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Y más de lo mismo
No descubrimos el hilo negro (ni mucho menos una especificidad emergente, como dirían los que saben) cuando ubicamos como signo del México de hoy un ambiente donde es posible, y factible, operar estrategias que contradicen discursos, expectativas y compromisos previos (y cualquier viraje, con el recurso chafa del “cambio”, aunque no se vea por parte alguna).
Y en ese marco surrealista, la actoría ciudadana, la históricamente propiciatoria de los grandes cambios, los de a de veras, todavía no se ve ni se oye.
Conviene aclarar que la referencia anterior tiene como destinatarios tanto al PAN como al PRI, al PRD y los demás; a los espacios del poder público y privado; a las instancias de la oficialidad, las de la clientela y las que se acumulen, en el dominio de los despropósitos que caracteriza a la actuación política en nuestro país, en los estados y municipios.
No hay para dónde voltear.
Se confrontan, desde luego, así sea de lengua para afuera, los partidos y los grupos vivos que desde siempre han tenido injerencia y beneficio en la vida pública pero, en estricto, los votantes que llevaron al gobierno a quienes hoy gobiernan, en todas partes, parecen simplemente presenciar, entre aburridos y confusos (a últimas fechas, bastante asustados) un decurso cuasi fatal sobre cuyo desenlace poco o nada habrán de decidir.
La gran cruzada sexenal, entonces, se queda sin cruzados porque, en la de malas, no hay ni una ni otra cosa. Así, los viejos estilos regresan por sus fueros que siguen siendo muchos.
Los pataleos panistas y las reconvenciones perredianas se explican porque el temor de no participar del pastel es grande, sin descargo alguno para los priístas.
Y más allá de una percepción ciertamente ominosa (porque recuerda sin intermediaciones precisamente aquello cuya satanización arrojó los dividendos conocidos, pero que igual sigue) estamos frente al evidente riesgo de transitar a una suerte de reino de las figuraciones.
Más bien, de permanecer, cambiando de etiqueta. La sombra del gatopardo.
La crisis de credibilidad
En nuestra “situación de realidad” ya nadie (o casi) se atreve a discutir que la confianza en los partidos, en las instituciones del Estado, en los organismos y corporaciones, se encuentra en alarmante crisis.
Paradójicamente, sin embargo, pocas veces se han venido canalizando con mayor facilidad directrices que impactan sin solución de continuidad en la vida de los pueblos. Eso es lo que está sucediendo hoy en México.
Tal despropósito solamente puede explicarse por una merma notable de la actoría social real y efectiva; la escasa o nula interlocución ciudadana y, en suma, el alejamiento de la política en su original sentido de corresponsabilidad, sobre la base de una participación democrática en los asuntos públicos.
La prensa en el rejuego
En ese marco un tanto surrealista pero dramáticamente real, las relaciones prensa-poder público-poder privado, debieran ser redimensionadas en el México del cambio figurado.
En los estados (la provincia, les gusta decir a muchos defeños) el esquema relacional, por así decirlo, continúa prácticamente inalterable, lo mismo que las figuraciones de “pragmáticos”.
Pero, en estricto, en ese como en muchos otros rubros, la diferencia con la metrópoli es de matiz, de formas especiales, niveles de trato y estilos. Acaso los naturales desniveles centro-periferia explicarían las relativas discrepancias.
Para las grandes empresas de la comunicación, la información es una mercancía más en el circuito del mercado y, en obvio, la capacidad de penetración, audiencia y circulación, los referentes de la presencia, siguen siendo sumamente estimables: significan poder, así sea subordinado frente a las determinaciones mayores de gobiernos y dineros poderosos.
Pero es más que una mercancía: Es la fuente de los grandes negocios que hacen innecesario el éxito editorial.
El balance pendiente
En el campo sociopolítico son muchas las explicaciones pendientes en el México de hoy.
Para los relevos electoreros, como suele suceder, la explicación más inmediata, que es también la más obvia, se presenta como la más firme: de una parte, el hartazgo de ayer y hoy (por lo mismo); de las décadas de impotencia acumulada, el peso oprobioso de un poder cuya caída estaba en el deseo de todos, al desencanto por el fracaso de una “alternancia” que no pasa de los calzones.
Del “ya ganó Fox” al “ya ganó Peña Nieto” hay, en realidad, poca distancia.
En suma. la evaluación de los alcances reales de los procesos recientes en la temporada de los “cambios” y las “alternancias” está pendiente.
En términos de actoría social, de participación ciudadana y crecimiento efectivamente democrático, bien puede resultar en algo notoriamente distinto a las bondades cuya aceptación acrítica, por cierto, ha reproducido casi todas las viejas inercias.
Los alcances del “cambio”
Que el cambio prometido es más figurado que otra cosa cada vez resulta más evidente, a menos que se hable desde la militancia comprometida, la chamba que no lo es (pero que da billete), de la clientela o el compadrazgo que se sobrepone a los rubores.
Ya muchos que fueron abanderados del “voto útil” lo están viendo y reconociendo: lo que hoy tenemos es un simple cambalache de personas y estilos, de imágenes y de equipos, pero permanecen el estatus y casi todo, por no decir todo, de lo que, se suponía, habría de ser corregido.
No podía ser de otra manera cuando las diferencias de fondo, las discrepancias torales en la visión socioeconómica nunca estuvieron presentes.
No podían estarlo, toda vez que no formaban parte de una confrontación que jamás ha rebasado los acuerdos en lo esencial: la vigencia de un sistema inequitativo e injusto, el que prevalece.
Con esos peleoneros
Tanto así que incluso los “enemigos acérrimos”, por impropio que resulte el término, se intercambian los abrigos mencheviques y, eludiendo una poca de pena por el origen ¿distante? igual izan banderas para presentarse, como hoy se presentan, en la proa de un proyecto nacional con el signo determinante de lo insospechado.
Es que no eran enemigos, ahora es por demás evidente, sino socios, unos más y otros menos enterados, de las andanzas del capital en expansión, su común denominador y el dueño de sus afanes.
El decurso natural de tales andanzas, desde los “amigos de Fox”, pasando por el sindicato de PEMEX, las camisas rojas, copetes y chapitas, será el mantenimiento infame de políticos menores a través del financiamiento electoral.
Y mucho más que mueve justamente a la indignación cuando uno se decide a pensar pero que, a fin de cuentas, es lo que estaremos presenciando.
A ver hasta cuándo.
Tamborazos
-Sinaloa en crisis y el gobierno del “cambiazo” de vacaciones en San Diego, gastando a manos llenas. Los pusieron donde hay.
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