Bastardos sin gloria
POR LO QUE SE NOTIFICA desde Nueva York -verdadero horno de
las contrarreformas económicas de México-, el PRI y el PAN ya plancharon la
Reforma
Energética. Es cosa
de que en estos días el Congreso
mexicano la ponga en el escaparate. 2014 amanecerá bajo el lema: ¡Consummatum est! Adiós, petróleo, adiós.
Para entender en donde estamos parados en la fase actual
del neoliberalismo tecnoburocrático, nos parece pertinente hacer un
breve ejercicio de semántica.
Para efecto de ese ejercicio semántico, sólo tomaremos a
manera de ilustración dos categorías: Yuppie y androide.
Yuppie es acrónimo de “joven
profesional urbano”, surgido de las universidades norteamericanas, y
modelado -entre los 20 y 40 años de edad-, en los dos periodos del neoliberalismo
reaganiano. De ahí, que el hábitat
del yuppie haya sido habitualmente el
de los centros financieros; preferentemente el de las bolsas de valores, como
la de Nueva York.
El yuppie era un joven sin escrúpulos. Proclive a conductas narcisistas, era idólatra del becerro de oro y dado la
ganancia económica amoral, inmoral y aún criminal. Era dado también a los caros
lujos de moda y a las disipaciones liberales, que incluían el consumo de drogas
prohibidas.
El término androide podría remontarse a casi
dos milenios atrás, pero el avance tecnológico y la ciencia-ficción lo han
retomado de y para la robótica. En efecto, el androide, reciclado
recientemente con fisonomía masculina, es
un robot diseñado para reproducir conductas humanas.
Como suele ocurrir con los modelos de pastiche -que son
mera imitación servil de lo extranjero-, jóvenes mexicanos egresados
principalmente de centros de estudios superiores privados; para el caso del
Instituto Tecnológico de Monterrey (ITESM) o del Instituto Tecnológico Autónomo
de México (ITAM); universidades como la Anáhuac, y aún de la UNAM, que hicieron sus
postgrados en Harvard, Yale, Chicago o
Stanford, renegaron de su formación en su alma
Mater, y adoptaron voluntariamente las formas del yuppie, y acaso involuntariamente las conductas
del androide.
Caballos de Troya
Cuando José López Portillo y Miguel de la Madrid, sucesivamente,
olvidaron que la técnica debe estar al servicio de la política y no al revés. Y, con el pretexto del
servicio de excelencia en la gestión del Estado, abrieron la administración
pública a los jóvenes tecnócratas
instrumentalizados en el extranjero, les faltó olfato para al menos intuir que
estaban contratando a verdaderos Caballos de Troya.
La llamada generación del cambio, que
en 1988 presentó el usurpador Carlos Salinas de Gortari, fue una mezcla, un
apareamiento de yuppies y androides precoces.
Como al México rastacuero las modas llegan tarde, Salinas
de Gortari no quiso reparar en el palmario hecho de que al 19 de octubre de
1987 se le denominó El lunes negro, llamado así porque el mercado de valores del
mundo, empezando por el de Wall Street, fue colapsado por un monstruoso crack.
El impacto en la
Bolsa de Valores de México estalló precisamente 15 días después
de que el PRI destapó la candidatura de Salinas de Gortari a la Presidencia. Los
incautos perdieron 36 billones de pesos de
aquellos, que fueron a parar a
las cuentas de los bellacos.
Precisamos ese oscuro acontecimiento, porque en los
Estados Unidos derrumbó el imperio de barro de los yuppies, algunos de los
cuales fueron a parar con sus huesos a prisión. Todavía, con Ernesto Zedillo
Ponce de León, algunos yuppies permanecieron o ingresaron a la administración pública.
Se fueron con el
santo y la limosna
Ahora se sabe que la generación del cambio se fue con el
santo y la limosna.
Sin aparente ruptura genética o estructural, se produjo
un nuevo fenómeno en México: Desde Salinas de Gortari hasta Felipe Calderón
Hinojosa, los presidentes mexicanos han
venido siendo identificados como la generación androide.
En busca de verosimilitud, los creativos detractores
políticos de los presidentes mexicanos tecnoburócratas, los ven como
reproducción del Manchurian president, por aquella obra literaria y
cinematográfica que tiene como protagonista a un ex soldado estadunidense,
teledirigido con un ship para
conducirlo a la Casa Blanca.
Dijimos antes, que los primeros yuppies que formaron la salinista generación del cambio se
fueron con el santo y la limosna.
Así es: Colocados en posiciones clave del gabinete
económico, participaron en las contrarreformas
estructurales como la privatización de la industria estatal, la
desnacionalización de la banca y de los ferrocarriles; la venta de autopistas, puertos
y los aeropuertos, etcétera. Todo, a precios de ganga. En ese proceso, se
engendró la economía criminal, que hoy tiene al país ensangrentado y contra la pared.
Si alguien hace un cotejo del padrón de funcionarios
públicos de la administración federal de 1993 -tiempos de Salinas-, desde
secretarios encargados de despacho hasta algún modesto jefe de unidad o asesor,
puede comprobar de manera irrebatible que ahora esos apátridas aparecen en los
directorios de las firmas privadas que se quedaron con el patrimonio del que
fueron despojados los mexicanos. En los directorios, dicho con más puntería, de
las depredadoras corporaciones trasnacionales.
Esos bastardos sin gloria son los que
ahora cabildean en el Senado de la
República para arrebatarle a los mexicanos el petróleo. No
quepa la menor duda: La mano que mueve la cuna es… la del
salinato.
El comal le dice a la olla
PUESTO EN CRISIS el fáctico Pacto por México por el
retiro del PRD, el PAN -fiel a su espejo diario- hace del Congreso de la Unión el sitió donde mejor
de opera: un herradero.
Villareal.
El coordinador azul en San Lázaro, el impoluto Luis
Alberto Villarreal acusó al PRD de recurrir a chicandas legislativas y, asumiendo el papel de César
diazordacista, expectoró: No cederemos a
chantajes ni caprichos. Habla la voz de la experiencia: Esas son las armas
favoritas del PAN.
La doble manzana de la discordia, son las reformas
Energética y Política. Los que no tienen memoria flaca, recuerdan que, desde
principio de año, el jefe nacional del PAN, Pablo Emilio Madero, con aires de
autosuficiencia advirtió que para nada se requerían los votos del PRD para
sacar adelante los compromisos del Pacto.
El dirigente nacional del Sol Azteca, Jesús Zambrano
porfió en la permanencia de su partido en dicho mecanismo de negociación hasta
que, desplazado en las concertacesiones
prianistas a la hora de dictaminar las iniciativas mencionada, el 28 de
noviembre dijo: Así no baila m’ija con el
señor.
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