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De los ¿confundidos?
¿Quiénes son los destinatarios lógicos y naturales de un ¡ya basta! a la debacle que vivimos como país? ¿Al trágico saldo, en aumento cada día, de una “guerra” donde no se tiene control alguno ni de los frentes? ¿Del deterioro imparable de la civilidad en un país cuyos referentes operativos no pasan de la premodernidad?
Desde luego, los responsables directos de la violencia, la delincuencia organizada o no, en término evidente pero, en estricto, el ¡ya basta! debe dirigirse a todos aquellos que, de una u otra forma, desde la ilegalidad o en la legalidad que se desborda a sí misma, son copartícipes del generalizado desmadre que padecemos.
En efecto, no debemos confundirnos: estamos frente a un problema ciertamente complejo y que se presta a múltiples filigranas retóricas, mas no hay, si de conceder al sentido común se trata, duda alguna: es un asunto de corresponsabilidad; aún más, de complicidades.
¿Cuál confusión?
¡Ya basta! Tenemos qué decirles a los narcos y a los gobiernos que los han hecho posibles; a los dueños del dinero, a los hacendados de la realidad, a los bolseadores y banqueros, a los políticos corruptos de todos colores, a los diputados y senadores de la inocuidad.
A los grandes consorcios mediáticos que degradan constantemente, a sabiendas, el nivel de reflexión de la población; que rebajan el nivel cultural y pervierten el “gusto” de niños y jóvenes, pasando por la enajenación de los teleauditorios cautivos.
No debe haber confusión, el mensaje del ¡ya basta! está correctamente dirigido a todos esos actores, y al gobierno federal, lo mismo que a los demás “niveles”. Que no se alarme Felipe Calderón, el reclamo, en realidad, se queda corto, muy corto.
Y parcelado. Lamentablemente esos reclamos tienen atención, así sea declarativa, cuando los afectados (y justamente protestantes) gozan de posiciones relevantes, mientras el común de la población, que sufre por casos similares, pero en condiciones más penosas dadas su mayor indefensión, no suele contar en los espacios de la inquietud nacional.
La autocrítica ausente
Impropio, entonces, el contra reclamo expresado en Torreón, el pasado 12 del mes que termina, por el presidente Calderón.
Las demandas de justicia, plenamente justificadas, por lo demás, no se responden en una suerte de debates donde el poder lleva ventaja evidente; menos se desautorizan desde un discurso autoritario.
Es incongruente en un gobierno que se dice democrático que, a quienes demandan justicia, se les quiera rebatir como si fueran competidores en un foro equitativo. No es así.
Si las críticas afectan en lo político al gobierno y su partido, no es culpa de las víctimas; no se “confunde al enemigo”, se exige que quienes gobiernan hagan su trabajo, que sean responsables o lo suficientemente honestos como para irse al no poder cumplir con su función.
Nadie desea que le maten un hijo, una madre, un padre, para tener argumentos y “atacar al gobierno”. Esa es una torpe derivación que raya incluso en la grosería.
Calderón debería ser más prudente y respetuoso del dolor que invade a decenas de miles de familias mexicanas que han perdido a sus familiares en una “guerra” cuyos resultados no van más allá de las figuraciones mientras todo empeora.
Empresarios y gobiernos no tienen porqué confundirse: los criminales accionan el gatilllo pero el deterioro social, la injusticia rampante, la corrupción, las ventajas mal habidas del capital leonino, responsabilidades que se marginan, los hacen posibles.
La miseria que no se quiere ver
Reciente estudio de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) revela que los mexicanos, trabajando en promedio 10 horas diarias, son los más pobres de esa comunidad internacional.
Desde luego, los señores empresarios y su aparato protector del gobierno no estarán de acuerdo en que ahí está un detonante de la delincuencia, la proclividad a la incivilidad y al deterioro social.
La discrepancia entre el trabajo femenil y el varonil también es resaltada en el estudio. En suma, México es segundo en la OCDE en lo que toca a desigualdad de ingresos y tiene el nivel más alto de pobreza relativa.
Casi la mitad de los mexicanos tiene grandes dificultades para vivir de sus ingresos, dice la OCDE. Pero tenemos un grupo de multimillonarios en dólares que abonan el “orgullo” insensato de los diletantes de las finanzas.
¿Qué no hay relación? -Apenas siendo ciegos y sordos.
Fracaso social
Tiene razón el rector de la UNAM, José Narro Robles, cuando asegura que se equivocan quienes ven la lucha contra el crimen organizado como una guerra.
A estas alturas hay más de 34 mil víctimas, muchas ajenas a enfrentamientos guerreros tales, cuestión que no puede ser marginada a menos que se carezca de una mínima conciencia y sentido humano.
Y en estricto, como también señala Narro, incluso quienes han muerto siendo parte efectiva de los grupos delictivos, tienen el descargo del fracaso de una sociedad incompetente, con mayor responsabilidad de quienes la gobiernan.
En una comunidad nacional que opere sobre la base del interés general, del valor universal del grupo social, ello no sucedería.
El común denominador
Pero la realidad es la realidad. El panorama es desolador: la sociedad en su conjunto y, por ende, todos y cada uno de sus sectores, están inmersos en la apatía, la desmovilización, el importamadrismo generalizado.
Dejar hacer y pasar todo aquello que conviene; presentar "frentes" con el único elemento aglutinador del interés mezquino y coyuntural es el signo de los tiempos.
Los espacios que debieran ser de la inteligencia y la reflexión, de la crítica razonada, congruente y comprometida, son de la simulación, el ocultamiento y la complicidad.
Sucede en los partidos políticos, en los órganos colegiados, las instancias "competentes", las asociaciones y los grupos de "resistencia". Es la "mecánica nacional" donde la ética no tiene lugar, ni podrá tenerlo en tanto sigan las mismas prácticas.
Estamos rodeados
En el camino de las justificaciones todo se vale, por la sencilla razón de que incluso los disparates pueden servir mañana para el que ahora se "adhiere". Unas por otras, llanamente.
El pacto social, en el supuesto de que algo quede, se diluye sin remedio; los actores no actúan y las comparsas inesperadas (ni siquiera programadas en las declaraciones de fe) ocupan el escenario y dictan el guión de la obra.
La solidaridad llega, si acaso, no más allá de la puerta de la propia casa; el sentido de unidad no sabe de generaciones ni de distancias, así sean ínfimas. Las muertes de enseguida son asunto de cada cual y el río que corra.
Así se mueve el mundo que se rige por el "libre mercado" y la lógica de la ganancia, a ultranza. Ni más ni menos, estamos rodeados.
¿Demasiado pesimismo? ¿Dónde andas, Cioran?
Tamborazos
-A diferencia de varios colegas, creo que la simpatía desbordante de Mario López, el gobernador de Sinaloa, es un invento mediático que se nutrió de las inercias opositoras cuando era candidato; me parece que, más allá de la forma (y sin ir lejos, por cierto) surge su verdadera personalidad. Y no es simpática, como se ve a medida que transcurre el tiempo.
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