjada la Cuestión Romana, latente desde que el Risorgimento planteó como imperativo para la unidad de Italia que los papas renunciasen a su soberanía sobre los estados pontificios, especialmente sobre Roma. Fue cuando el papa pronunció la frase trascrita en el segundo epígrafe de esta entrega.
En México, en el mismo 1929, el clero belicoso que desencadenó La Cristiada se pronunció en contra del acuerdo convenido entre el gobierno revolucionario y el Episcopado mexicano para pacificar al país, después del asesinato del presidente reelecto Álvaro Obregón. Los curas rejegos reagruparon a los cristeros en la Base, con cuyas células se formó primero la Unión Nacional Sinarquista (las “milicias del espíritu” que adoptaron las formas y un tipo de uniforme castrense a la usanza de los fascistas de Mussolini) y posteriormente el PAN; ambas formaciones, juramentadas para combatir las audaces reformas económicas y sociales impulsadas por el Gran Expropiador, Lázaro Cárdenas del Río. Uno de los más conspicuos panistas de la primera etapa, don Alejandro Avilés -quien llegó a ser director del órgano oficial del panismo, La Nación-, reconoció publicamente que el PAN, en su fundación, recibió apoyos de la burguesía mexicana.
Don Alejandro no nombra específicamente a esos grupos, pero no desconocía que en ellos militaban miembros de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), que se vieron involucrados en el auspicio de la Rebelión Cedillista contra el gobierno de Cárdenas, después de la expropiación petrolera en 1938. La Coparmex se fundó como sindicato patronal en septiembre de 1929 a iniciativa, entre otros, del regiomontano Luis Garza Sada, para combatir entonces la propuesta del gobierno de reglamentar el artículo 123 de la Constitución (la Ley Federal del Trabajo). Precisamente en Monterrey, Nuevo León, frente a un activo sindicalismo respaldado por Cárdenas, la Coparmex desafió al régimen, organizando paros empresariales, tratando de intimidar y someter a sus procaces designios al divisionario de Jiquilpan.
En Monterrey, en febrero de 1976, abortó la Conspiración de Chipinque para derrocar a Luis Echeverría Álvarez. A fines de octubre de 1979, un grupo de empresarios mexicanos, entre ellos el vicepresidente de Coparmex, el “regio” José Luis Coindreau, asistieron como cursillistas a Penssylvania (USA) para recibir instrucción de generales del Ejército estadunidense en materias como Antidemocracia y control social, Cómo la educación y la religión pueden reforzar la libertad y Qué pueden hacer los negocios por la libre empresa y la libertad. A partir de los primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, luego de la campaña México en la libertad contra la expropiación bancaria en 1982, acaudillada por Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, después candidato presidencial del PAN, la irrupción de la Coparmex en ese partido fue desembozada. Por cierto, no hace mucho un ex presidente de la Coparmex, José María Basagoiti, denominó a 1982 El año en que vivimos en peligro, frase que se fusiló recientemente el original Felipe Calderón para referirse a 2009.
Pero el huevo de la serpiente ya se había roto. En noviembre de 1920, el periódico La Stampa, de Turín, editorializó sobre los sangrientos choques entre los beligerantes: “Los hechos demuestran con terrible elocuencia, que el foso que separa a fascistas y comunistas se hace cada vez más insalvable, habiendo adquirido ya los caracteres de una verdadera guerra. Educados en los mismos principios, impulsados por el mismo culto a la violencia, fascistas y comunistas ya no pueden contenerse y, arrebatados por sus pasiones desenfrenadas, excitaos por la vista de la sangre, por el odio y el espíritu de venganza, se atacan armados de rifles, pistolas, granadas y puñales”.
Una gran víbora mordiéndose la cola
Expulsado del Partido Socialista Italiano y de la dirección del periódico Avanti!, Mussolini fundó el propio: Il popolo d’Italia (¿financiado por el “oro francés”? que dio aliento a los Fasci di combattimento. Aunque ya era un delirante predicador del individualismo anarquista, sus resabios socialistas lo indujeron a buscar de nuevo el contacto con las masas, solidarizándose con las primeras huelgas obreras de la postguerra y la toma violenta de las fábricas. De una de ellas dijo era “una huelga creadora que no interrumpía la producción”.
Aquella referencia temporal sirve para ilustrar el cambio de piel, que no de entraña, de Mussolini. Apenas tres años después de su oportunista elogio a la huelga obrera, en agosto de 1922, antes de La Marcha sobre Roma -en la que, dicho sea de paso, tuvo una participación sospechosamente vacilante, no así el alma real de la hazaña, el “superhombre” ardoroso y resonante Gabriel D’Annunzio, mientras que él, a la hora de la verdad, viajó sigiloso en la sombra de coche-cama de ferrocarril-, Mussolini, repetimos, tuvo oportunidad de exhibir su mudanza política: En Génova, los sindicatos de obreros agrícolas de tendencia prosocialista -en especial los de los llamados Dockers- se consolidaban, entre 1920-1921, con el monopolio de contratos, a fin de repartir la oferta de empleo en forma igualitaria. Los “camisas negras” mussolinianos, haciendo honor a su condición de forajidos mercenarios, se lanzaron rabiosamente al asalto y saqueo de los recintos sindicales, logrando destruir el sindicato y facilitando la anulación de los contratos colectivos, para que los patrones pudieran favorecerse con “la libertad de trabajo”, según la jerga porteña la chamata; esto es, la selección cada mañana de los trabajadores “confiables” por la aceptación de los más bajos salarios.
Vale acentuar un hecho: La prensa que entonces ovacionaba a los escuadrones fascistas era controlada por el trust siderúrgico de L’Ansaldo. Simultáneamente, las bandas negras se ensañaban lanzando bombas incendiarias contra las instalaciones del periódico genovés Il Lavoro, órgano local del Partido Socialista del diputado Giacomo Matteotti, crítico acérrimo de Mussolini. Ya constituido el fascismo en mayoría en el Cámara de Diputados, el 30 de mayo de 1924 Matteotti, imponiéndose sobre la provocación de la chusma, pronunció un quemante discurso en el que denunció que Mussolini había amenazado previamente con que no se sentiría comprometido con el resultado de las elecciones del 6 de abril anterior y, si fuese necesario por la fuerza, permanecería en el poder usurpado (“Haiga sido como haiga sido”). Cuando Mattiotti abandonaba el palacio legislativo, recomendó a un amigo suyo: “Prepárate a escribir mi nota necrológica”.
El 10 de junio no se olvida, el culto, brillante y valeroso diputado Matteotti “desapareció”. A los días, se dio por sentado que cinco matarifes de Mussolini habían dado cuenta de la vida de su insobornable adversario. Jinete en la tormenta, frente a las acusaciones que se hicieron a sus compinches por ese crimen, Mussolini respondió con esta desquiciada oración para los bronces: “Si el Fascismo se ha convertido en una banda de delincuentes, yo soy el jefe de esa banda. Si toda la violencia que se ha cometido ha sido resultado de un determinado clima histórico, político y moral, mía es la responsabilidad…” ¿Qué dijo Gustavo Díaz Ordaz después de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968?
Hay semejanzas “maravillosas”
Aquel criminal episodio, nos remite no sólo a la memoria de nuestro senador Belisario Domínguez, victimado en octubre 1913 por el usurpador Victoriano Huerta con el beneplácito de los diputados del Partido Católico Nacional y de ministros de la Suprema Corte de Justicia, entre ellos un tal Demetrio Sodi, que consagraron meses antes el asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez Por asociación de ideas, las técnicas gamberras de exterminio sindical y de extinción de los contratos colectivos de trabajo, patrocinadas por el poderoso grupo siderúrgico L’Ansaldo y sus cómplices en el gobierno, nos coloca frente a los métodos utilizados aquí y ahora por el poderoso Grupo México, dominante en la industria metal-siderúrgica, de Germán Larrea Mota-Velasco, y sus cómplices en el gobierno del PAN desde la gestión de Vicente Fox, en contra del sindicato de trabajadores minero-metalúrgicos, extendidas hoy contra el Sindicato Mexicano de Electricistas y otras formaciones sindicales que pretenden escapar del redil oficialista.
Es -esa- una de las característica más acusadas del Estado totalitario, contumaz pretendiente del pensamiento único. Mussolini, feroz impulsor del corporativismo, se ensañó contra los sindicatos indeseables e incómodos para sus fines, pero apadrinó organizaciones sociales adhesivas a su “estilo personal de gobernar”. Su consigna: Vivir la vida peligrosamente, se cumplió en su propia persona. El 29 de abril de 1945, en el Piazzale Loreto de Milán, el espectáculo no podía ser más grotesco y cruel: Vestido con las botas y los pantalones negros de montar del uniforme fascista, su cadáver se exhibió colgado de los pies al lado del de su amante Clarettta Petacci, y los de otros cuatro acompañantes
Pero el fascismo sin el fascista Mussolini, no sucumbió. Se reprodujo en otras latitudes. Unos cuantos meses después de la macabra estampa arriba expuesta, en México tuvimos el reflejo de su densa sombra tentacular: la primera presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ejerciendo una forma de “democracia selectiva” para reconocer a la representación de la clase trabajadora organizada, le “dio bote” a la dirigencia sindical de los ferrocarrileros, inaugurando lo que hoy se conoce como charrismo, que tiene su figura más acabada en la actual burocracia taibolera de la Confederación de Trabajadores de México, a cuyo hampón mayor el presidente designado le da el pedestre trato de “Don Joaquín”. Diez años después, la presidencia priista se cubrió de gloria con El vallejazo. El diazordacismo hizo lo propio lanzando sus mastines contra médicos insumisos. Tiempo después, una Tendencia democrática del sindicalismo electricista supo lo que es amar a dios en tierra de herejes. Los intelectuales “inorgánicos” que la acompañaron terminaron metamorfoseados en intelectuales orgánicos anexos generosamente “engrasados”.
La cuota ruin de la tecnoburocracia
En el arranque de la “postmodernidad” priista -la tecnoburocrática-, Carlos Salinas de Gortari fue aclamado por El quinazo, que a la larga dio certificado de probidad sindical petrolera al inamovible semoviente Carlos Romero Deschamps; “asegundando” con la cabeza del cacique magisterial potosino Carlos Jonguitud Barrios, entregada en bandeja de plata -dicho con mayor propiedad, de oro, mucho oro- a una nueva Salomé: la muy presentable “maestra” doña Elba Esther Gordillo Morales. Ernesto Zedillo Ponce de León hizo manifiesta su predilección por El macaco ferrocarrilero Víctor Flores Morales, manso mozo de estribos que le aceitó los rieles para la privatización de los “caballos de acero” nacionales, sólo para trasegarlos al amo extranjero, que compensó al ex presidente su obsequiosidad canalla con su mesada en dólares envenenados.
El PAN, ansioso de apropiarse del monopolio de la oposición, condenó no pocas de aquellas acciones represivas del fascismo priista -así lo adjetivó: de “fascista”-, pero al leopardo le es difícil borrar sus manchas. De origen, el PAN se puso a la defensiva contra las imputaciones de placenta mussoliniana, hitleriana y hasta hiroitiana, las parientes, pues, del Eje, que le asestaban sus detractores. Más difícil -contra documentos no hay defensa, si no es la de la hipocresía tartufiana-, le resulta al PAN salir ileso de otras confirmaciones: Con independencia de los postulantes de La nueva edad media americana, hay textos de sus militantes que expresan su rendida admiración por el falangismo franquista (recalentado por el peninsular promotor electoral de Calderón, José María Aznar y López-, y hasta prosélitos del portugués Antonio de Oliveira Salazar. Quién sabe si en él se inspira el hoy diputado Francisco Xavier Salazar Sáenz, ex secretario de Trabajo de Vicente Fox y procer de Pasta de Conchos, iniciador de la incesante persecución contra los líderes del sindicato minero, fabricante de “dirigentes” esquiroles, comisario custodio del contratismo de protección empresarial, y promotor de la trampa de las outsourcing para liberar a las patronales del cumplimiento de la ley del trabajo.
Más certera puntería tendríamos, si afirmamos que el modelo del panismo patronal es una burda pero lineal imitación de los bestiales bandos que el primate uniformado, Augusto Pinochet (un Mussolini austral sin la fuerza de convocatoria del “hombre que la Divina Providencia puso en nuestro camino”), dictó para deshacerse a sangre y fuego de los sindicatos chilenos, según el “fusil” legalóide del difunto declamador de la Nueva Cultura Laboral, cristero trasnochado, ex presidente de la Coparmex y también secretario del Trabajo en el primer gabinetazo de Fox, Carlos María Abascal Carranza. Ahí están su “nueva cultura laboral”: que los obreros se encomienden a la Virgen de Guadalupe, y sus huellas digitales en la iniciativa de contrarreforma laboral por la que aún abogan los legisladores federales del PAN, ahora acogotados por la mano-mandarria del porro poblano Javier Lozano Al-arcón, rudimentario, primitivo operador del extinguidor del presidente designado Felipe Calderón.
A propósito del maese Abascal Carranza -un macho ilustrado en las escrituras bíblicas-, su enfermiza obsesión era que la mujer permaneciera cautiva tras las sagradas rejas del hogar, ajena a la polución del mundo exterior, ay, tan inmoral, disolvente y contaminante. María Antonieta Macciocchi nos recuerda (“Las mujeres y el recorrido del fascismo”) que “el desprecio que -en su virilidad/ femenina y su feminidad/ masculina- Il Condottiere, Mussolini, sentía respecto de las mujeres, aparece desde el principio en una (farragosa) declaración muy significativa que hizo a un periodista francés, Maurice de Valèffe, corresponsal del Journal (12 de noviembre de 1922): “Se me atribuye la intención de limitar el sufragio universal. ¡No! Cada ciudadana conservará su derecho de voto al Parlamento de Roma, (pero) le confesaré también que no otorgaré el derecho de voto a las mujeres. Es inútil. En Alemania e Inglaterra las electoras votan como los hombres ( y por los hombres). Entonces ¿para qué? (…) mi opción sobre su participación en asunto de Estado es opuesta a todo feminismo. Naturalmente, la mujer no debe ser una esclava, pero si yo le otorgo el derecho a de voto, la gente se burlará de mí. En nuestro Estado, la mujer no debe contar”.
Siguiendo a la misma autora, en el primer Congreso de los Fasci femeninos de las tres Venecias (1 de junio de 1923), “el discurso de Mussolini -de una trivialidad tan lastimosa como bullanguera en el que el lenguaje se infla y se desinfla como una tripa de buey- es una perfecta ilustración de su concepción de la mujer: para presentarles su propia imagen y la del fascismo, se dirige a ellas como a animales de corral, a pesar de llamarlas ¿Señoras!. “Un análisis de los diferentes niveles de este discurso revela: a) que todas las referencias de Mussolini para explicar la política a las mujeres están sacadas del Bestiario (como si ellas fueran gallinas, monos…); b) toda la violencia física del matón de taberna y de la Mamá dándoles azotaínas a sus hijas para anunciar la dictadura; c) que el hecho de que la mujeres voten o no, es secundario… está la infatigable marcha hacia la grandeza de Roma en la que se respetan todas las jerarquías empezando por la belleza. En resumen, la mujer es la matrona romana; d) que los fascistas esperan obstinadamente de la mujer la total abnegación: poder, alegría, sacrificio, alegría en el sacrificio. La sexualidad del fascismo mussoliniano, sirviendo de sustituto del hombre (o desaparecido en la guerra, o marido parado o desvalido, o ausente para las solteronas.”) . Cita textual del discurso del propio Duce: “los fascistas, del primero al último, del jefe supremo al más modesto de ellos, no os piden más que una cosa: Servir con humildad, con devoción y sin desfallecer a nuestra Patria adorada, la divina Italia”. (¡Aplausos, aplausos!).
Ocho décadas después, el también perturbado Vicente Fox hasta se sintió elegante galán, motejando a las mexicanas como “lavadoras de dos patas” y el panista poblano Francisco Fraile “adulándolas” con aquello de que “jala más un par de tetas, que los bueyes la carreta”. Pura masculinidad/ femenina, pues.
“¿Por qué hemos sido vencidos?
Dicho lo cual, volvamos al punto de partida para cerrar este espacio con una carta (“¿Por qué hemos sido vencidos”?) dirigida desde Moscú, en 1923, por luminoso Antonio Gramsci al periódico Voce Della Gioventu de Milán, sin embargo poco conocida hasta 1973, casualmente año del golpe de Estado pinochetezco contra Salvador Allende:
“¿Por qué ha sido vencida la clase obrera? ¿Por qué no estaba unida? ¿Por qué el fascismo consiguió hundir en la derrota, no sólo física sino también ideológicamente, al partido socialista que era el partido tradicional del pueblo trabajador? ¿Por qué el partido comunista no se desarrolló rápidamente en los años 21.22 y no consiguió reagrupar a su alrededor a la mayoría del proletariado y de las masas campesinas? ¿Por qué los partidos proletarios italianos han sido siempre débiles desde un punto de vista revolucionario? ¿Por qué caían en la bancarrota cuando debían pasar de la palabra a la acción?
“No conocían el terreno sobre el que debían actuar y sobre el que habrían debido entablar la batalla. ¡Reflexionad sobre ello!. Después de más de treinta años de existencia, el partido socialista no ha producido ni un solo libro que estudiara la estructura económica y social de Italia. Basta plantearnos esta cuestión para constatar nuestra ignorancia y desorientación. Es preciso hacer una crítica implacable de nuestra debilidad. Es preciso preguntarse primeramente las razones por la que perdimos lo que éramos, el objetivo que nos habíamos marcado… He aquí la principal razón de la derrota del partido revolucionario italiano: No haber tenido ideología, no haber comunicado con las masas, no haber fortalecido la conciencia de los militantes con la ayuda de los principios tanto morales como psicológicos. ¿Cómo podemos extrañarnos entonces de que algunos obreros se convirtieran en fascistas”.
Un llamado de ultratumba a las sedicentes izquierdas mexicanas para esta hora en que la Nación naufraga. El fascismo italiano tuvo su caldo de cultivo las miasmas y las ruinas de la maltrecha economía de la postguerra, que sumió en la postración, la degradación, y el desempleo (con los soldados licenciados como carga insostenible), a los desfavorecidos de siempre. Cualquier similitud con la situación que actualmente vive México -sin vértebra bancaria propia, sin sistema de pagos soberano, sin plan industrial viable, sin ahorro interno, sin crecimiento, salvo el de la deuda pública y privada, y de la corrupción; en fin, sin voluntad política ni imaginación creativa para salir del hoyo negro de la economía criminal- no es mera casualidad. Sí, una explosiva causalidad de mecha corta. Quitarse el acedo cerumen de las orejas: Es esfuerzo vano -por bárbaro- luchar contra la historia cuerpo a cuerpo. Vale.
Los intelectuales y el fascismo
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
AVE DE TEMPESTADES, duro y tupido le llovió a Carlos Fuentes cuando se dio la licencia de proclamar proféticamente la opción: “Echeverría o el fascismo”. Algunos de sus bravos linchadores terminaron como boca de ganso lo mismo de Carlos Salinas de Gortari y de Vicente Fox, que ahora de Felipe Calderón. Fatalidad de los intelectuales que no nacen y duermen su infancia sobre paños de seda o lana de merino: un pupilo de su gurú repite de éste la sabia receta de que, en tal caso (y aun sin tal caso), deben acogerse al mecenazgo del Estado; esto es, del gobierno, independientemente de los colores y la calidad de éste. Viene a cuento el tópico, porque aún parece estar a debate la contribución de los intelectuales italianos a la explosión y encumbramiento del fascismo mussoliniano, sin medir las consecuencias. La figura más dramática parecería encarnarla el filósofo liberal Giovanni Gentile, integrado al primer gabinete fascista, acaso porque, como le sucedió a Mussolini un año después en Milán, fue ejecutado por partisanos comunistas en Florencia, un mes después de que, como presidente de la Academia, trasladada a la patria del arte, expectoró: “Italia se ha reencontrado en Mussolini y en su resurgir ha sido ayudada por el Condottiere de Alemania. Italia ha aceptado a Hitler a su lado, se ha unido a él en la esencial batalla por la salvación de Europa y la civilización occidental”. La personalidad más fascinante, por su frívola versatilidad, valerosa y cínica, es la del tuerto poeta-soldado D’Annunzio, capaz de perder su fortuna personal en aras de la causa (y otras disipaciones), a la que se mantuvo leal hasta el final de sus días en 1938, sin darse por enterado jamás de cómo su genio acicateaba el complejo de inferioridad del Duce. Malaparte (Curt Erich Suckert) sería harina de otro costal. De sobrada materia gris parecía astutamente “jugar con el score” y sus errantes neuronas. Estaba y no estaba: “Como todos los dictadores, Hitler no es más que una mujer”; “la dictadura es la forma mas activa de los celos”. Su filoso diagnóstico sobre la moral del soldado yanki vale lo mismo para el día D en Europa que para la guerra de Irak o la nueva invasión de Haití. A propósito, qué papel se propone jugar la intelectualidad mexicana (500 notables) invitada por Felipe Calderón a Discutamos México televisivo (¿por qué no Pensar México, como se pensó en una Europa reconciliada consigo misma?); invitación ya baldada de por sí por la falacia, de entrada, de que “estamos dejando atrás el autoritarismo, la opresión y la censura”, y acotada con la advertencia: lo relevante no será que se opine y se critique al gobierno, sino la pluralidad y las voces que se expresen. Dicho de otra manera, no se hagan ilusiones girándola de sinodales; lo importante es el montón y su abigarramiento; que luzca para las pantallas televisivas, pues. (Abraham García Ibarra.)
“Mujeres asesinas”
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
DÍAS ANTES DE SU NEBULOSA muerte en noviembre de 2008, el malogrado delfín del calderonismo, Juan Camilo Mouriño Terrazo, en la Semana Nacional de Comunicación, pidió comedidamente a los concesionarios de los medios electrónicos contribuir al respeto a la dignidad y a la tranquilidad de los mexicanos, no haciendo en sus programaciones la apología del crimen. Antes de que las lágrimas de duelo se secaran, las pantallas hogareñas fueron invadidas por una de tantas rentables patologías de la industria audiovisual: La serie Mujeres asesinas, una generalización de género que no se compadece del estado de miedo por el que cruza nuestra indefensa sociedad, agobiada violentamente por la viudez y la orfandad. El productor y usufructuario de ese serial -que lo fue también de la abominable puesta en pantalla de Big Brother- confesó sin falsos rubores que “el origen de todo eso, es una genuina necesidad de negocios”. En efecto, tal fue el buen éxito económico de ese proyecto, que su creador añadió a su primera confesión: “Estamos cagados de miedo”. Como Forbes no tiene tapujos para incluir en su nómina de los más ricos del mundo al capo Joaquín El Chapo Guzmán Loera, la costosa revista Expansión, especializada precisamente en grandes negocios, dio portada a ese personaje y su título temático (edición 1028, 9-XI-2009), nominándolo como primer gran monstruo de la mercadotecnia-2009. Una de las acepciones de “monstruo”, autorizada por la Madre Academia, es: “feto extremadamente deformado, incapaz de vivir”. Es absolutamente posible que la elección del término por el “cabeceador”, no haya querido darle ese sentido, pero de todas formas el redactor de la nota correspondiente escribió sobre la serie y su productor: “Las mujeres y la sangre son los ingredientes que lo han puesto en el candelero”. (AGI.)
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