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El deber supremo de un presidente
es defender los intereses de su país
Eran los días aciagos de la invasión francesa ocurrida en la segunda mitad del tormentoso siglo XIX en territorio mexicano. Don Benito Juárez, en funciones de Presidente de la República en ese México dividido, escribía el 26 de enero de 1865, desde Chihuahua, al ministro don Matías Romero, quien se encontraba en Washington: “Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino, pero nosotros no debemos legalizar ese atentado, entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza. Si Francia, los Estados Unidos o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las futuras generaciones que nos sucedan, lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar a nuestros hijos privándolos de un buen derecho, que más valientes, más patriotas y sufridos que nosotros, lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día”.
Este legado juarista en nuestros días debe ser objeto de consideraciones profundas para iluminar el rescate de la Patria mexicana, tan deteriorada en su soberanía nacional por los gobiernos tecnócratas liberales que han hecho de nuestros recursos nacionales el botín de toda clase de intereses extraños y nocivos para México, a través de lo cual, se ha sembrado la miseria entre la mayoría del pueblo mexicano, a la vez que la Independencia de México se encuentra a punto de sucumbir.
¿Cuántos derechos legítimos del pueblo de México han sido puestos de rodillas ante los modernos invasores de la tecnocracia neoliberal que saquean nuestra riqueza minera, petrolera; nuestros cielos con líneas aéreas que proceden de todas partes del mundo. mientras aquí la Compañía Mexicana de Aviación no puede volar en los cielos de México?
El Presidente de México
debe servir a los mexicanos
Ahora que el presidente Felipe Calderón ha viajado a Washington para atender el llamado que le hizo Obama -el mandatario norteamericano que cada día se acerca más a la línea bélica de su antecesor George Bus, señalado como criminal de guerra por la matanza de civiles, incluyendo mujeres, ancianos y niños, que realizó en Irak-, cobran actualidad los principios juaristas, en esta época en que se ha olvidad que el presidente de un país es elegido por la ciudadanía para que defienda los intereses de su nación y de su pueblo, ante las ambiciones del extranjero.
En efecto, el deber supremo de todo buen gobernante consiste en defender los intereses de la nación a la que pertenece y del pueblo que representa. Aunque ahora, por la distorsión mental antinacionalista de la tecnocracia neoliberal, entreguista y apátrida, lo usual es que gobernantes que buscan el apoyo extranjero, traicionen a su pueblo y trabajen para beneficio de quienes le apoyan le apoyan desde fuera de las fronteras patrias.
La visita de Calderón en Washington, dejó muy mal sabor de boca entre la opinión pública mexicana, especialmente entre el sector de los intelectuales y los analistas del acontecer nacional e internacional poseedores de elementos de juicio para discernir y concluir. Es así que Cuauhtémoc Cárdenas, político de amplia experiencia, ex. candidato presidencial en tres ocasiones, gobernador de Michoacán y dirigente moral del perredismo, expresara que lo que hay en la relación entre México y los Estados Unidos “es una política de sometimiento al gobierno estadunidense, cuyos representantes actúan con prepotencia”.
Afirmó que los gringos “siempre quieren tomar decisiones en función de sus intereses, no de los nuestros, y el gobierno de México debe ponerles un alto, pero en vez de ello, el país está prácticamente fuera de la política internacional y de las grandes decisiones y corrientes positivas de la globalización”.
Ningún beneficio para México
De la entrevista entre Calderón y Obama, el pasado 3 de marzo, no se desprende algún acuerdo que beneficie a México, con lo cual no se cumple aquello de que todo gobernante es electo para buscar beneficios que sean favorables al país a que se pertenece, y a la ciudadanía la que se sirve.
Todo lo contrario: Sucede que de dicho acuerdo sobre el cual existe la percepción de la opinión pública referente a que el citatorio -según algunos lo llaman- de Obama a Calderón, como consecuencia de la muerte de un agente de los Estados Unidos en territorio mexicano abundó en explicaciones y promesas de parte de FCH a Obama.
De la reunión citada surge un hecho nada recomendable desde el punto de vista de la soberanía mexicana, puesto que de inmediato surgió el anuncio de la visita -a partir del lunes 7-, de William Brownfield, subsecretario de Estado adjunto de lucha contra el narcotráfico, “dentro de los esfuerzos de los EU por cooperar con su vecino del sur en la lucha contra el crimen organizado”, según el anuncio del Departamento de Estado, el pasado lunes 7 de marzo.
En el marco del mal ambiente de negros nubarrones, presagio de tormentas nacidas de las revelaciones de Wikileaks, publicadas por La Jornada, se produjeron pláticas, situaciones y “acuerdos”, que fueron interpretados como “actos de sometimiento” del gobernante mexicano, ante Obama, que cada vez tiende más al belicismo tipo George Bush, como se advierte por las tonantes declaraciones de la secretaria de Estrado Hillary Clinton, y el papel que juega Washington en las revueltas ocurridas en el mundo árabe.
Entre las promesas hechas a Washington a costa de la soberanía nacional de México, está la relativa a la presencia de agentes norteamericanos en territorio mexicano, lo cual no permitiría ningún gobierno nacionalista, salvo que Washington estuviera de acuerdo en que agentes mexicanos también patrullen zonas en los Estrados Unidos. ¿Porqué si Calderón esta inconforme con la presencia de Carlos Pascual, embajador gringo en México, no le pidió a Obama que lo relevara? ¿Porqué permite entonces que Washington se lo imponga? Al amparo del Plan Mérida, EU le impone mucho injerensismo en suelo mexicano a Calderón.
Le hacen falta “baños de pueblo”
Indudablemente, Calderón necesita mejores asesores. Su presencia en Washington, el pasado 3 de marzo, causo decepción general. Después de su queja sobre la actuación del embajador Carlos Pascual, quien ha cuestionado la intervención del Ejército en la “guerra” antinarco… “Calderón debió haber pedido la remoción del diplomático”, expresaron legisladores. Washington le impuso nuevamente a Pascual y el Departamento de Estado advierte que no será relevado.
Al presidente Calderón le hacen falta “baños de pueblo” para que entienda a nuestro país, para que conozca las necesidades del pueblo y de acuerdo a la doctrina republicana, sienta la necesidad de servir al pueblo de México, sin afán alguno de hacerlo a favor de intereses extraños al país, sobre todo a los que dañan nuestra soberanía, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que han inundado la economía mexicana con préstamos condicionados al gobierno federal que encadenan nuestro futuro.
A lo que aspiramos los mexicanos es a tener un gobierno que sirva a su pueblo, porque para eso se elige a los mandatarios. La opinión pública coincide en que Calderón no debió haberse comprometido con Washington a dar mayor seguridad a los agentes que se encuentran en territorio mexicano, en misiones cuyas características se le ocultan a la ciudadanía. Los presidentes son electos para que sirvan a sus pueblos. De eso se trata.
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