CHICAGO,IL. USA.- La captura y posterior fuga de Joaquín Guzmán Loera (El Chapo), seguida de la persecución que emprendieron el gobierno mexicano y el estadounidense para su reaprehensión, se ha convertido prácticamente en la película mexicana más taquillera de todos los tiempos, y como tal en un gran engaño, porque ya nada de lo que digan las autoridades es digno de confianza.
LOS OPERATIVOS Y LA INFORMACIÓN que han difundido al respecto siempre están llenos de contradicciones. Como sea, para México el caso funciona muy bien como distractor de los asuntos nacionales de mayor prioridad y como base para el diseño de políticas de seguridad pública que desde hace lustros consumen infructuosamente enormes recursos y benefician a ciertos intereses.
Hay antecedentes para sostener tal afirmación
Los gobiernos recurren a tácticas de distracción para mantener ocupada a la opinión pública mientras discuten asuntos verdaderamente polémicos, que quieren mantener a salvo de contaminarse con opiniones indeseables.
Sería fácil descalificar el supuesto diciendo que es mucha imaginación de quienes piensan así, pero hay que recordarles que al respecto hay todo un recetario de especialistas bajo la almohada de los gobernantes cuando se aplican a responder los asuntos más complicados.
Eso lo indican también los manuales de autores clásicos. El caso más increíble, que ahora puede sonar divertido, es el mito del famoso “chupa cabras”, que es asociado al sexenio del expresidente Carlos Salinas y sirvió durante algunos años como cortina de humo que ocultó a las masas eventos políticos y económicos de alto impacto nacional.
Sin admitirlo como un hecho, la segunda captura de El Chapo en México coincidió “casualmente” con la aprobación de la privatizadora reforma energética. Su más reciente fuga del 11 de Julio se dio en el marco de la entrega de los yacimientos petrolíferos a las trasnacionales y de la polarización nacional por el caso Ayotzinapa, que le ha venido acumulando reportes muy adversos al gobierno mexicano, dentro y fuera del país.
El trasfondo de todo
También se puede apuntar en el mismo sentido la abrupta caída en la aprobación de la imagen presidencial por múltiples factores, pero traducida en protestas y manifestaciones sociales adversas y acumulables.
El trasfondo de todo fue el desplome de los precios del petróleo a mitad de precio y la inestabilidad financiera global que para México se tradujo en una peligrosa fragilidad del peso, y que en pocos meses significó una pérdida cercana a los 30 mil millones de dólares para sostener el tipo de cambio frente al dólar. A esto se puede añadir el anunciado y temido recorte presupuestal, con todas sus consecuencias negativas al quitarle recursos indispensables a entidades y programas de desarrollo social, en el marco del descrédito de la empresa Pemex ya sin el monopolio que la convirtió durante décadas en la mayor contribuyente fiscal del país.
¿Casi nada?
Cada quien puede alargar la lista como quiera. Lo cierto es que durante ya cinco sexenios el mito de El Chapo como súper poderoso delincuente, el más buscado por la Interpol, le ha funcionado muy bien a ciertos actores políticos y empresariales para desviar la atención de los asuntos nacionales verdaderamente importantes, que han dejado sin atender por privilegiar sus intereses personales y de grupo, y porque carecen de ideas, por ejemplo, para diseñar algún programa de empleo emergente para los 7.5 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, los denominados “ninis”.
Si alguien piensa que la fuga de El Chapo no fue permitida ni planeada desde las altas esferas del gobierno por los altos costos que le representaría, suena lógico y eso está en la mesa de las discusiones. Pero hay que advertir que ante las adversidades los mandatarios siempre optan por el mal menor y bajo sus propios cálculos e intereses, que solo ellos tienen bien definidos, aunque públicamente griten a diestra y siniestra que los guía el “interés nacional”.
Casi en las manos
No se pretende con estas líneas desvirtuar el trabajo de las autoridades que honestamente realizan sus responsabilidades, una de las cuales y de la mayor importancia, combatir la inseguridad pública. Lo que se les puede exigir es seriedad.
Cuando informaron en octubre que en una persecución de elementos de la Marina mexicana, en la sierra de Durango, el Chapo resultó herido, lo que propician a pensar es que lo tuvieron casi en las manos y se les volvió a escapar, ¿o cómo se dieron cuenta que se lesionó?
Estamos ante una vacilada o alguien no realiza bien su labor de comunicación social. A las pocas semanas la prensa informa que en Sudamérica desataron las alertas porque alguna autoridad policial dio aviso de que el Chapo probablemente pretendía cruzar la sierra de Chile y Argentina.
Nunca se sabrá la verdad en torno a El Chapo, ni siquiera dando por hecho que cuando estas líneas estén en circulación las autoridades ya lo tengan cercado o lo hayan entregado vivo o muerto. Tampoco hay que creer el cuento de que es el mayor criminal en la historia nacional.
A pesar de lo que ha publicado Forbes, que se sepa el Chapo no presume de tener 600 pares de camisas, 1200 pares de zapatos y una cuenta de tres mil millones de pesos; y todo como resultado de haber gobernado a un bien portado pueblo. Tampoco fue dirigente durante 25 años del mayor sindicato magisterial de América Latina ni hizo desvíos de millones de dólares del sindicato a las cuentas familiares, ni les consiguió curules y escaños a sus hijos y nietos en el “honorable” Congreso mexicano.
El ámbito de los mitos
El historial criminal del jefe del cártel de Sinaloa ya está en el ámbito de los mitos.
Como aquel caso de Amado Carrillo, “El señor de los cielos”, de quien se afirmó que había fallecido en una operación de cirugía plástica para cambiarle el rostro y de quien luego se afirmó que seguía vivo. Las autoridades policiacas nunca revelarán la verdad en torno a El Chapo, como no lo hicieron cuando lo encerraron por segunda vez y en ese lapso de año y medio no se supo nada ni de su fortuna ni de sus redes delictivas. Si acaso, cuando les resulte conveniente saldrán a retomar el caso.
La película, pues, ya está muy vista. Por eso, es tiempo de que la sociedad y todos sus actores abandonen la sala de exhibición. Está lloviendo afuera con ventarrones, pero hay que salir a enfrentar la realidad. Las policías a pescarlo, con discreción y efectividad. Y todos los demás a discutir y a encontrar soluciones a los más graves problemas que enfrenta México. Si seguimos enajenados viendo toda la bien aderezada trama de capítulos y los que faltan de la serie, cuando salgamos de la proyección los delincuentes de cuello blanco habrán vaciado la casa.
*Periodista mexicano, residente en Chicago, Il, USA.
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